Crianza con apego
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Ya vine
13 mayo 2012
Al final no me desconecté un pito. Estuve procastinando todo el fin de semana (TODITO). Bueno, algunas cosas hice, pero a media máquina. Tenía que terminar el videíto con las fotos de una sesión y D me volvió loca porque no le gustaba la canción que mi cliente eligió. Y bueno,obvio que la canción sonó mil veces porque el cliente es sagrado y D se puso denso. Es un poco soberbio pretender que a todos nos guste el pop inglés, no? A veces no sé quién me da más trabajo. Afortunadamente ya lo terminé, lo probamos recién con Guille en nuestro dvd y me dice "me gusta mucho esa canción" (te llega a escuchar tu padre y te deshereda, pensaba yo).
Emilio ya gatea, es un hecho. Si bien no lo hace de la manera clásica, sí se desplaza y va cambiando de lugar por medio de diversas técnicas: desplazamiento lateral (?), arrastre de trasero y cocazo contra el piso cuando se entusiasma demasiado para adelante/atrás. Le agarra las cosas a la hermana y la otra se las saca y le dice "no, esto te lo podés tragar" (aunque sea un piano gigante, esa es su excusa).
Hoy posteé una nota sobre la portada de la revista Time (sí, esa en la que está la mamá dándole la teta a su hijo de 3 años) y pensaba que para mi la "crianza con apego" es una guía general, un aprendizaje, un "ideal", pero solo eso, por lo demás casi siempre fallo. Pensaba, yo posteo esto y mi vecina me escucha gritar gran parte del día, debe pensar que soy una hipócrita. Y capaz que lo soy, ojo! También es cierto que como hay un tipo de mamá "judía" también hay un tipo de mamá "tana" que básicamente es la que cocinacocinacocina y gritagritagrita. Es que tengo un tema con esto de los gritos. Desde chiquita mi vieja me decía "sonsonete" (igual eso era casi casi lo más cariñoso que me decía!) que vendría a ser algo que retumba mucho, ruidoso. E incluso se encargó de escribirlo en su diario de antes de morir (sí, era tan yegua que dejó un diario re esperanzador, imaginen! ¿vieron esas películas en donde el padre enfermo deja una película para que su hijo la vea y lo recuerde? Bueno, nada que ver, más bien mi vieja dejó lo que yo llamo "las notitas del terror". La cosa es que hasta ahí escribió "Luisina grita mucho" o sea! entonces cómo querés que haga para no gritar, es muuuuy difícil)(etiquetame un poquito se llamaría la película jaja)(ya sé que le tengo que dejar de echar la culpa a MAMÁ, pero déjenme desquitarme acá)
Estoy teniendo muchas dudas con respecto a la mamá que soy/ que quiero ser (es que la que soy no sé si es la que quiero ser, pero es la única que me sale porque al ideal ni me acerco, uffff). Está bueno "dudo, luego existo", no? Tal vez me exijo demasiado.
Cuentas saldadas
09 agosto 2011
(los comentarios sehabían cerrado solos, perdón! ahí están y gracias a quienes me avisaron!)
Estaba leyendo esta nota de Lety, de Criando Creando y recordé algunas cosas que me gustaría comentar con ustedes.
Estaba leyendo esta nota de Lety, de Criando Creando y recordé algunas cosas que me gustaría comentar con ustedes.
Como muchas de las que se acercan a leer por acá saben, yo tuve problemas con mi lactancia y no pude solucionarlos. Desde los cuatro días de vida tuvimos lo que se llama una "lactancia mixta", Gui tomaba teta y fórmula :(. Cualquiera pensaría que en mi embarazo no me había informado nada. Bueno, la verdad es que sí había buscado algo de información sobre lactancia, pero recuerdo que en una de las páginas que leí decía algo así como "mientras estés segura de querer amamantar, vas a poder, porque todas podemos". Bueno, me dije, debe ser fácil así que seguro puedo hacerlo. Pero claro, nadie me había hablado nunca de los probables problemas que podrían surgir y llegué al puerperio emocionalmente frágil, dependiente de las opiniones de los demás y sin ningún Plan B a la vista. Hacia mediados del 5to mes Guille empezó a rechazar el pecho y fue el principio del fin. No llegamos ni a los seis meses :(
Por esa misma época me encuentro ocasionalmente con el libro La maternidad y el encuentro con la propia sombra de Laura Gutman y junto con su lectura, me derrumbo. Unos días después le detectan a Gui el problema en las caderas y debemos colocarle el arnés. Fue traumático, pero a la vez siento que tuvimos la oportunidad que se nos dio de conectarnos, de tenernos a upa y de volver a vivir esos meses del principio en los que yo andaba como drogada, distante (de mi hija y de todo). Detrás de Laura Gutman vendría lo demás: blogs y foros de crianza natural y la temida verdad: realmente podría haber amamantado el tiempo que quisiera (o que quisiéramos Guille y yo) si hubiera tenido información mejor y ayuda cercana. Después llegué a la Liga de la Leche y me di cuenta de que la ayuda que necesitaba la había tenido ¡cerca! Me fui al fondo, lloré mucho, me hice cargo de mis propios errores y lo primero que se me ocurrió fue "voy a tener otro hijo para hacerlo BIEN esta vez". En ese momento, promediando mi puerperio, me parecía super lógico y natural tener otro hijo para sanar viejas heridas. Por suerte, pasaron muchas cosas en el medio y pude empezar a mirar desde afuera y reflexionar.
Lo primero que pasó es que Guille creció y con ese crecimiento muchos miedos se fueron desvaneciendo. Ese vínculo que no habíamos formado durante los primeros meses, lo reconstruimos usando otras herramientas. Mi puerperio empezó ser más llevadero y por fin vi la luz del otro lado del túnel. Y de pronto esa tristeza por "todo lo que no fue" se desvaneció, ya no sentía el pecho hundido al recordarme llorando con mi beba de 20 días en brazos. De a poco me di cuenta de que había podido sanar mis heridas criando a mi hija dentro de un marco respetuoso y amoroso. Si, obvio que en algunos momentos de estos años me desbordé o que estuve cansada o que se me escapó un grito. Pero la intención siempre fue criarla en libertad.
A todo lo que pasó lo ubiqué en el lugar que le correspondía: la cesárea programada por podálica fue la consecuencia de mi desconexión total con el embarazo, nuestra corta lactancia fue un camino hacia el descubrimiento de otras maneras de criar, los meses que Guille pasó en el cochecito fueron subsanados con mucho upa por su displasia de caderas. Así, no me quedaron cuentas grosas por saldar con mi maternidad. Claro que a veces me enojo conmigo misma por mis reacciones dramáticas ante cualquier situación (es un mal familiar jaja) o que siento que "ya no puedo más".
Llegué a este embarazo sintiéndome muy libre de todo eso que pasó, porque todo tuvo un lugar y un sentido. Me sirvió para seguir adelante. Y fue una época hermosa, de mucha transformación y crecimiento. Entre tanto llanto nocturno me saqué una a una las espinitas (chupate esa metáfora jaja), no sólo las que me generaron mis errores durante los primeros meses de Guille, sino también muchas heridas de mi propia crianza.
Voy a parir a este hijo, pero no porque quiera sanar el nacimiento de mi hija sino porque creo firmemente que es lo mejor para él y para mí. Voy a amamantarlo todo el tiempo que ambos deseémos, pero no porque a mi hija no la amamanté tanto tiempo, sino porque sé que la teta es lo mejor para un bebé desde todo punto de vista (y porque tengo ayuda cercana y porque no voy a permitir que ningún pediatra se meta con mi lactancia). Voy a tenerlo mucho a upa desde el primer día, pero no porque a mi hija la dejaba bastante en el cochecito durante los primeros meses, sino porque tengo ganas de tenerlo mucho a upa :) Voy a intentar hacerlo bien esta vez, pero no porque necesite remediar algo, sino porque no concibo otra forma de hacerlo ahora que sé. Vamos a ser padres nuevamente porque deseamos profundamente a este hijo, no porque necesitemos sanar nada ;-)
¿Me preocupa que mi hija no haya tenido todo lo que voy a darle a este hijo? Para nada, porque se lo di de otra forma, curé mis propios errores en su crianza :) La veo a Guille tan grande y tan feliz que no creo que le falte nada, no creo que le falte amor. Y aparte también es un camino que hago por ella y por otras mujeres. Porque sé que si conseguimos cambiar el paradigma, mi hija no va a tener que bramar para que respeten el nacimiento de mis nietos, sé que no va a tener dificultades para amamantar porque va a crecer escuchando que todas podemos con información y apoyo.
¿Cómo voy a tener cuentas pendientes con mi maternidad si fue Guille la que me dio el sacudón y consiguió despertarme de esa "anestesia social" en la que me encontraba? ¿Si me propuso un camino porque no se cansó de reclamarme hasta que no pude hacer otra cosa que escucharla?
Y ustedes ¿cómo se sienten con sus maternidades?¿Se sienten heridas aún en algunos aspectos o las heridas han ido suavizándose? ¿Hay cosas que creen que les "quedaron pendientes"?
(vieron que volví)(jijiji)
luisina reloaded jajajaja
A upa!
12 octubre 2010
No fue demasiado mi aporte a la Semana Internacional de la Crianza en Brazos 2010. Al menos les dejo bellas imágenes de niños ¡a upa!
1. Nuestro día a día (Sol), 2. Nothing like Daddy's arms (Rebeca Lagos), 3. Safe (Víctor P.), 4. Semana 35/52 (f-side): Poucheando (Evaguein), 5. Peonies purpura (Virginia Zuluaga), 6. The reason I can type with 2 hands today! (Sesame Ellis), 7. Hold me tight (Flavita Valsani), 8. 3 mama and baby (Ravenhill Designs), 9. Untitled (christyscherrer)
"Feliz y seguro en tus brazos", Semana Internacional de la Crianza en brazos 2010
¿"Exceso de amor"?
17 abril 2010
Gracias a una de mis contactos de Facebook (gracias Laura!), tuve acceso a esta nota publicada en el diario Clarín. Pongo una partecita aquí para que entiendan, dice la nota:
"El abuelo, la abuela y la madre le dieron demasiado amor: por ésto los condenaron. Hoy él tiene 13 años y vive en Ferrara. Es un chico muy inteligente: su maestra dice que es el primero de la clase. Pero hasta los 7 años no caminaba, casi, y ni siquiera lograba subir las escaleras. Nunca practicó un deporte, nada, nunca un viaje y nunca una carrera en el parque con los amigos.
Nunca frecuentó a nadie que no fuera de la familia, nadie al margen de su abuelo, su abuela y la mamá. Cuando no iba a la escuela estaba encerrado en su cuarto todo el día, lleno de mimos y amables caricias, que suscitaban destellos de una triste alegría en sus ojos de niño, negros como dos moras".
Nunca frecuentó a nadie que no fuera de la familia, nadie al margen de su abuelo, su abuela y la mamá. Cuando no iba a la escuela estaba encerrado en su cuarto todo el día, lleno de mimos y amables caricias, que suscitaban destellos de una triste alegría en sus ojos de niño, negros como dos moras".
Y sigue más o menos en la misma tónica y contándonos acerca de que su familia fue condenada por esto.
Pero lo que no me termino de creer es el titular ¿cómo exceso de amor? El "amor" hacia un hijo no consiste en encerrarlo y no dejar que vea a nadie. Eso tiene un nombre y se llama LOCURA. No puedo creer que el diario catalogue esto como "exceso de amor". Primero porque el exceso de amor no existe, lo que existe es la mala interpretación de los gestos de amor y de cuidado.
No creo, sinceramente, que esta familia venga del sector que defiende la idea de respeto y amor incondicional hacia nuestros hijos. Más bien creo todo lo contrario aunque es cierto que solo he escuchado la "campana" del periódico. No sé qué transfondo habrá detrás de esto. Solo comento desde el lugar de lectora de este artículo.
Para mí amor también es soltarlos y animarlos a ir más allá de nosotros. Amor es guiarlos para que puedan ingresar a la sociedad, ya que el ser humano es, justamente, un ser social por naturaleza. Amor es hacerles saber que siempre pueden volver aunque se hayan despegado de nuestro lado.
Instantáneas desde el aula
13 abril 2010
- Las dos chicas están atrás de todo. Una intenta leer su trabajo. Estallan las risas y no paran. Otras veces me he enojado porque sintonizo la frecuencia adulto: hay que apurarse, no alcanzo a dar el programa, yo no me reiría si tuviera 13 años y no supiera usar las mayúsculas (cosa que me escandaliza, ojo! ay siiii soy "la vieja de lengua" jajaja). Pero hoy me gana el entusiasmo, se ven tan alegres allá atrás que me pregunto en dónde perdí esa frescura. Tengo una vida feliz y relajada, pero ese desenfado ya no. En el fondo me siento un poco "desilusionada" por algunas cosas. Tal vez sea eso.
- Uno de mis alumnos varones habla con su compañero de "bebés". No me pregunten cómo terminaron hablando de esto en vez hablar de "la play", como la mayoría. Dicen "las guarderías no deberían existir". Se ve que notan mi perplejidad porque me preguntan qué opino. Sugiero que hay gente que no tiene opción, que hay que comprender la situación de cada familia en particular. Mi alumno concluye "mi hijo no va a ir a la guardería". Ojalá la vida lo acompañe en sus convicciones (tiene 14 años!!! me asombra que se plantee el futuro junto a sus hijos).
Aclaro (porque siempre está el mala onda anti-docente) que mis alumnos tenían actividades asignadas y estos dos ya habían terminado todo. No es que me pongo a hablar de cualquier cosa en la hora de Lengua. Aunque a veces me dan ganas porque hablar con estos chicos rejuvenece :)
(no todas son rosas...a veces dan ganas de no pisar la escuela!)
Las dos caras de mi moneda
26 marzo 2010
Mi viejo siempre decía "El hombre tiene la cabeza redonda para permitir a las ideas darse vuelta", todo para justificar que un día era radical y al otro demócrata progresista...veleta, que le dicen. :D
Ando medio peleada con las etiquetas, y no con las de papel casualmente. Últimamente y así de repente me joden los "rótulos", pero así de un día para el otro, eh?. Qué quieren que les diga, será que soy una inconsecuente total, o tal vez demasiado inconformista para adherir a causas sin discutirlas. Hace un tiempo me vengo sintiendo incómoda en el traje de la "crianza con apego", no sé exactamente por qué. No puedo explicarlo muy bien. Claro que adhiero a los ideales que propone Attachment Parenting, claro que considero que los niños merecen ser tratados como las personas que son, criados con amor y respeto (son cosas que no tendrían que estar en discusión). Pero no sé, la idea de crianza con apego es un poco "vaga", porque cuando hablo de la noción de amor, hablo -necesariamente- de algo completamente relativo, ya que tiene que ver con la experiencia primaria de amor que tuvimos cada uno de nosotros (que en algunos casos tendremos que revertir si queremos maternar amorosamente). Me cuesta horrores pensar que haya gente que no cría con amor. Y claro que sé que hay. Lo veo a diario en la calle y en mi trabajo :(
Si parto de que hay que hacer tal o cual cosa para criar con apego entonces concluyo necesariamente que quien no responde al pie de la letra a esos estándares no lo hace bien. Así habría padres a los que les cuesta más y padres a los que les cuesta menos. Y no me conforma esta idea. Prefiero pensar que, simplemente, hay diferentes maneras de criar con amor y respeto, y que cada manera es tan única como la familia que la propone.
A veces pienso que me alcanza con ser conciente de los procesos que encaramos como padres. Ser conciente sería asumir que a veces hacemos mal las cosas (o hacemos lo que podemos), en vez de taparlas con palabras banales. A mi me gusta revisar al final del día cómo ejercí mi rol de mamá. Muchas veces antes de que Guille cierre los ojos le pido perdón por mi falta de paciencia, por no respetar siempre sus tiempos o por no haberle brindado la disponibilidad emocional que necesitaba. Me gusta ser conciente de lo que hice y entender que así crecemos juntas.
Por caso, cuento el tema del jardín. Finalmente Guille entra sin llorar y se va derechito a los brazos de su maestra. Sale con una sonrisa en la cara. Y sin embargo, no soy tan hipócrita como para creerme "que le hace bien". Tampoco sé si le hace mal, pero estoy bastante segura de que la escolarización temprana no es beneficiosa. Sé que simplemente se "sobreadaptó" porque no le quedó otra y decidió pasarlo de la mejor manera posible. Y bueno, lo asumo con un poco de tristeza, pero conciente de que es la realidad que puedo darle. No piensen que me enrosco mucho, es solamente poner en palabras esto que vengo sintiendo.
Por ahora tengo más ganas de contradecirme, pelearme y amigarme conmigo misma, desdecirme, cambiar de opinión todo lo que quiera, que de adherir a un par de frases como si fuera una causa por la cual pelear. Y no le quito mérito a esa causa si es que alguien quiere pelearla, solo que a mi no me está sirviendo para vivir. Todo lo contrario, me ata a supuestos tan fuertes como los de la crianza tradicional. Y no quiero cargar la mochila hasta el límite de tener que abandonarla.
Me siento un poco -tan solo un poquito- desesperanzada. Hoy esto, mañana capaz que todo lo contrario. Como dijo una querida amiga: vivo en los grises. Y está empezando a gustarme.
Mamá apegadas, estoy en crisis. Y lo peor es que ni siquiera sé bien en crisis con qué ;-)
¿Ustedes se hacen estas preguntas con respecto a los rótulos que nos ponemos?¿O la loquita soy solamente yo?
:P
"¿Guille duerme sola?"
11 marzo 2010
La verdad es que a veces me da risa la "obsesión" que tienen algunas personas -relacionadas con los niños- por el lugar en donde estos duermen. Ayer fue la reunión con la maestra de Guille. Todo perfecto, la verdad que sí. Pero no dejó de preguntarme en dónde dormía Guille. Me escuchó y no emitió ningún juicio de valor (bravo!). Le comenté que nuestra hija había empezado a dormir con nosotros porque trabajábamos y priorizábamos descansar más y agregué que pronto se había transformado en la mejor opción para nuestra familia. Le gustó cómo lo expliqué y coincidimos en que cada familia es un mundo. Ok.
Mi cuestionamiento es ¿por qué les importa tanto en dónde duerme Guille? Digo ¿los chicos que no colechan tienen actitudes diferentes a los que sí lo hacen? No lo creo. Es más...a mi realmente no me interesa en dónde duermen mis alumnos (todos tienen de 13 para arriba). Si quieren dormir con los padres ¡adelante! Digo, es algo privado el tema de lo que hago en mi casa.
Ah, pero con los niños no...a los niños hay que estudiarlos sistemática y científicamente no sé muy bien con qué objetivo.
Más allá de cómo lo tomó la maestra de Guille (que casi, casi, me felicita, jaja) no le encuentro ningún sentido a querer saber en dónde duermen sus alumnos. ¿Ustedes qué creen?¿Tiene sentido?¿Qué comportamientos "escolares" se modificarían con/sin colecho? Yo no entiendo.
Y ojo, el cuestionamiento no es al jardín, todo lo contrario...cada vez estoy más contenta. Ayer la reunión fue genial ;-)
Soltar-nos
09 marzo 2010
Todos los días de la semana pasada fuimos con Guille al jardín durante una hora, de 11 a 12 de la mañana. Esta semana el horario se empezaba a ampliar y la verdad es que me dio un poco de angustia la situación: Guille no se despegaba ni un segundo de nosotros. El sábado fuimos al cumpleaños de una nena del jardín y también estuvo con nosotros todo el tiempo. Y empiezan las dudas acerca de cómo uno procede. Cuando ves a los otros chicos jugando y riéndose todos juntos, cuando ves a nenes que lagrimearon dos segundos y después se pusieron a jugar y lo pasan bárbaro, empiezan las preguntas.
Porque todo padre, en algún momento, se pregunta si está haciendo bien las cosas. La semana pasada, cuando le explicaba a Guille que me iba a ir un ratito al otro salón, ella me abrazaba y empezaba a llorar. No me iba obvio, y tampoco me iría sin explicarle que me voy. No sé, es mi opinión, no me gusta irme a escondidas. Creo que mi hija merece que le explique lo que está pasando. Pero claro, como dije antes, ver a los otros nenes tan contentos, te genera dudas.
Dudas que hoy comenzaron a desvanecerse. Llegamos, colgamos la mochila, cantamos y las seños propusieron ir al jardín a ver a las tortugas (por cierto, es lo único que NO me gusta nada del jardín: las tortugas no deben tenerse de mascotas! Pero bueno, el jardín perfecto no existe, me repito como un mantra y sigo...), Guille me soltó y salió corriendo, yo me quedé en la parte de adelante esperando que se diera vuelta y volviera...pero eso nunca pasó. Se quedó allá atrás en el jardín con Lorena, la seño. Yo me quedé con otras mamás conversando. Al rato la espié y le estaba estirando los brazos a la seño, que la hizo upa automáticamente :) Otra maestra me vino a avisar que estaba bien, a upa porque ella había querido. Pensé que con media horita sola era bastante y me iba a venir a buscar. Pero eso tampoco pasó. La seño trajo un tupper con tizas y yo la espiaba detrás de la cortina. Y fue tan lindo verla alrededor de los otros nenes, intetando acercarse a Lorena para agarrar una tiza. Estaba seria, concentrada, dibujando. Y yo respiré aliviada.
Después sirvieron galletitas y agua. Esto no lo vi porque estábamos lejos en otra salita, pero me lo comentaron algunas mamás que tuvieron que ir a estar un ratito con sus hijos. Casi sobre las 12 la veo en el medio del patio con la mochila puesta y jugando con Felipe, uno de sus compañeros :) Cantaron la canción de despedida y nos llamaron para salir. Vino tranquila y salimos caminando. La Seño super contenta y yo aliviada de que Guille se integró. Necesitó su tiempo y nosotros se lo dimos. Claro que puede haber retrocesos. Pero este fue un gran paso y me siento muy contenta.
Verla crecer es un shock ♥
*La imagen es mía y está inspirada en las tantas fotos de globos que hace Karina Manghi. Claro que a mi no me salen tan bien!
Nueva etapa
21 febrero 2010
En diciembre decidimos que este año Guille empezaría el jardín. El único jardín al que fui a averiguar me encantó. De inmediato supe que ese era nuestro jardín. Un lugar chiquito en el barrio, a 3 cuadras de casa y con solo tres salitas de 10 niños cada una. Hablé con las maestras y aclaré algunos puntos importantes acerca de cómo había sido criada Guille hasta el momento. Asombrada, escuché cómo la maestra validaba mis opciones de crianza.
Hablamos acerca de la imagen que teníamos de la salita de dos años y de lo que esperábamos que sumara el jardín a nuestra vida. Y me sorprendió gratamente escuchar que el jardín era un lugar de juego e intercambio entre pares.
Nos decidimos a inscribirla y decidir durante las vacaciones si la mandaríamos en marzo o esperaríamos un tiempo más.
Como todos saben, porque lo manifesté muchas veces aquí, no me gusta para nada la idea de "escolarizar" a los chicos tempranamente. Es más, mi idea inicial era mandar a Guille directamente a prescolar a los 5 años. Y no es que haya cambiado de opinión, sigo pensando exactamente igual. Lo que sí cambió es nuestra necesidad como padres de hacer cosas que no involucren necesariamente a nuestra hija. Creo que debemos encontrar un nuevo equilibrio en nuestra familia, sobre todo por David que cuida a Guille a la mañana y trabaja de 14 a 22 hs. Y necesita su espacio. Por mi parte, seguiré trabajando a la mañana y cuidando a Guille en las tardes.
Cuando llegó febrero y sentí que faltaba poco para el gran cambio, me asusté. Pero pensando y pensando, decidí tomarlo como una experiencia positiva, segura de que es lo mejor para nuestra familia en este momento. Claro que todo depende de que Guille se adapte bien. Porque siempre uno puede dar marcha atrás ;-)
Así que, señores, hemos decidio probar. A partir del 2 de marzo Guille asistirá a sala de 2 años, de 9 a 12 horas. Papá descansará un poco (y se encargará de algunas tareas del hogar ¿les dije que mi marido es muy ordenado?) y yo iré a trabajar como lo vengo haciendo desde antes.
Tengo muchas ganas de ver si funciona y si logramos encontrar ese nuevo equilibrio. Estoy contenta por esta etapa que comenzamos. Y valoro enormemente el hecho de que la crianza de Guille durante 2 años haya sido puertas adentro. Pienso en todo el sacrificio que hemos hecho, acomodando horarios y resignando tiempo de pareja para demorar lo más posible el ingreso al jardín y me siento feliz y satisfecha. Después de descubir el mundo de la crianza respetuosa/apegada, uno se hace muchos planteos y termina culpabilizándose demasiado cuando sus opciones no coinciden con lo ideal. Por suerte, hace tiempo descubrí la importancia de valorar lo bueno que hacemos como padres y dejar ir lo que no se adapta a nuestro estilo de vida.
Creo que ya es hora de dejarnos ayudar por el afuera :)
Experiencias a la hora de dormir
16 febrero 2010
Me recuerdo pequeña, acurrucada en el rinconcito del antebaño -lugar que dividía la pieza de mis viejos de la nuestra y en donde quedaba encendida la luz-, dormí ahí muchas noches de mi infancia. Mi mamá había dictaminado que no iba a dormir con ellos. Recuerdo las amenazas y las burlas en las reuniones familiares. Me resuena la voz de mi tío diciendo: "Cerrale la puerta con llave, vas a ver cómo no se pasa más a la cama de ustedes". A veces me aceptaban , refunfuñando, quejándose de lo caprichosa que era. Otras solo me dejaban entrar a la pieza, pero no dormir con ellos, así que me tiraba en el piso helado, al lado de la cama. Tenía 10 años y un pánico a la oscuridad que nadie validó como sentimiento. Ese pánico sigue en mí, muy adentro mío.
Tenía 26 años y mi amiga había decidió volver a vivir la casa de sus padres. Ya estaba de novia con David, pero no tanto como para que se quedara a dormir todas las noches en casa. Los seis meses que viví sola me acosté a las 6 de la mañana (cuando clareaba), el resto de la noche la pasaba con todas las luces de la casa prendidas, aterrorizada y haciendo guardia contra mis propios fantasmas. Fueron seis meses duros, que no elegí ni elegiría: vivir sola fue una experiencia horrible para mí. Le sigo temiendo a la soledad, pero más le temo a la oscuridad.
Ustedes dirán: "Claro, apoya el colecho por todo lo que vivió de chica". Y no, la vida es irónica, o más vale la historia intenta repetirse si la dejamos: cuando nació Guille me obsesioné con que durmiera sola (qué boluda, si ya sé...). Y hasta leí a Estivill y me pareció un libro bueno (chan! me "pareció", pretérito perfecto simple). Es gracioso cómo el tipo intenta convencerte de que si las cosas no las hacés como dice su libro, vas a terminar haciendo cosas estravagantes para que tus hijos duerman. Y eso, claro, no es así. Pero es difícil sacarse los miedos de estar haciendo las cosas mal.
Durante los primeros meses Guille durmió en una practicuna al lado de mi cama, hasta que mi suegro hizo la cuna. Le sacamos la baranda y la adosamos a la cama matrimonial. Como el colchón quedaba muy bajo, le puse unas cuantas frazadas para nivelarlo. Empezamos a dormir mejor. Hace unos meses mandamos a hacer un colchón definitivo para la cuna, pero resultó ser muy duro y Guille no quiere dormir ahí. Así que David agarró el colchón de un plaza que guardamos para las visitas y se fue al lado de nuestra cama...aunque cuando empezó a hacer calor se llevó el colchón abajo del ventilador del living. Y sí: tenemos sexo, ¡¡no se preocupen!! Me da risa cómo siempre que se discute el tema del colecho aparece alguien que sostiene que uno duerme con los hijos para no tener sexo, y a mi me da una risa esta afirmación...¿acaso siempre lo hacen en la cama matrimonial?
¿Tiene que haber razones para colechar? Yo no las tengo, podría decir: es una costumbre ancestral, lo llevamos inscriptos en nuestros genes porque en las cuevas en donde nació la humanidad a nadie se le hubiera ocurrido dejar a un niño solo en la cueva contigua. Pero ¿lo hago por esto?, no sé si tengo razones. Tal vez pueda ser la posibilidad de descansar más y mejor. Aunque esto es relativo, porque Guille se despierta en las noches aunque yo esté al lado. Y hay que volver a dormirla, como hacemos todos cuando se despiertan nuestros hijos ;-)
Pasamos por varias etapas. Primero la dormía a upa. Después se empezó a quedar dormida en el cochecito y la hamacábamos un rato. Yo ya me imaginaba a una nena de 8 años iniciando el sueño en un cochecito todo raído "porque cuando uno les deja hacer tal cosa después no la cambian más" Patrañas!!! (jaja, qué buena palabra!) Patrañas! Hay que saber guiar...un día tuve la seguridad de que ya no necesitaba el sarandeo del cochecito, me senté en canastita en la cama, la puse en el hueco y la dormí en brazos. Hasta que ella decidió que hacía mucho calor para dormirse en brazos y se acostó al lado de mío. Y por ahora así se duerme a la siesta y a la noche. De todas las cuestiones que Estivill plantea, la que más llama mi atención es eso de que se tienen que dormir dolos. ¿Cuál es la justificación a esto? Ah, sí, así cuando se despiertan encuentran todo igual a como cuando se durmieron. Perdón ¿conocen a algún chico que no llame a sus padres cuando se despiertan en la noche? Yo a ninguno. Y tampoco conozco a ningún padre (por suerte!) que no vaya a ver qué le pasa al niño. ¿Para qué desgastarnos emocionalmente intentando que se duerman solos? No logro entenderlo.
Por ahora no tenemos otra habitación (estamos construyendo), pero cuando la tengamos dentro de unos meses, voy a guiar a Guille para que vaya pasando a su propia cama en su cuarto. Guiar no es imponer. Supongo que ese proceso será único y que empezará por ratos cortos en su cama hasta que decida que ya no necesita volver a dormir con sus padres. Pero seguro sabrá que puede venir cuando quiera, que nadie la va a dejar encerrada afuera o durmiendo en el piso. Más de uno dirá: "Si lo disfrutás tanto ¿por qué querés cambiarlo?" Porque considero que proponer cambios en la dinámica familiar en responsabilidad de los padres y es un proceso de crecimiento bueno para todos. "Proponer", no imponer.
¿Nos ponemos a pensar cuáles son las necesidades de nuestros hijos a la hora de dormir? ¿O sólo acatamos nuestras necesidades como adultos?
Creo que de todas las decisiones acerca de la paternidad, esta es la que mejor hemos podido manejar. Creo también que cada familia tiene que decidir qué es lo mejor para su dinámica (que yo coleche no significa que los demás tengan que hacerlo, obvio!).
Uno no tiene hijos para sanar, pero ellos traen por sí mismos parte de esa cura. De a poco va a desapareciendo en mí el miedo a la oscuridad, porque sé que alguien me protege de mis propios fantasmas. Ahora, hija ¿y si me dejás dormir hasta más tarde?
;-)
Mamás en círculo :)
04 febrero 2010
Qué lindo ponerle cara a los sentimientos, abrazos a las palabras y mates de verdad a las conversaciones virtuales. Lo virtual es real, sabemos que el otro está ahí y sabemos que está comprometido con nosotros. Pero los humanos, desde que nacemos, somos propensos al contacto físico, a la comunicación de la mirada y a la estrechez que da un abrazo.
La tarde de ayer fue muy importante para mí. A muchas de las chicas que vinieron ya las conocía de LLL, a otras las conocía a través de su participación en la Red Social Familia Natural o por ser lectoras del blog. ¿Hubo chicos llorando o revolcándose por el piso? NO, no sé cómo pero fue una armonía total (porque la mía en casa a veces sí se revuelca por el piso, ay!), charlamos, tomamos mates, Sol nos contó cómo se formó Red Canguro y nos mostró algunas formas de colocar correctamente un portabebé. Todas comentamos acerca de qué habíamos usado: si wawita, si bandolera tal o cuál, si mochila ergonómica o quepina. Me encantó estar ahí :) y aún me siento muy emocionada y agradecida. Agradecida con la vida por ponerme en el camino a todas estas mujeres maravillosas. Gracias a cada una de ustedes, a Ceci que se tomó el trabajo de avisarle a unas cuantas, a Sol porque siempre piensa en encontrarse y en compartir (sos una persona muy especial Sol!). Un beso grande para todas estas mamás en círculo :)
(dejo fotitos chiquitas para que no se exponga tanto a las que no tienen confianza en la web, las fotos en grande están en FB)(yo no estoy en estas fotos, "el que toca nunca baila", pero sí en las fotos de las otras chicas...espero a que me manden la grupal, si?)
Nos vemos el martes en Villa Hortensia :)
Aquí, el testimonio de Sol.
Aquí, el testimonio de Sol.
Honremos a nuestros hijos, por Laura gutman
07 enero 2010
No hay nada más sagrado que un niño pequeño. Nada más puro, más hermoso y más frágil que un niño pequeño. Por lo tanto, no solo nos corresponde adorarlos, sino cuidarlos como un fino cristal, porque de lo contrario, se rompen para siempre. ¿Qué hacemos frente a una joya única que nos han dado para custodiar? La envolvemos en un manto de terciopelo. Luego la adornamos con cintas de oro. Vigilamos que nadie se acerque. Velamos que no sea manoseada. La acariciamos suavemente para que brille cada día más. La resguardamos de vientos y mareas. La protegemos de violencias humanas. Y en el momento adecuado, la volvemos a entregar al camino. El valor de la alhaja es incalculable y cualquier rasguño que sufra, será nuestra responsabilidad. Solo deteniéndonos a observar la belleza infinita que emana de su luz, podemos vislumbrar el tesoro que llevamos en nuestras manos. Así son nuestros hijos, así de bellos, de luminosos y resplandecientes. Los niños merecen recibir desde el instante en que nacen, nuestro respeto genuino, complaciente y cotidiano. Cosa poco habitual. Quizás por eso sea ésta la más atroz contradicción de nuestra moderna sociedad: No honrar lo más bello y puro que tenemos, se convierte en una masacre colectiva. Por eso, hagamos unos minutos de silencio. Observemos a los niños. Ofrezcámosles nuestras mejores sonrisas, si no tenemos nada más para brindar. Acariciémoslos. Respetémosles el sueño, la vigilia, el hambre, el juego, el ritmo, el contacto, la curiosidad y el derecho a la verdad. Rindámonos ante ellos, tomando en serio cada pedido. Tratemos sus cuerpos con dulzura y dedicación. No los contaminemos con palabras furiosas. Recordemos que en los niños vibra el alma de la excelencia.
Laura Gutman (Newsletter mes de enero)
Esto es solo un blog
28 octubre 2009
"Sólo unos pocos entienden que esto es sólo un blog. Tan sólo un estúpido, insignificante y trivial blog. Un blog que no va a cambiar la vida de nadie".
Carolina Aguirre en La peleadora
Mi blog no es más que eso. Un lugar para expresarme, para que "espíen" ese 5% de mi vida, lo poco que puedo poner en palabras de la totalidad de mi existencia. También me sirve para publicar artículos que me gustan y que me sirvieron, para compartirlos con otros y para pensar a partir de los mismos.
No pretendo imponer nada desde este lugar, ni siquiera les impongo leerlo. El que interprete que no haciendo tal o cual cosa de las que yo hago no es una "buena mamá" hace una muy mala lectura del blog. Todo lo que digo desde este lugar -pequeñísimo por cierto- aplica a mí y a mi hija, con nuestras situaciones particulares. Incluso muchas veces coincido con algunas cosas ideológicamente pero, por mi situación particular, no puedo llevarlas a cabo (como el homeschooling por ejemplo).
Siempre creí -y creo- como Mónica Salazar, que "los padres son los expertos" y que cada mamá sabe qué es lo mejor para su hijo. El propósito de mi blog no es bajo ningún concepto decirle a otros qué deben opinar, qué cosas tienen que gustarles y cómo deben criar a sus hijos.
"Opinar" no es lo mismo que "juzgar". Que yo opine tal o cual cosa con respecto a algo o alguien no significa que piense que esa persona es peor o mejor que yo. ¿Cómo me voy a creer con derecho a afirmar que alguien es buena/mala madre porque no usa una bandolera, tuvo una cesárea o no duerme con su hijo? Jamás pensaría algo así. Menos yo, que lo primero que hice cuando llegué del sanatorio fue dejar a Guille en el cochecito porque quería "estrenarlo" (y que estúpida me veo ahora haciendo eso: YO me veo estúpida y otra vez, esto que digo solo aplica a mi persona).
Me entristece tener que explicar esto. Me entristece saber que hay mamás que se sintieron mal o juzgadas por algo que se dijo acá, porque obviamente no es la intención. Pero tampoco puedo controlar lo que la gente piense o sienta cuando lea algo escrito en este espacio. Me asusto cuando el marcador de visitas llega a 100 algunos días, nunca pensé que este lugar iba a tener esa repercusión.
Lo único que espero es que mi experiencia le sirva a alguien, aunque no sea "despojada" y aunque huela a "desencanto". Solo puedo ofrecer mi experiencia, mi visión de la vida.
Y si no les sirve, al menos espero no haberl@s lastimado. Esto es solo un blog, la vida concreta y lo que hago cada día cuando me levanto es otra cosa.
Yo estoy acá para sanar. Gracias a los que me acompañan con sinceridad y sentido común, entendiendo que es imposible conocerme de verdad en la linealidad de las palabras.
Esta entrada surge a raíz de un comentario que me dejaron en éste post ;-) Perdón por no haberlo explicado ayer. Me doy cuenta, releyendo, de que no se sobreentiende.
Esta entrada surge a raíz de un comentario que me dejaron en éste post ;-) Perdón por no haberlo explicado ayer. Me doy cuenta, releyendo, de que no se sobreentiende.
A mi "me copa" Inés
23 octubre 2009
Todos los días reviso los blogs de la revista Ohlalá, me parecen triviales pero divertidos. Disfruto de pasar a ver de qué se habla, leer algunos comentarios, etc. Confieso que antes leía el blog de la mamá primeriza y no me gustaba para nada, casi siempre salía de ahí con una mueca de disgusto. Pero esta chica dejó de escribir de un día para el otro.
Y al poco tiempo apareció Inés. Al principio seguía leyendo -más bien revisando- en el mismo código que antes. Pero a casi 2 meses de que Inés y China (su primera hija, ahora está embarazada de nuevo) aparecieran en el Blog de la mamá embarazada, debo admitir que esta chica "me copa". Tal vez seamos diferentes en muchas cosas, pero me encanta cómo plantea los temas. Un día aparece con que si debe destetar a China o si el tándem es válido, al poco tiempo habla de colecho, se plantea la posibilidad de un parto vaginal después de cesárea, discute acerca de si los lácteos traen mocos o no y habla de la socialización de su hija. Me encanta, le da otro aire a esos blogs: aire fresco. Y desliza temas de los cuales seguramente muchas de las lectoras de Ohlalá no han oído hablar en su vida -no, no es por ser prejuiciosa que saco esta conclusión ya que yo misma leo esos blogs y escuché de estos temas, sino por los comentarios que leo- y me parece que por ahí puede prender el "fueguito" de querer saber más, de entender que otra crianza es posible.
Me encanta el blog de Inés y China, si tienen un tiempito, pasen a conocerlas.
Llevándonos en brazos
27 septiembre 2009
Se termina la Semana Internacional de la Crianza en Brazos y mi blog ha permanecido extrañamente mudo. Mi alma está enredada buscando un rumbo, han pasado cosas esta semana: algunas ayudan a crecer y otras tiran desde el pasado. Pero a pesar de estas aguas turbulentas desde las cuales empiezo a vivenciar el fin de mi puerperio (tirando puertas abajo en forma metafórica y también literal), no quiero dejar de dedicarle un último post a nuestro querido babywearing. Fundamentalmente porque devolvió a mi hija al lugar del cual nunca debió salir, pero también porque creo que es la forma más fácil de criar a nuestros hijos: respetar el continuum humano es responder a la necesidad de los bebés de estar en brazos hasta que por sí mismos decidan bajar. Y es también respetar -cómo no- cuando quieren bajar ;-)
Al llevar en brazos a mi bebé no sólo la llevé a ella, sino que también me llevé a mi misma. A la Luisina chiquitita que recuerdo llorando a gritos en plena Peatonal Córdoba porque no la querían hacer upa. A la que ahora mismo se tira al vacío y se queda sin red. Pero vamos sanando de a poco, porque nos tenemos incondicionalmente: yo te llevo a vos y vos me llevás a mí.
Y cuando no querés ir arriba, caminás contenta. Y cuando no te animás, te doy la mano. Porque de eso se trata: de acompañarnos y de estar juntas.


Video Promocional de la SICB 2009
16 septiembre 2009
Realizado por Babywearing Internacional. La semana que viene ¡a cangurear más que nunca!
Más información aquí.
"Keep your baby close enough to kiss", bellísimo mensaje final ;-)
Más información aquí.
"Keep your baby close enough to kiss", bellísimo mensaje final ;-)
Semana Internacional de la Crianza en Brazos
07 septiembre 2009

Entre el 21 y el 28 de septiembre se celebrará la Semana Internacional de la Crianza en Brazos, el lema de esta año es Close Enough to Kiss. Red Canguro ha propuesto, después de realizar una votación en su foro, el lema "Al alcance de tus besos" para la celebración en los países de habla hispana. Me encanta el lema, tanto en inglés como su adaptación al castellano. Les dejo fotos de Guille en la bandolera, cumpliendo con la premisa del lema de este año (miren mis pelos...jajaja)
Por más bebés en brazos, por más bebés felices.
¡Meta lograda!
26 agosto 2009
En julio del año pasado le hacíamos una ecografía de cadera a Guille que daba super bien. Según esa ecografía, la cadera de Guille estaba perfecta.
A principios de agosto hacíamos una placa radiográfica que dio en el límite entre una cadera normal y una cadera displásica. Hicimos una nueva ecografía: según la ecógrafa, la cadera estaba 10 puntos. El pediatra decidió esperar y hacer un nuevo control a los 6 meses, nosotros nos dormimos -o simplemente queríamos convencernos de que no era nada-.
En septiembre hacíamos el control y la placa daba mal: Guillermina tenía una subluxación de la cadera izquierda. El pediatra nos derivaba al traumatólogo, no olvido nuestra frustración por todo ese tiempo inútil de espera.
El 22 de septiembre le colocábamos el arnés de pavlik, sin certezas de que funcionara.
¡Funcionó! La cadera estaba recuperada, prescindimos del arnés el 19 de diciembre de 2008, con indicación de volver cuando Guille caminara.
Ayer tuvimos control y tenemos el alta definitiva. Y yo tengo una sensación de "meta lograda" que hace muchísimo no tenía. La cadera está perfecta.
Y de alguna manera, gracias a la displasia, hoy estamos acá.
La quepina más simple
25 agosto 2009
Hace tiempo, en una entrada sobre diferentes formas de colocarse un portabebé, Agustina (de la Red Social Familia Natural) comentó acerca de cuál era su video preferido sobre porteo. Al verlo quedé encantada, pensando ¿cómo puede ser que con algo tan simple podamos llevar cómodamente a nuestro bebé? Y así es, con un trozo de tela de 1,40 x 1,40 podemos hacer esto:
¡Gracias Agus!
¡Gracias Agus!
"Tu hijo es una buena persona" por Carlos González
18 agosto 2009

Foto: Seema KK en Flickr Creative Commons
A propósito de algo que mi amiga Sheila comentó en la Red Social Familia Natural, alguien citó un texto de Carlos González que es, en realidad, una versión resumida del último capítulo de la primera parte del libro Bésame Mucho. Volví a leer el texto, emocionada y tengo que reconocer que es uno de mis fragmentos favoritos del libro. Personalmente (y esto cuenta solo para mí) pienso que mi hija no necesita que le "enseñe a dormir" -ya que el sueño es un proceso neurológico madurativo-, tampoco necesita que la "entrene" para ir al baño -también es un proceso madurativo- y límites sí le pongo, pero siempre desde el amor y el respeto. En conclusión, creo firmemente que el amor nutre muchísimo más que los falsos preceptos acerca de la crianza y quiero enseñarle a Guillermina que el mundo es un bello lugar, no un sitio constantemente lleno de amenazas y peligros. Este texto es maravilloso y nos recuerda cosas que la "cultura" tapa con sus frases incoherentes y vacías de sentido. Es larguísimo, pero lo publico entero por si alguien no tiene el libro.
"Muchos expertos, probablemente bienintencionados, nos hablan de los problemas de conducta de los niños. Hay problemas de alimentación, problemas de sueño, celos, violencia, egoísmo... Todo el mundo nos habla de los problemas de nuestros hijos, de cómo detectarlos, cómo prevenirlos o cómo solucionarnos, de cómo nos «manipulan» o de por qué hay que ponerles límites. Nadie nos recuerda que nuestros hijos son buenas personas.
Y lo son. Tienen, forzosamente, que serlo. Ninguna especie animal podría sobrevivir si sus individuos no nacieran con la capacidad de adquirir el comportamiento normal de los adultos y la tendencia a hacerlo. No hace falta mucho esfuerzo para enseñar a un león a comer carne o a una golondrina a volar hasta África. Lo difícil, lo que requeriría unos métodos educativos absolutamente aberrantes, sería conseguir un león vegetariano o una golondrina que no emigrase. La inmensa mayoría de los recién nacidos, si se les cría adecuadamente (es decir, con cariño, respeto y contacto físico), serán niños normales y más tarde adultos normales. El ser humano es un animal social, y por tanto la capacidad para amar y ser amados, respetar y ser respetados, ayudar a los demás y obtener ayuda de otros miembros del grupo, comprender y respetar normas sociales (en definitiva, ser una buena persona), son aspectos normales de nuestra personalidad. La educación esmerada, la religión o la ley nos pueden dar otras cosas; pero no son imprescindibles para llegar a ser buena persona. Nuestros antepasados, sin duda, ya eran buenas personas cuando vivían en cuevas, del mismo modo que las gallinas son «buenas gallinas» sin necesidad de escuelas o policía.
Vamos, pues, a pasar revista a algunas de las buenas cualidades de nuestros hijos.
Su hijo es desinteresado
"Muchos expertos, probablemente bienintencionados, nos hablan de los problemas de conducta de los niños. Hay problemas de alimentación, problemas de sueño, celos, violencia, egoísmo... Todo el mundo nos habla de los problemas de nuestros hijos, de cómo detectarlos, cómo prevenirlos o cómo solucionarnos, de cómo nos «manipulan» o de por qué hay que ponerles límites. Nadie nos recuerda que nuestros hijos son buenas personas.
Y lo son. Tienen, forzosamente, que serlo. Ninguna especie animal podría sobrevivir si sus individuos no nacieran con la capacidad de adquirir el comportamiento normal de los adultos y la tendencia a hacerlo. No hace falta mucho esfuerzo para enseñar a un león a comer carne o a una golondrina a volar hasta África. Lo difícil, lo que requeriría unos métodos educativos absolutamente aberrantes, sería conseguir un león vegetariano o una golondrina que no emigrase. La inmensa mayoría de los recién nacidos, si se les cría adecuadamente (es decir, con cariño, respeto y contacto físico), serán niños normales y más tarde adultos normales. El ser humano es un animal social, y por tanto la capacidad para amar y ser amados, respetar y ser respetados, ayudar a los demás y obtener ayuda de otros miembros del grupo, comprender y respetar normas sociales (en definitiva, ser una buena persona), son aspectos normales de nuestra personalidad. La educación esmerada, la religión o la ley nos pueden dar otras cosas; pero no son imprescindibles para llegar a ser buena persona. Nuestros antepasados, sin duda, ya eran buenas personas cuando vivían en cuevas, del mismo modo que las gallinas son «buenas gallinas» sin necesidad de escuelas o policía.
Vamos, pues, a pasar revista a algunas de las buenas cualidades de nuestros hijos.
Su hijo es desinteresado
Laura, de tres meses, llora desconsolada. Ha mamado, tiene el pañal limpio, no tiene frío, no tiene calor, no se ha clavado ningún imperdible. Su mamá la toma en brazos, le canturrea unas palabras cariñosas y al momento Laura está calmada. La vuelve a dejar en la cuna y al instante rompe a llorar.
—No tiene hambre, no tiene sed, no le pasa nada —dicen las malas lenguas—. ¿Qué diablos querrá ahora?
Quiere a su madre. La quiere a usted. No la quiere por la comida, ni por la ropa, ni por el calor, ni por los juguetes que le comprará más adelante, ni por el colegio de pago al que la llevará, ni por el dinero que le dejará en herencia. El amor de un niño es puro, absoluto, desinteresado.
Freud creía que los niños quieren a su madre porque de ella obtienen el alimento. Es la llamada teoría del impulso secundario (la madre es secundaria, lo primario es la leche) Bowlby, con su teoría del apego, mantiene todo lo contrario que la necesidad de madre es independiente de la necesidad de alimento, y probablemente mayor.
¿Por qué no disfruta usted, como madre, de esta maravillosa sensación de recibir un amor absoluto? ¿Se sentiría usted mejor si su hija sólo la llamase cuando tuviera hambre, sed o frío, y pasase olímpicamente de usted cuando estuviera satisfecha? Nadie negaría la comida a un niño que llora de hambre; nadie dejaría de abrigar a un niño que llora de frío. ¿Dejará usted de tomar en brazos a un niño que llora porque necesita cariño?
Su hijo es generoso
No hace mucho una madre, preocupada, me preguntaba cuándo dejaría su hija de año y medio de ser tan egoísta; cuándo aprendería a compartir.
¿Por qué el aprender a compartir obsesiona tanto a algunos padres y educadores? ¿De qué les va a servir a los niños aprender una cosa así? Los adultos no compartimos casi nada.
Un ejemplo. Isabel, no llega a dos añitos, juega en el parque con su cubo, su palita y su pelota, bajo la atenta y cariñosa mirada de mamá. Claro, como le faltan manos, en ese momento sólo la pala está bajo su posesión directa, y el cubo y la pelota yacen a cierta distancia. Se acerca un niño desconocido, más o menos del mismo tamaño, se sienta al lado de Isabel y sin mediar palabra agarra la pelota. Isabel llevaba diez minutos sin hacer ningún caso de la pelota, y en un principio sigue tan tranquila dando golpes en el suelo con su pala. ¿Tan tranquila? Un observador atento habrá notado que los golpes son un poco más fuertes, y que Isabel vigila la pelota por el rabillo del ojo. El recién llegado, por su parte, parece plenamente consciente de que pisa terreno resbaladizo; aparta la pelota, observa el efecto, la vuelve a acercar... Para que no haya lugar a malentendidos, Isabel advierte: «¡É mía!»; y al poco se cree obligada a especificar: «¡Pelota é mía!» El intruso, que aparentemente todavía no domina las frases de tres palabras (o tal vez, simplemente, prefiere no comprometerse), se limita a repetir: «¡Pelota, peloooota, pota!» Temerosa sin duda de que estas palabras equivalgan a una reclamación de propiedad, Isabel decide recuperar la plena posesión de su pelotita verde. El intruso no ofrece demasiada resistencia, pero en un descuido logra hacerse con el cubo. Isabel juega unos minutos, satisfecha con la pelota recién recuperada, pero de pronto parece inquieta. ¿Y el cubo? ¡Pero a dónde vamos a llegar!
Y así podemos pasar media tarde. Unas veces, Isabel cederá de buen grado, durante unos minutos, el disfrute de alguna de sus posesiones. Otras veces lo tolerará de mal grado. Otras no lo tolerará en absoluto. En ocasiones, ella misma ofrecerá al otro niño su propia pala a cambio de su propio cubo, Puede haber algunos llantos y gritos por ambas partes; pero, en todo caso, es probable que su nuevo «amigo» consiga bastantes minutos de juego relativamente pacífico.
Es muy posible también que ambas madres intervengan. Y aquí se produce un hecho que nunca deja de sorprenderme: en vez de defender como una leona a su cría, cada madre se pone de parte del otro niño. «Venga, Isabel, déjale la pala a este niño.» «Vamos, Pedrito, devuélvele a esta niña su pala.» En el mejor de los casos, la cosa quedará en suaves exhortaciones; pero no pocas veces las madres compiten en una loca carrera de generosidad (¡qué fácil es ser generoso con la pala de otro!): «¡Ya está bien, Isabel, si te vas a portar así, mamá se enfada!» «¡Pedrito, pide perdón ahora mismo, o nos vamos!» «¡Déjelo, señora, que juegue, que juegue con la pala! Es que esta niña es una egoísta...» «¡Uy, pues el mío es tremendo! Tengo que estar todo el día detrás, porque siempre está chinchando a otros niños y quitándoles las cosas...» Y así acaban los dos castigados, como pequeños países en conflicto que podrían haber llegado fácilmente a un acuerdo amistoso si no hubieran intervenido las dos superpotencias.
Escenas como ésta, mil veces repetidas, hacen que a veces consideremos egoístas a nuestros hijos. Nosotros compartiríamos sin dudarlo una pala de plástico y una pelota de goma. Pero, ¿realmente somos más generosos que ellos, o es que los juguetes nos traen sin cuidado?
Es preciso poner las cosas en perspectiva. Imagine que es usted la que está sentada en un banco del parque escuchando música. A su lado, sobre el banco, su bolso sobre un periódico doblado. En esto se acerca un desconocido, se sienta a su lado y sin mediar palabra se pone a leer su periódico. Poco después deja el periódico (¡abierto y tirado por el suelo!), coge su bolso, lo abre, examina su interior... ¿Sabría usted compartir? ¿Cuánto tardaría en decirle cuatro frescas al desconocido, o en agarrar el bolso y salir corriendo? Si ve pasar a lo lejos a un policía, ¿no le llamaría? Imagine ahora que el policía se acerca y le dice:
—Ya está bien, déjale el bolso a este señor, o me enfado. Usted perdone, caballero, es que esta mujer todavía no sabe compartir... ¿Le gusta el teléfono móvil? Llame, llame a donde quiera... ¡Tú calla, mujer, como sigas protestando te vas a enterar!
Nuestra disposición a compartir depende de tres factores: qué prestarnos, a quién y durante cuánto tiempo. A un compañero de trabajo le podemos prestar un libro durante semanas, pero nos molesta que un desconocido nos toque el periódico sin pedir permiso. Sólo a un amigo del alma o a un pariente le prestaríamos nuestro coche para ir a dar una vuelta. Un niño pequeño tiene pocas posesiones, y un cubo, una pala o una pelota son tan importantes para él como para nosotros un bolso, un ordenador o una moto. El tiempo se le hace largo, y prestar un juguete durante unos minutos le resulta tan difícil como a su padre prestar el coche durante unos días. Y también distingue entre amigos y desconocidos, aunque no nos demos cuenta. Por ejemplo, ¿cuál de estas dos frases usaría la mamá de Isabel para resumir las historias arriba explicadas?:
a) Mientras Isabel estaba jugando en la arena con un amiguito, un desconocido me cogió el periódico y casi me quita el bolso, ¡qué susto!
b) Mientras yo jugaba con un amigo a pasarnos el bolso, un desconocido intentó quitarle la pelota a Isabel, ¡qué susto!
Claro, desde el punto de vista de un adulto, cualquier niño de dos años, indefenso y desvalido, es un «amiguito». Pero cuando mides menos de un metro, un niño de dos años es un desconocido, y puede que incluso un «individuo con sospechosas intenciones».
Un ejemplo final: Enrique, de veinticinco años, no sabiendo cómo calmar el llanto de su hijo Quique, de ocho meses, usa las llaves del coche como sonajero. Quique agarra las llaves, las menea, las mira, las vuelve a menear. Una niña de unos seis años se acerca y le hace monerías: «Uy, qué guapo ¿Cómo se llama? ¿Cuántos meses tiene? (es una de esas niñas precoces). Mi primo Antonio también tiene ocho meses, hoy no ha venido porque está con otitis.» «Hooola, Quiiique ¡Qué llaves más chulas! ¿Me las das? Toma, te las cambio por la pelota.» Enrique padre está encantado con la nueva amiguita de su hijo, hasta que la niña sale corriendo con las llaves, dejando la pelota como justo pago. ¿Cuántas décimas de segundo cree que tardará Enrique en salir detrás para recuperar las llaves? Quique ha compartido, pero su padre no está dispuesto a hacerlo.
En comparación, nuestros hijos son mucho más generosos que nosotros.
¿Por qué el aprender a compartir obsesiona tanto a algunos padres y educadores? ¿De qué les va a servir a los niños aprender una cosa así? Los adultos no compartimos casi nada.
Un ejemplo. Isabel, no llega a dos añitos, juega en el parque con su cubo, su palita y su pelota, bajo la atenta y cariñosa mirada de mamá. Claro, como le faltan manos, en ese momento sólo la pala está bajo su posesión directa, y el cubo y la pelota yacen a cierta distancia. Se acerca un niño desconocido, más o menos del mismo tamaño, se sienta al lado de Isabel y sin mediar palabra agarra la pelota. Isabel llevaba diez minutos sin hacer ningún caso de la pelota, y en un principio sigue tan tranquila dando golpes en el suelo con su pala. ¿Tan tranquila? Un observador atento habrá notado que los golpes son un poco más fuertes, y que Isabel vigila la pelota por el rabillo del ojo. El recién llegado, por su parte, parece plenamente consciente de que pisa terreno resbaladizo; aparta la pelota, observa el efecto, la vuelve a acercar... Para que no haya lugar a malentendidos, Isabel advierte: «¡É mía!»; y al poco se cree obligada a especificar: «¡Pelota é mía!» El intruso, que aparentemente todavía no domina las frases de tres palabras (o tal vez, simplemente, prefiere no comprometerse), se limita a repetir: «¡Pelota, peloooota, pota!» Temerosa sin duda de que estas palabras equivalgan a una reclamación de propiedad, Isabel decide recuperar la plena posesión de su pelotita verde. El intruso no ofrece demasiada resistencia, pero en un descuido logra hacerse con el cubo. Isabel juega unos minutos, satisfecha con la pelota recién recuperada, pero de pronto parece inquieta. ¿Y el cubo? ¡Pero a dónde vamos a llegar!
Y así podemos pasar media tarde. Unas veces, Isabel cederá de buen grado, durante unos minutos, el disfrute de alguna de sus posesiones. Otras veces lo tolerará de mal grado. Otras no lo tolerará en absoluto. En ocasiones, ella misma ofrecerá al otro niño su propia pala a cambio de su propio cubo, Puede haber algunos llantos y gritos por ambas partes; pero, en todo caso, es probable que su nuevo «amigo» consiga bastantes minutos de juego relativamente pacífico.
Es muy posible también que ambas madres intervengan. Y aquí se produce un hecho que nunca deja de sorprenderme: en vez de defender como una leona a su cría, cada madre se pone de parte del otro niño. «Venga, Isabel, déjale la pala a este niño.» «Vamos, Pedrito, devuélvele a esta niña su pala.» En el mejor de los casos, la cosa quedará en suaves exhortaciones; pero no pocas veces las madres compiten en una loca carrera de generosidad (¡qué fácil es ser generoso con la pala de otro!): «¡Ya está bien, Isabel, si te vas a portar así, mamá se enfada!» «¡Pedrito, pide perdón ahora mismo, o nos vamos!» «¡Déjelo, señora, que juegue, que juegue con la pala! Es que esta niña es una egoísta...» «¡Uy, pues el mío es tremendo! Tengo que estar todo el día detrás, porque siempre está chinchando a otros niños y quitándoles las cosas...» Y así acaban los dos castigados, como pequeños países en conflicto que podrían haber llegado fácilmente a un acuerdo amistoso si no hubieran intervenido las dos superpotencias.
Escenas como ésta, mil veces repetidas, hacen que a veces consideremos egoístas a nuestros hijos. Nosotros compartiríamos sin dudarlo una pala de plástico y una pelota de goma. Pero, ¿realmente somos más generosos que ellos, o es que los juguetes nos traen sin cuidado?
Es preciso poner las cosas en perspectiva. Imagine que es usted la que está sentada en un banco del parque escuchando música. A su lado, sobre el banco, su bolso sobre un periódico doblado. En esto se acerca un desconocido, se sienta a su lado y sin mediar palabra se pone a leer su periódico. Poco después deja el periódico (¡abierto y tirado por el suelo!), coge su bolso, lo abre, examina su interior... ¿Sabría usted compartir? ¿Cuánto tardaría en decirle cuatro frescas al desconocido, o en agarrar el bolso y salir corriendo? Si ve pasar a lo lejos a un policía, ¿no le llamaría? Imagine ahora que el policía se acerca y le dice:
—Ya está bien, déjale el bolso a este señor, o me enfado. Usted perdone, caballero, es que esta mujer todavía no sabe compartir... ¿Le gusta el teléfono móvil? Llame, llame a donde quiera... ¡Tú calla, mujer, como sigas protestando te vas a enterar!
Nuestra disposición a compartir depende de tres factores: qué prestarnos, a quién y durante cuánto tiempo. A un compañero de trabajo le podemos prestar un libro durante semanas, pero nos molesta que un desconocido nos toque el periódico sin pedir permiso. Sólo a un amigo del alma o a un pariente le prestaríamos nuestro coche para ir a dar una vuelta. Un niño pequeño tiene pocas posesiones, y un cubo, una pala o una pelota son tan importantes para él como para nosotros un bolso, un ordenador o una moto. El tiempo se le hace largo, y prestar un juguete durante unos minutos le resulta tan difícil como a su padre prestar el coche durante unos días. Y también distingue entre amigos y desconocidos, aunque no nos demos cuenta. Por ejemplo, ¿cuál de estas dos frases usaría la mamá de Isabel para resumir las historias arriba explicadas?:
a) Mientras Isabel estaba jugando en la arena con un amiguito, un desconocido me cogió el periódico y casi me quita el bolso, ¡qué susto!
b) Mientras yo jugaba con un amigo a pasarnos el bolso, un desconocido intentó quitarle la pelota a Isabel, ¡qué susto!
Claro, desde el punto de vista de un adulto, cualquier niño de dos años, indefenso y desvalido, es un «amiguito». Pero cuando mides menos de un metro, un niño de dos años es un desconocido, y puede que incluso un «individuo con sospechosas intenciones».
Un ejemplo final: Enrique, de veinticinco años, no sabiendo cómo calmar el llanto de su hijo Quique, de ocho meses, usa las llaves del coche como sonajero. Quique agarra las llaves, las menea, las mira, las vuelve a menear. Una niña de unos seis años se acerca y le hace monerías: «Uy, qué guapo ¿Cómo se llama? ¿Cuántos meses tiene? (es una de esas niñas precoces). Mi primo Antonio también tiene ocho meses, hoy no ha venido porque está con otitis.» «Hooola, Quiiique ¡Qué llaves más chulas! ¿Me las das? Toma, te las cambio por la pelota.» Enrique padre está encantado con la nueva amiguita de su hijo, hasta que la niña sale corriendo con las llaves, dejando la pelota como justo pago. ¿Cuántas décimas de segundo cree que tardará Enrique en salir detrás para recuperar las llaves? Quique ha compartido, pero su padre no está dispuesto a hacerlo.
En comparación, nuestros hijos son mucho más generosos que nosotros.
Su hijo es ecuánime
Es decir, tiende a mantener un estado de ánimo estable. En palabras más sencillas, su hijo no es nada llorón.
¿Cómo que no, si se pasa el día llorando? Los niños pequeños, es cierto, lloran más a menudo que los adultos y por eso solemos decir que los niños son llorones.
¿Y si resulta que, simplemente, tienen más motivos para llorar?
«Es que lloran sin motivo», me dirá usted. «Lloran por cualquier tontería.» Lloran, según la edad, porque se les cae una torre de piezas de construcción, porque no les compramos un helado, porque les llevamos al médico, porque nos vamos cinco minutos, porque no encuentran la teta a la primera, porque les cambiamos el pañal, porque les secamos el pelo... Ningún adulto lloraría por esas cosas, desde luego.
¿Y por qué lloraría usted? Haga un experimento: siente en su regazo a su hijo de uno o dos años y dígale las cosas más tristes que se le ocurran: «Te van a hacer una inspección de hacienda.» «Te han despedido del trabajo.» «Te están saliendo unas patas de gallo espantosas.» «Tu equipo de fútbol baja a segunda...» No llorará. Las cosas que nos hacen llorar a los niños y a los adultos son totalmente distintas.
Entre las cosas que con más frecuencia hacen llorar a un niño pequeño están:
—Separarse dos minutos de su madre.
—Intentar hacer algo que no le sale.
—Notar algo raro y no saber qué es.
—Necesitar algo y no saber cómo conseguirlo.
Todas ellas son cosas, para su desgracia, que pueden ocurrir (y ocurren) varias veces al día. En cambio, las cosas que nos hacen llorar a los mayores ocurren sólo de tarde en tarde. Por eso parece que somos menos llorones, pero no es cierto. Si nuestro equipo bajase a segunda varias veces al día, si nos despidiesen del trabajo cada mañana, si se muriesen cada día varios de nuestros mejores amigos, nos pasaríamos también el día llorando.
Su hijo sabe perdonar
Emilia y su hijo Óscar, de seis años, han tenido una fuerte diferencia de opiniones. Para no perdernos con los detalles, digamos tan sólo que Emilia era partidaria de que Óscar se duchase, mientras que este último se sentía muy limpio. Ha habido gritos, llantos, insultos y amenazas. Un testigo imparcial reconocería que la mayor parte de los llantos ha venido de una de las partes en conflicto, y la mayor parte de los insultos y de las amenazas de la otra.
De eso hace una hora. ¿Cuál de estas personas cree usted que está ahora contenta y feliz, y continúa con sus ocupaciones como si nada hubiera ocurrido, mostrándose incluso inusualmente alegre y zalamera; y cuál, por el contrario, es más probable que esté todavía enfadada, haciendo reproches, rezongando? «Mira, mamá, mira qué hago.» «No, mamá no ríe. " «¿Iremos al zoo el domingo?» «A ver, ¿tú crees que te lo mereces? ¿Te parece que te has portado bien?»
Arturo, el padre, vuelve ahora del trabajo. ¿Cuál de las siguientes frases le parece que oirá?:
a) «Mamá se ha puesto tremenda esta tarde, no sabes la escenita que me ha hecho. Tienes que decirle algo.»
b) «Este niño ha estado toda la tarde muy impertinente, no me hace ni caso. Tienes que decirle algo.»
Nuestros hijos nos perdonan, cada día, docenas de veces. Perdonan sin doblez, sin reservas, sin reproches, hasta olvidar completamente el agravio. Se les pasa el enfado mucho antes que a nosotros.
De eso hace una hora. ¿Cuál de estas personas cree usted que está ahora contenta y feliz, y continúa con sus ocupaciones como si nada hubiera ocurrido, mostrándose incluso inusualmente alegre y zalamera; y cuál, por el contrario, es más probable que esté todavía enfadada, haciendo reproches, rezongando? «Mira, mamá, mira qué hago.» «No, mamá no ríe. " «¿Iremos al zoo el domingo?» «A ver, ¿tú crees que te lo mereces? ¿Te parece que te has portado bien?»
Arturo, el padre, vuelve ahora del trabajo. ¿Cuál de las siguientes frases le parece que oirá?:
a) «Mamá se ha puesto tremenda esta tarde, no sabes la escenita que me ha hecho. Tienes que decirle algo.»
b) «Este niño ha estado toda la tarde muy impertinente, no me hace ni caso. Tienes que decirle algo.»
Nuestros hijos nos perdonan, cada día, docenas de veces. Perdonan sin doblez, sin reservas, sin reproches, hasta olvidar completamente el agravio. Se les pasa el enfado mucho antes que a nosotros.
Su hijo es valiente
Imagine que está usted haciendo cola en su banco cuando entran unos individuos armados con la cara tapada. Si le dicen que se tire al suelo, ¿no se tira? Si le dicen que se calle, ¿no se calla? Si le dicen que se esté quieta, ¿no se queda de piedra? ¿Cree que un niño de dos años hubiera obedecido? Imposible, Ninguna fuerza, ninguna amenaza, ni siquiera una pistola apuntándole puede hacer que un niño de dos años se esté quieto media hora, deje de pedir pipí o deje de llorar en plena rabieta. Admire su valor, en vez de quejarse de su «obstinación».
Su hijo es diplomático
Pedro y Antonio, dos amigos de cinco años, juegan en el parque mientras sus padres charlan en un banco. En esto llega Luis, otro niño de la clase, con su mamá. ¡No está poco contento Luis con el triciclo que le acaban de comprar para su cumpleaños!
Tres niños, un solo triciclo. ¿A quién puede extrañarle que surja un conflicto, cuando hemos visto morir a miles de personas por cosas mucho más feas, como un pozo de petróleo o una mina de diamantes?
Pedro y Antonio, como todos los desposeídos, son de izquierdas y consideran que la riqueza debe repartirse entre los camaradas. Luis, como todos los nuevos ricos, se ha hecho de derechas y opina que lo que es de cada uno es de cada uno. Hay un malentendido, un forcejeo. Pedro (que es un poco mayor) agarra con violencia el triciclo, y Luis cae de culo al suelo llorando desconsolado.
¡Ya está armada! La madre de Luis le reprocha que no preste sus juguetes y que lloriquee tanto. Se lo reprocha, hay que decirlo, un poco por «el qué dirán», pues en el fondo piensa que ha empezado el otro y que vaya amigos más gamberros que tiene su hijo. El padre de Pedro está muy enfadado; es consciente de que su hijo ha iniciado la «agresión» y probablemente se ve obligado por el mismo «qué dirán» a exagerar la nota. Increpa a su hijo, le grita, le atosiga con preguntas retóricas, «¡pero que te has creído!», de esas que dejan al niño totalmente inerme (pues sabe que si no dice nada, se lo volverán a preguntar: «Venga, dime, ¿te parece a ti bonito empujar a la gente?»; pero si dice algo será peor: «¡A mí no me repliques!»). La filípica adquiere tales proporciones que ya Luis ha dejado de llorar y observa, más asustado que satisfecho, mientras Pedro empieza a llorar por su parte y Antonio contempla la escena estupefacto.
Por fin Antonio parece tener una idea. Llama la atención de Luis y le hace reír con su mejor imitación de cierto personaje de la tele. Una vez roto el hielo, le propone echar una carrera. «Hasta la fuente», acepta Luis. «¡Vamos, Pedro, tonto el último!» Y salen los tres de estampida.
¡Qué fina maniobra! Antonio ha ideado una elaborada estrategia para desatascar la situación, y Luis, pese a ser la parte ofendida, lo ha entendido enseguida y le ha secundado para librar a su amigo del furor paterno. Ya los tres juegan en perfecta armonía, olvidado el incidente y abandonado el triciclo, junto a los padres todavía enfadados. Hasta es posible que la madre de Luis exclame: «¿Y para esto me hace bajar a la calle con el triciclo? ¡Ya ves, ahora a jugar a otra cosa y el triciclo aquí muerto de risa!». El padre de Antonio calla, pero está muy orgulloso de su hijo.
Su hijo es sincero
¡Y cómo nos molesta su sinceridad! Hemos inventado palabras ofensivas y denigrantes para calificarle cada vez que dice lo que piensa: «¿Por qué ese señor es negro?» (¡No seas impertinente!) «¡Quiero chocolate!» (¡No seas pesado!) «¡Mira qué mujer más gorda!» (¡No seas grosero!) «¡No me gustan los guisantes!» (¡No seas caprichoso!) «¿Para qué tengo que lavarme? No estoy sucio» (¡No seas contestón!) ¿Cuándo aprenderán esas útiles virtudes del adulto: el disimulo, la astucia, el engaño...? Las aprenderán cuando se den cuenta de que se ahorran muchas regañinas si dicen mentiras o si callan verdades.
El maestro tiene que ausentarse un momento y ordena a Carlos, de siete años, que en su calidad de primero de la clase se quede vigilando. La noble tarea del vigilante consiste en pasear entre los pupitres con los brazos cruzados, riñendo a los niños que hablan. Uno de los niños se levanta sin motivo, Carlos, en ejercicio de sus funciones, le dice que se siente; el otro no quiere. Carlos avanza con los brazos cruzados hacia el infractor, con una vaga idea de devolverlo a su pupitre por la fuerza. Se empujan mutuamente con los brazos cruzados, se les escapa la risa, toda la clase ríe.
En lo mejor de la diversión regresa el maestro, muy enfadado. Carlos intenta justificarse, pero el maestro no quiere explicaciones. Sólo hace una pregunta en tono conminatorio:
—¿Tú crees que se puede reír mientras se vigila?
—Sí —responde Carlos, y recibe una sonora bofetada.
El maestro vuelve a preguntar gritando:
—¿Tú crees que se puede reír mientras se vigila?
Esta vez Carlos se toma unos instantes para contestar. Está asustado, paralizado por el terror. Intenta comprender el motivo, qué ha hecho mal para merecer este trato. Porque no le han pegado por jugar en clase, sino por responder a una pregunta. Y él ha respondido correctamente: ha dicho la verdad. Evidentemente, el maestro quiere que conteste «no». ¿Puede contestar «no» y salvarse? Carlos intenta justificarse a sí mismo ese «no», busca desesperadamente un motivo para cambiar su respuesta. No lo encuentra. Si la pregunta hubiera sido «¿está permitido reír mientras se vigila?», podría contestar «no» de inmediato (él no sabía que no estaba permitido, pero ahora lo sabe: el enfado del maestro muestra bien a las claras que no está permitido). Pero la pregunta ha sido: «¿Tú crees que se puede...?». «Sí, piensa Carlos, yo creo que sí que se puede. Eso es lo que yo creo, ésa es la verdad, no puedo contestar otra cosa.» No quiere ser un héroe, no quiere desafiar al maestro, sólo quiere decir la verdad y, entre sollozos e hipidos, vuelve a decir: «¡Sí!»
El maestro le propina una bofetada todavía más fuerte y, con los ojos fulgurantes, el rostro congestionado y un tono terriblemente amenazador, repite la fatídica pregunta:
—¿Tú crees que se puede reír mientras se vigila?
¿Cuántas bofetadas puede soportar un niño de siete años? Carlos vacila, piensa en decir que sí, tiene miedo. Haciendo un esfuerzo inspira profundamente, contiene sus sollozos, pronuncia un «no» lastimero y rompe a llorar amargamente.
Esta escena tuvo lugar hace treinta y cinco años; y Carlos, lo habrán adivinado, era yo. No recuerdo el dolor de los golpes, no recuerdo la humillación. Recuerdo sólo el asombro, el estupor, el desconcierto y..., sobre todo, la rabia y la impotencia, el haber sido obligado a decir una mentira.
Su hijo es sociable
Observe con qué facilidad se pone su hijo a jugar con cualquier otro niño. No le importa la clase social, la raza ni la forma de vestir. Nunca oirá a su hijo pequeño hacer manifestaciones racistas («estoy harto de estos moros, vienen en pateras y nos quitan el tobogán»).
Aunque los padres se nieguen el saludo por viejas rencillas, los niños se hablan sin prejuicios. No hace mucho era costumbre intentar limitar esta sociabilidad de los niños («no me gusta que juegues con Fulanito, es malo / no es como nosotros / no te conviene / es una mala compañía»).
Su hijo es comprensivo
Acabo de hacer un pequeño experimento. He buscado en Internet la frase «los niños son crueles» y he encontrado 40 páginas que la contienen. La frase «los niños son cariñosos» sólo aparece en una de los millones de páginas de Internet. «Los niños son comprensivos», en ninguna.
Se acusa a los niños de abusar de los más débiles, poner motes y burlarse de los que tienen algún defecto. Pero esas conductas constituyen la excepción y no la regla. Es cierto que, por su falta de experiencia social, los niños pueden hacer preguntas embarazosas o mirar insistentemente a una persona con algún defecto físico. Pero también son capaces de tratar con la mayor naturalidad a cualquier compañero y aceptarlo tal como es, sin preocuparse por su aspecto.
Conozco una familia con varios hijos, el mayor de los cuales sufre un retraso mental profundo. No camina ni habla. Durante un tiempo, cogió la mala costumbre de tirar con fuerza del pelo a todo aquel, niño o adulto, que se le pusiese a mano. Sus hermanos pequeños comprendían perfectamente que no era responsable de sus actos y mostraban una exquisita tolerancia. Si en sus correrías pasaban demasiado cerca del hermano y quedaban atrapados, se limitaban a quedarse muy quietos, con una evidente expresión de dolor, y a llamar suavemente a algún adulto para que viniera a liberarlos. Por supuesto, si les estiraba del pelo cualquier otro, respondían con la adecuada contundencia.
Numerosos investigadores han comprobado que los niños menores de tres años suelen mostrar empatia, es decir, preocupación por el sufrimiento ajeno. Cuando un compañero llora, es frecuente que intenten consolarle.
Bowlby cita un estudio en el que se observó cuidadosa mente el comportamiento de veinte niños de uno a tres años en una guardería. Diez de ellos habían sufrido abusos, los otros diez provenían de familias con problemas, pero no habían sufrido abusos. Los niños que habían sido maltratados se peleaban el doble que los otros y mostraban además tres conductas que no se observaron en ninguno de los niños no maltratados: agredir a un adulto, agredir a otro niño sin ningún motivo ni provocación, aparentemente sólo para molestar, gritar o pegar a otros niños que lloraban, en vez de intentar consolarlos.
Aunque los padres se nieguen el saludo por viejas rencillas, los niños se hablan sin prejuicios. No hace mucho era costumbre intentar limitar esta sociabilidad de los niños («no me gusta que juegues con Fulanito, es malo / no es como nosotros / no te conviene / es una mala compañía»).
Su hijo es comprensivo
Acabo de hacer un pequeño experimento. He buscado en Internet la frase «los niños son crueles» y he encontrado 40 páginas que la contienen. La frase «los niños son cariñosos» sólo aparece en una de los millones de páginas de Internet. «Los niños son comprensivos», en ninguna.
Se acusa a los niños de abusar de los más débiles, poner motes y burlarse de los que tienen algún defecto. Pero esas conductas constituyen la excepción y no la regla. Es cierto que, por su falta de experiencia social, los niños pueden hacer preguntas embarazosas o mirar insistentemente a una persona con algún defecto físico. Pero también son capaces de tratar con la mayor naturalidad a cualquier compañero y aceptarlo tal como es, sin preocuparse por su aspecto.
Conozco una familia con varios hijos, el mayor de los cuales sufre un retraso mental profundo. No camina ni habla. Durante un tiempo, cogió la mala costumbre de tirar con fuerza del pelo a todo aquel, niño o adulto, que se le pusiese a mano. Sus hermanos pequeños comprendían perfectamente que no era responsable de sus actos y mostraban una exquisita tolerancia. Si en sus correrías pasaban demasiado cerca del hermano y quedaban atrapados, se limitaban a quedarse muy quietos, con una evidente expresión de dolor, y a llamar suavemente a algún adulto para que viniera a liberarlos. Por supuesto, si les estiraba del pelo cualquier otro, respondían con la adecuada contundencia.
Numerosos investigadores han comprobado que los niños menores de tres años suelen mostrar empatia, es decir, preocupación por el sufrimiento ajeno. Cuando un compañero llora, es frecuente que intenten consolarle.
Bowlby cita un estudio en el que se observó cuidadosa mente el comportamiento de veinte niños de uno a tres años en una guardería. Diez de ellos habían sufrido abusos, los otros diez provenían de familias con problemas, pero no habían sufrido abusos. Los niños que habían sido maltratados se peleaban el doble que los otros y mostraban además tres conductas que no se observaron en ninguno de los niños no maltratados: agredir a un adulto, agredir a otro niño sin ningún motivo ni provocación, aparentemente sólo para molestar, gritar o pegar a otros niños que lloraban, en vez de intentar consolarlos.
Los niños criados con cariño y respeto son cariñosos y respetuosos. No todo el rato, por supuesto, pero sí la mayor parte del tiempo. Ésa es su tendencia natural, pues en el ser humano la cooperación con otros miembros del grupo es tan natural como el andar o el hablar. Para conseguir que los niños se vuelvan agresivos, tenemos que empujarles de alguna manera, apartarles del camino normal. Los niños «educados» a gritos gritan. Los niños «educados» a golpes pegan".
En Carlos González: Bésame Mucho. Cómo criar a tus hijos con amor, Temas de Hoy, Madrid, 2003.
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Luisina Serenelli
Docente // Fotógrafa // Blogger //Feminista // Doula// Escritora // Lectora incansable // Mamá de Guille y Emi // Enamorada de David // En permanente deconstrucción y construcción