Its a wonderfull world
30 diciembre 2008
Y llegó diciembre...se nos va el año más importante de nuestras vidas. Sin duda no fue el año más fácil...ya lo dijo Ludovica que este no era un buen año para los caballos, y encima cometí el peor de los pecados: tuve una hija rata!!!! Jajaja, fuera de bromas...despido este año con alegría y con nostalgia. Fue emocionalmente agotador vivir la fusión bebémamá...llegamos maltrechos pero listos para seguir construyéndonos. Gracias a todos los que me acompañaron este año...hacen que mi vida se ilumine cada día. Los quiero mucho, mucho, mucho...
Sin dudas...its a wonderfull world...
Sin dudas...its a wonderfull world...
La Navidad interior
24 diciembre 2008
Las Navidades se han convertido en una agotadora carrera de compras masivas de computadoras, teléfonos celulares, cámaras digitales, i-pohne, i-pod, y algún que otro juguete de plástico entre tanta tecnología. Las principales invitadas a la fiesta son las tarjetas de crédito, que se desangran en su afán por llenar todos los vacíos existenciales. Comemos hasta el hartazgo, discutimos con qué parte de la familia pasaremos las fiestas, abrimos los regalos entre llantos de niños desbordados…y terminamos desahuciados después de la terrible maratón.
Más profundamente, cada mes de diciembre compartimos el ritual de recordar una vivencia sencilla y extraordinaria: la historia de una madre que atravesó su parto en medio de la naturaleza, entre sus cabras, sus asnos y sus bueyes, amparada por un hombre llamado José. Según algunos textos, José partió en busca de la partera pero cuando ésta llegó, Jesús ya había nacido. La mujer al mirar la escena exclamó: “Ese niño que apenas nacido ya toma el pecho de su madre, se convertirá en un hombre que juzgará según el Amor y no según la Ley”. Esa preciosa criatura fue recibida en una atmósfera sagrada, con el calor del establo y bajo el éxtasis de la mirada amorosa de su madre. Dos mil años más tarde aún estamos festejando el nacimiento de un niño en buenas condiciones y reverenciando el milagro de la vida.
Pensándolo así, la Navidad debería ser la ocasión para rendir tributo a cada nuevo nacimiento de bebes cuidados y acariciados. Estos niños se convertirán en una generación de hombres y mujeres que traerán sabiduría y paz interior a los seres humanos. Por eso, decidamos si nos importa tanto seguir consumiendo frenéticamente alimentando la nada, o si es el momento de aportar algo de claridad, apoyo y cariño a cada mujer lista para parir, nutriendo el futuro.
Laura Gutman
Crónica de una lactancia frustrada
22 diciembre 2008
Quiero contar mi experiencia de lactancia: fue un fracaso que duele aún hoy y seguirá doliendo por mucho tiempo más, pero tal vez a alguien pueda servirle para hacerlo distinto y tener éxito o para sentirse identificado.
Durante el embarazo leí muchísimo sobre lactancia, estuve en reposo dos meses y me dediqué a informarme y prepararme. Mis pezones son normales y supuse que no tendría mayores dificultades. Estaba tan segura de lactar durante dos años o más, tan confiada de que iba a poder que no pude ver lo que me esperaba. Cuando mi suegra me decía cosas como "mi leche no sirvió" yo me callaba y por dentro me moría de risa pensando: qué ignorantes que eran antes, por suerte ahora las mujeres estamos informadas acerca de los beneficios de la leche materna, por suerte sabemos que todas las leches sirven, por suerte tenemos conocimiento de que el tamaño de los pechos o la contextura física no tiene nada que ver con lactar. Obviamente no le contestaba porque yo estaba absolutamente segura de algo: quería darle la teta a mi bebé hasta, por lo menos, los dos años. Y como dicen que si una tiene confianza en sí misma seguro lo logra, solamente esperaba el momento de ponerme el bebé al pecho.
Así llegó el 3 de marzo, mi bebé nació en una cesárea programada a las 37 semanas por oligoamnios y posición podálica. Tuvo distres respiratorio y fue a neo por dos horas. Como Guillermina lloraba (claro: estaba sola, NECESITABA a su mamá más que al oxígeno) le dieron una mamadera con fórmula...todavía no sé por qué, en todos lados había leído que un bebé nace con una reserva alimentaria de 8 horas...y que lo único que necesita es estar cerca de su mamá: olerla, reconocerla y succionar! Llegó mi marido con mi hijita y las cosas se sucedieron así: vino la enfermera y me dijo "ahora disfrutá, después vamos a intentar prenderla a la teta" pero ¿cómo?¿prenderla a la teta no era parte del disfrute? En ese momento yo estaba tan eufórica que me limité a decirle que sí...que hiciera sus cosas total mi hija ahí estaba...esperando...
Después vino el obstetra: "No más de 15 minutos de cada lado, cada 3 horas"...yo digo ¿algún médico sabe algo de lactancia? (y sé que las que estan leyendo tiene la misma duda que yo)
Finalmente vino la enfermera y la prendimos a la teta, momento perfecto...desde el principio tuvo una excelente colocación: toda la areóla en su boquita y labios hacia afuera. Un único problema: se cansaba tanto de succionar que se dormía, la enfermera me enseñó a despertarla pellizcándola en la axila...pero igual se dormía. No mamaba más de 5 minutos cada vez. No lloraba, entonces yo la despertaba cada 3 horas...era lo que me habían dicho, no? Me la llevé a casa sin que llorara una sola vez por hambre. Yo la despertaba o, si estaba despierta la ponía a la teta...sentí que nos iba fenomenal y pensé: no tuve parto natural pero sí tengo lactancia: genial.
Llegamos a casa y seguimos con la misma rutina hasta el viernes 7 de marzo en que visitamos al pediatra. Cuando la pesa: primer golpe...había descendido mucho más del 10% habitual que pierde un bebé en sus primeros días. Ahí nomás en la balanza me dice: hay que agregar complemento. Y me indica: primero teta y después el complemento. No le doy nada el complemento: mi hija tenía 4 días y decidí esperar y esperarme. A la semana vuelvo a la consulta, la pesa y había aumentado 80 gr. no saben la frustración que sentí en ese momento...es verdad que los pediatras pretenden que los chicos aumenten más de los que se puede aumentar con la lactancia materna, pero convengamos que 80 gr. no es un aumento. Tengo que confesar que le mentí, le dije que la beba no había aceptado el complemento. Entonces me larga "Ya que no lo acepta después de la teta se lo vas a dar antes". Volví a mi casa y empecé a darle el complemento pero después de la teta. A los 3 días decidí que no le iba a seguir dando el complemento. Cuando volvemos a la consulta había aumentado 100 gr., cada vez peor...habían pasado tres semanas y no había recuperado el peso de nacimiento...es horrible que te pase esto que estoy contando. Y yo hacía todo lo que te dicen que hay que hacer para tener más leche: tomaba 4 litros de agua, comía super bien, intentaba descansar, la ponía al pecho todo el tiempo: llegué a estar tardes enteras con la beba en la teta y ella succionaba y succionaba. Y el resultado fue siempre el mismo: no aumentaba. Es terriblemente frustrante...todos te dicen: dale el complemento pero a la vez te hablan de la importancia de la teta. Así estaba yo: en pleno puerperio, sin dormir, con la beba en la teta todo el día y ella no subía de peso. Fue francamente desesperante.
También busqué ayuda en Fundalam. No me dieron mucha bola o eso me pareció a mi, que estaba bastante alterada emocionalmente por mi puerperio. El obstetra en lugar de apoyarme y enseñarme me amenazó: "Si le das la mamadera deja la teta y en una semana la tenés enferma"...yo digo ¿amenazar a una primeriza con la enfermedad de su beba de una semana es una forma de promover la lactancia? Tengo que confesar que también rechacé ayuda de gente que realmente podría haber salvado mi lactancia...aún hoy me pregunto por qué lo hice.
Cuando volví al pediatra a la semana, la pesó y bueno...se imaginan lo que pasó: no había aumentado. Ya tenía casi un mes de nacida y pesaba poco más de 3 kg. Ahí el pediatra me dijo "un bebé tiene que crecer, si no crece no se desarrolla el sistema neurológico". La verdad es que ahora cuento esto y me siento super infantil, no sé por qué le mentí al pediatra. Yo nunca le dije de frente "quiero amamantar, ayudame"...soy bastante tímida y más cuando otro tiene el poder. Y en ese momento fui demasiado dócil...no supe expresar, poner en palabras lo que realmente quería, seguramente él me hubiera entendido porque es un muy buen médico.
Y me rendí...ya no había mucho por hacer. Introduje la mamadera, seguí con la lactancia mixta pero ya había perdido la confianza en mi misma y de eso no había retorno. A los 5meses y medio Guille no quiso más la teta...leche me seguía saliendo, incluso hasta un mes y medio después. Cometí muchos errores, no me crucé en el camino con la gente adecuada y hasta tengo que reconocer que a lo mejor tuve vagancia...Y ahí, casi sobre los cinco meses de mi hija me cayó en las manos el libro de Gutman que muchas habrán leído ("La maternidad y el encuentro..."). Me reconocí tanto en cada uno de los capítulos, lo leí en los viajes en colectivo hasta la ciudad en la que trabajo: lo leí llorando de principio a fin, y ahí empecé el ejercicio de autorreconocimiento, ahí empecé a asumirme como mamá y generé mi nueva identidad. Tal vez fue el inconsciente el que no me dejó lactar o tal vez no...no sé, nunca lo sabré del todo. Sé que las circunstancias no me ayudaron y que siento una pena enorme por eso. Hice muchas cosas que no alcanzaron, tal vez hubiera sido necesario que hiciera más...sigo estando a favor de la lactancia materna pero ahora sé que es difícil y admiro a la que lo logra. También sé que logré formar un vínculo muy fuerte con mi hija y que eso va mucho más allá de la lactancia. Pero me quedó la sensación amarga de no haber podido lograrlo.
Mi carta para el Niñito Jesús
19 diciembre 2008
Este texto lo escribí ayer a la noche...
Hace más de 20 años yo pedía y se me daba. Pedía al Niñito Jesús un bebote Yolibell y en la penumbra de una casa humilde, solo iluminada por las luces del arbolito, encontraba al lado del pesebre el bebote pedido y un casete de música infantil. Fue la última vez que le pedí algo al Niñito porque fue la última Navidad de misterio y magia: ese año me enteré de que eran mis viejos. Nosostros no sabíamos de Santa Claus ni de Papá Noel, les juro que hasta más allá de los 13 años ni siquiera sabía cómo era su aspecto. A mi casa siempre venía el Niñito a traer los regalos y ese era el espíritu de la Navidad. Ese era mi pedido y tuve mi bebote...
Hoy vuelvo a pedir al Niñito. Pido porque veo sufrir a mi hija; desde hace tres meses está inmovilizada por un aparato ortopédico: tiene displasia de caderas. Los primeros días que tuvo el aparato yo ni siquiera toleraba mirarla...llegué a pensar, llena de culpa, que no la quería. Después comprendí que ver sufrir a un hijo es uno de los dolores más profundos por los cuales le puede tocar atravesar a un ser humando. De tan intolerable evitamos mirar, no queremos ver. Se me borró esa sensación penosa al descubrir que ella igual sonreía, igual reía a carcajadas, igual jugaba, igual podía ser feliz a pesar de las limitaciones. Los siete meses pedían descubrimientos y se los acercamos, pedían autonomía y estamos esperando que todo pase para dársela. Sin duda ha sido una prueba dura pero luchamos los tres por alcanzar la meta (los 4 en realidad porque su abuela también colaboró).
El 5 de noviembre nos dijeron que volviéramos en 45 días...me pareció tan lejano ese día. Mañana se cumplen y tenemos que regresar al médico: tengo ansiedad y miedo. No logro imaginar cómo será el momento en que mi hija esté libre de ese aparato. Cada día fue una victoria porque fue el símbolo de nuestra constancia. Sé que hay cosas peores pero ahora no puedo pensar mucho más allá de lo que nos pasa a nosotros. Sé que el diagnóstico era una operación y gracias al detestable/adorable aparato pudimos prescindir de la misma. Yo, que atravesé la enfermedad de mis padres, la muerte y su posterior duelo no tolero el más mínimo sufrimiento de mi hija. Las situaciones duras no te hacen más fuerte: a veces logran colmar el vaso y uno termina sintiendo que siempre te pasa todo...pero no, la felicidad existe.
Por eso pido...mi regalo de Navidad Niñito Jesús: deseo con todo mi corazón que mi hija esté totalmente recuperada de la displasia de caderas. Deseo que podamos lavar y guardar el arnés de pavlik como testimonio de lo atravesado. Deseo que se sanen las heridas que mi beba tiene en la espalda y que fueron provocadas por el roce. Deseo que pueda disfrutar su primer verano metida en el agua. Deseo, deseo, deseo....aunque dé miedo desear así.
No es un milagro...es un pedido de ayuda porque nos esforzamos, porque hicimos todo lo que podíamos, porque hace tres meses que no dejo un segundo a mi hija en el cochecito si está despierta, porque la amamos y queremos ver su sonrisa siempre, siempre, siempre....
Mañana a la tarde sabremos si Guillermina necesita más tiempo para sanar o si lo hicimos demasiado bien...Yo pido porque hace mucho que no lo hago...desde aquél muñeco Yollibel con el que entrenaba para ser mamá.
Sea ahora o en un tiempo: el mérito es solo nuestro, no de los médicos que se limitan a decir frases como "si, no es nada...tiene que usar un aparatito", "ni se va a dar cuenta". O de otros médicos que sólo se limitan a recetarte el aparato, se lo colocan y te mandan a tu casa diciendo "volvé en 45 días" sin siquiera mirarte a la cara. El mérito es nuestro y, si se quiere, de don Pavlik. Ya veremos...
Viernes 19 de diciembre de 2008, 23:16 hs. Hoy a la tarde, el mismo médico que nos mandó por segunda vez a casa por 45 días sin casi mirarnos, nos dijo "sacale el arnés, traela a control cuando camine, sos una exagerada" nos miró un poquito más y contestó de malagana algunas dudas mías...y afuera (ah, soy una exagerada porque lloré). Nosotros felices...todo el mérito es nuestro y del Señor Pavlik...benditas correas!!!! Guille durmiendo a patasuelta, soy feliz: el Niñito Jesús ya me trajo su regalo :)
Hace más de 20 años yo pedía y se me daba. Pedía al Niñito Jesús un bebote Yolibell y en la penumbra de una casa humilde, solo iluminada por las luces del arbolito, encontraba al lado del pesebre el bebote pedido y un casete de música infantil. Fue la última vez que le pedí algo al Niñito porque fue la última Navidad de misterio y magia: ese año me enteré de que eran mis viejos. Nosostros no sabíamos de Santa Claus ni de Papá Noel, les juro que hasta más allá de los 13 años ni siquiera sabía cómo era su aspecto. A mi casa siempre venía el Niñito a traer los regalos y ese era el espíritu de la Navidad. Ese era mi pedido y tuve mi bebote...
Hoy vuelvo a pedir al Niñito. Pido porque veo sufrir a mi hija; desde hace tres meses está inmovilizada por un aparato ortopédico: tiene displasia de caderas. Los primeros días que tuvo el aparato yo ni siquiera toleraba mirarla...llegué a pensar, llena de culpa, que no la quería. Después comprendí que ver sufrir a un hijo es uno de los dolores más profundos por los cuales le puede tocar atravesar a un ser humando. De tan intolerable evitamos mirar, no queremos ver. Se me borró esa sensación penosa al descubrir que ella igual sonreía, igual reía a carcajadas, igual jugaba, igual podía ser feliz a pesar de las limitaciones. Los siete meses pedían descubrimientos y se los acercamos, pedían autonomía y estamos esperando que todo pase para dársela. Sin duda ha sido una prueba dura pero luchamos los tres por alcanzar la meta (los 4 en realidad porque su abuela también colaboró).
El 5 de noviembre nos dijeron que volviéramos en 45 días...me pareció tan lejano ese día. Mañana se cumplen y tenemos que regresar al médico: tengo ansiedad y miedo. No logro imaginar cómo será el momento en que mi hija esté libre de ese aparato. Cada día fue una victoria porque fue el símbolo de nuestra constancia. Sé que hay cosas peores pero ahora no puedo pensar mucho más allá de lo que nos pasa a nosotros. Sé que el diagnóstico era una operación y gracias al detestable/adorable aparato pudimos prescindir de la misma. Yo, que atravesé la enfermedad de mis padres, la muerte y su posterior duelo no tolero el más mínimo sufrimiento de mi hija. Las situaciones duras no te hacen más fuerte: a veces logran colmar el vaso y uno termina sintiendo que siempre te pasa todo...pero no, la felicidad existe.
Por eso pido...mi regalo de Navidad Niñito Jesús: deseo con todo mi corazón que mi hija esté totalmente recuperada de la displasia de caderas. Deseo que podamos lavar y guardar el arnés de pavlik como testimonio de lo atravesado. Deseo que se sanen las heridas que mi beba tiene en la espalda y que fueron provocadas por el roce. Deseo que pueda disfrutar su primer verano metida en el agua. Deseo, deseo, deseo....aunque dé miedo desear así.
No es un milagro...es un pedido de ayuda porque nos esforzamos, porque hicimos todo lo que podíamos, porque hace tres meses que no dejo un segundo a mi hija en el cochecito si está despierta, porque la amamos y queremos ver su sonrisa siempre, siempre, siempre....
Mañana a la tarde sabremos si Guillermina necesita más tiempo para sanar o si lo hicimos demasiado bien...Yo pido porque hace mucho que no lo hago...desde aquél muñeco Yollibel con el que entrenaba para ser mamá.
Sea ahora o en un tiempo: el mérito es solo nuestro, no de los médicos que se limitan a decir frases como "si, no es nada...tiene que usar un aparatito", "ni se va a dar cuenta". O de otros médicos que sólo se limitan a recetarte el aparato, se lo colocan y te mandan a tu casa diciendo "volvé en 45 días" sin siquiera mirarte a la cara. El mérito es nuestro y, si se quiere, de don Pavlik. Ya veremos...
Viernes 19 de diciembre de 2008, 23:16 hs. Hoy a la tarde, el mismo médico que nos mandó por segunda vez a casa por 45 días sin casi mirarnos, nos dijo "sacale el arnés, traela a control cuando camine, sos una exagerada" nos miró un poquito más y contestó de malagana algunas dudas mías...y afuera (ah, soy una exagerada porque lloré). Nosotros felices...todo el mérito es nuestro y del Señor Pavlik...benditas correas!!!! Guille durmiendo a patasuelta, soy feliz: el Niñito Jesús ya me trajo su regalo :)
Dile que lo quieres
Cerremos los ojos y recordemos lo más hermoso que nos han dicho nuestros padres: Princesa…rey de la casa…mi vida…eres un encanto…cariño…mi corazón…mi amor…mi cielo…qué guapo…qué listo…
¿Estamos sonriendo?
Tal vez algunos de nosotros no logremos traer estos recuerdos, y en su lugar aparezcan sin permiso otros: qué tonto eres…pues sólo sabes mentir…que si sigues así se lo diré a tu padre…eres malo…no te quiero… ¿acaso no comprendes?... ¿eres sordo?...distraída como su madre…
¿Estamos compungidos?
Lo que nuestros padres -o quienes se ocuparon de criarnos- hayan dicho, se ha constituido necesariamente en lo más sólido de nuestra identidad. Porque somos los adultos quienes nombramos cómo son las cosas. Por eso lo que decimos, es.
El niño pequeño no pone en duda lo que escucha de los mayores. Puede ser doloroso o gratificante, pero en todos los casos, la interpretación de los adultos es absolutamente certera para el niño que aprende a traducir al mundo a través del cristal de los mayores.
En este sentido, la intención con la que hablamos con los niños es importante. Si los amamos de verdad, seguramente nuestras palabras estarán cargadas de sentimientos cariñosos y suaves. Pero si estamos llenos de resentimiento, destilaremos odio aún cuando los niños no tengan nada que ver.
Es verdad que hay situaciones donde el niño se equivoca o hace algo inadecuado. Pues bien. Una cosa es conversar sobre eso que “hizo” mal, y otra cosa es que ese acto lo convierta en alguien que “es” malo. Sólo nuestro rencor puede confundir entre lo uno y lo otro. Si el niño, de tanto escuchar a sus padres diciendo lo mismo, se convence de que es malo, quedará atrapado por ese circuito donde “es” en la medida que es malo, y para ser malo, tiene que seguir haciendo todo lo que haga enfadar a sus padres. En ese punto, ha perdido toda esperanza de ser amado sin condiciones.
Para el niño “eternamente malo a ojos de sus padres”, siempre aparecerá otro individuo que actuará el personaje opuesto: “el eternamente bueno”. A veces es alguien tan cercano como el propio hermano o hermana, u otra persona muy próxima a la familia. Allí, en ese personaje, -no importa qué es lo que haga- recaerá toda la admiración y será nombrado por los padres como alguien “bueno, inteligente y listo”. Esta es la prueba fehaciente de que no se trata de lo que cada uno es o hace, sino de la necesidad de los adultos de proyectar polarizadamente, nuestros lados aceptados y nuestros lados vergonzosos en otros individuos, para no hacernos cargo de quienes somos. Y también para dividir la vida en un costado bien negro y en otro bien blanco, de modo de tener cierta sensación de claridad. Que por supuesto no es tal.
Parece que los adultos necesitamos mostrar todo lo que los niños hacen mal, cuán ineptos o torpes son, para sentirnos un poquito más inteligentes. Es una paradoja, porque al actuar de esta forma, es obvio que somos increíblemente estúpidos.
Sin embargo las cosas son más sencillas de lo que parecen. Decirles a los niños que son hermosos, amados, bienvenidos, adorados, generosos, nobles, bellos, que son la luz de nuestros ojos y la alegría de nuestro corazón; genera hijos aún más agradables, sanos, felices y bien dispuestos. Y no hay nada más placentero que convivir con niños alegres, seguros y llenos de amor. No hay ningún motivo para no prodigarles palabras repletas de colores y sueños, salvo que estemos inundados de rabia y rencor. Es posible que las palabras bonitas no aparezcan en nuestro vocabulario, porque jamás las hemos recibido en nuestra infancia. En ese caso, nos toca aprenderlas con tenacidad y voluntad. Si hacemos ese trabajo ahora, nuestros hijos -al devenir padres- no tendrán que aprender esta lección. Porque surgirán de sus entrañas con total naturalidad, las palabras más bellas y las frases más gratificantes hacia sus hijos. Y esas cadenas de palabras amorosas se perpetuarán por generaciones y generaciones, sin que nuestros nietos y bisnietos reparen en ellas, porque harán parte de su genuina manera de ser.
Parece que nuestra generación es bisagra en la evolución de la sociedad occidental. A las mujeres nos toca aprender a trabajar y lidiar con el dinero. A ser autónomas. Nos toca aprender sobre nuestra sexualidad. A re aprender a ser madres con parámetros diferentes de los de nuestras madres y abuelas. Y nos toca aprender a amar. Por eso es posible que sintamos que es un enorme desafío y además es mucho trabajo, esto de criar a los niños de un modo diferente a como hemos sido criadas. Es verdad. Es mucho trabajo. Pero se lo estamos ahorrando a nuestra descendencia. Pensemos que es una inversión a futuro con riesgo cero. De ahora en más… ¡sólo palabras de amor para nuestros hijos! Gritemos al viento que los amamos hasta el cielo. Y más alto aún. Y más y más.
Laura Gutman
Publicado en la página http://www.lauragutman.com.ar/
¿Estamos sonriendo?
Tal vez algunos de nosotros no logremos traer estos recuerdos, y en su lugar aparezcan sin permiso otros: qué tonto eres…pues sólo sabes mentir…que si sigues así se lo diré a tu padre…eres malo…no te quiero… ¿acaso no comprendes?... ¿eres sordo?...distraída como su madre…
¿Estamos compungidos?
Lo que nuestros padres -o quienes se ocuparon de criarnos- hayan dicho, se ha constituido necesariamente en lo más sólido de nuestra identidad. Porque somos los adultos quienes nombramos cómo son las cosas. Por eso lo que decimos, es.
El niño pequeño no pone en duda lo que escucha de los mayores. Puede ser doloroso o gratificante, pero en todos los casos, la interpretación de los adultos es absolutamente certera para el niño que aprende a traducir al mundo a través del cristal de los mayores.
En este sentido, la intención con la que hablamos con los niños es importante. Si los amamos de verdad, seguramente nuestras palabras estarán cargadas de sentimientos cariñosos y suaves. Pero si estamos llenos de resentimiento, destilaremos odio aún cuando los niños no tengan nada que ver.
Es verdad que hay situaciones donde el niño se equivoca o hace algo inadecuado. Pues bien. Una cosa es conversar sobre eso que “hizo” mal, y otra cosa es que ese acto lo convierta en alguien que “es” malo. Sólo nuestro rencor puede confundir entre lo uno y lo otro. Si el niño, de tanto escuchar a sus padres diciendo lo mismo, se convence de que es malo, quedará atrapado por ese circuito donde “es” en la medida que es malo, y para ser malo, tiene que seguir haciendo todo lo que haga enfadar a sus padres. En ese punto, ha perdido toda esperanza de ser amado sin condiciones.
Para el niño “eternamente malo a ojos de sus padres”, siempre aparecerá otro individuo que actuará el personaje opuesto: “el eternamente bueno”. A veces es alguien tan cercano como el propio hermano o hermana, u otra persona muy próxima a la familia. Allí, en ese personaje, -no importa qué es lo que haga- recaerá toda la admiración y será nombrado por los padres como alguien “bueno, inteligente y listo”. Esta es la prueba fehaciente de que no se trata de lo que cada uno es o hace, sino de la necesidad de los adultos de proyectar polarizadamente, nuestros lados aceptados y nuestros lados vergonzosos en otros individuos, para no hacernos cargo de quienes somos. Y también para dividir la vida en un costado bien negro y en otro bien blanco, de modo de tener cierta sensación de claridad. Que por supuesto no es tal.
Parece que los adultos necesitamos mostrar todo lo que los niños hacen mal, cuán ineptos o torpes son, para sentirnos un poquito más inteligentes. Es una paradoja, porque al actuar de esta forma, es obvio que somos increíblemente estúpidos.
Sin embargo las cosas son más sencillas de lo que parecen. Decirles a los niños que son hermosos, amados, bienvenidos, adorados, generosos, nobles, bellos, que son la luz de nuestros ojos y la alegría de nuestro corazón; genera hijos aún más agradables, sanos, felices y bien dispuestos. Y no hay nada más placentero que convivir con niños alegres, seguros y llenos de amor. No hay ningún motivo para no prodigarles palabras repletas de colores y sueños, salvo que estemos inundados de rabia y rencor. Es posible que las palabras bonitas no aparezcan en nuestro vocabulario, porque jamás las hemos recibido en nuestra infancia. En ese caso, nos toca aprenderlas con tenacidad y voluntad. Si hacemos ese trabajo ahora, nuestros hijos -al devenir padres- no tendrán que aprender esta lección. Porque surgirán de sus entrañas con total naturalidad, las palabras más bellas y las frases más gratificantes hacia sus hijos. Y esas cadenas de palabras amorosas se perpetuarán por generaciones y generaciones, sin que nuestros nietos y bisnietos reparen en ellas, porque harán parte de su genuina manera de ser.
Parece que nuestra generación es bisagra en la evolución de la sociedad occidental. A las mujeres nos toca aprender a trabajar y lidiar con el dinero. A ser autónomas. Nos toca aprender sobre nuestra sexualidad. A re aprender a ser madres con parámetros diferentes de los de nuestras madres y abuelas. Y nos toca aprender a amar. Por eso es posible que sintamos que es un enorme desafío y además es mucho trabajo, esto de criar a los niños de un modo diferente a como hemos sido criadas. Es verdad. Es mucho trabajo. Pero se lo estamos ahorrando a nuestra descendencia. Pensemos que es una inversión a futuro con riesgo cero. De ahora en más… ¡sólo palabras de amor para nuestros hijos! Gritemos al viento que los amamos hasta el cielo. Y más alto aún. Y más y más.
Laura Gutman
Publicado en la página http://www.lauragutman.com.ar/
La pelota
18 diciembre 2008
Hoy, un cuento que me gusta muchísimo porque me hace acordar a mi abuela. Es bueno releerlo en estas épocas en donde parece que el consumo de cosas materiales es desenfrenado...hagamos un alto y veamos qué cosas nos hacen felices y cuáles son importantes para nuestros hijos. Que lo disfruten.
La pelota
Felisberto Hernández
Cuando yo tenía ocho años pasé una larga temporada con mi abuela en una casita pobre. Una tarde le pedí muchas veces una pelota de varios colores que yo veía a cada momento en el almacén. Al principio mi abuela me dijo que no podía comprármela, y que no la cargoseara; después amenazó con pegarme; pero al rato y desde la puerta de la casita – pronto para correr – yo le volví a pedir que me comprara la pelota. Pasaron unos instantes y cuando ella se levantó de la máquina de donde cocía, yo salí corriendo. Sin embargo ella no me persiguió: empezó a revolver un baúl y a sacar trapos. Cuando me di cuenta que quería hacer una pelota de trapo, me vino mucho fastidio. Jamás esa pelota sería como la del almacén. Mientras ella la forraba y le daba puntadas, me decía que no podía comprar la otra y que no había más remedio que conformarse con ésta. Lo malo era que ella me decía que la de trapo sería más linda; era eso lo que me hacía rabiar. Cuando la estaba terminando, vi cómo ella la redondeaba, tuve un instante de sorpresa y sin querer hice una sonrisa; pero enseguida me volví a encaprichar.
Al tirarla contra el patio el trapo blanco del forro se ensució de tierra; yo la sacudía y la pelota perdía la forma: me daba angustia de verla tan fea; aquello no era una pelota; yo tenía la ilusión de la otra y empecé a rabiar de nuevo. Después de haberle dado las más furiosas patadas me encontré con que la pelota hacía movimientos por su cuenta: tomaba direcciones e iba a lugares que no eran los que yo imaginaba; tenía un poco de voluntad propia y parecía un animalito; le venían caprichos que me hacían pensar que ella tampoco tendría ganas de que yo jugara con ella. A veces se achataba y corría con una dificultad ridícula; de pronto parecía que iba a parar, pero después resolvía dar dos o tres vueltas más. En una de las veces que le pegué con todas mis fuerzas, no tomó dirección ninguna y quedó dando vueltas a una velocidad vertiginosa. Quise que eso se repitiera pero no lo conseguí. Cuando me cansé, se me ocurrió que aquel era un juego muy bobo; casi todo el trabajo lo tenía que hacer yo; pegarle a la pelota era lindo; pero después uno se cansaba de ir a buscarla a cada momento. Entonces la abandoné en la mitad del patio.
Después volví a pensar en la del almacén y a pedirle a mi abuela que me la comprara. Ella volvió a negármela pero me mandó a comprar dulce de membrillo (cuando era día de fiesta o estábamos tristes, comíamos dulce de membrillo). En el momento de cruzar el patio para ir al almacén, vi la pelota tan tranquila que me tentó y quise pegarle una patada bien en el medio y bien fuerte; para conseguirlo tuve que ensayarlo varias veces. Como yo iba al almacén, mi abuela me la quitó y me dijo que me la daría cuando volviera. En el almacén no quise mirar la otra, aunque sentía que ella me miraba a mi con sus colores fuertes. Después que nos comimos el dulce yo empecé de nuevo a desear la pelota que mi abuela me había quitado; pero cuando me la dio y jugué de nuevo me aburrí muy pronto. Entonces decidí ponerla en el portón y cuando pasara uno por la calle tirarle un pelotazo. Esperé sentado encima de ella. No pasó nadie. Al rato me paré para seguir jugando y al mirarla la encontré más ridícula que nunca: había quedado chata como una torta. Al principio me hizo gracia y me la ponía en la cabeza, la tiraba al suelo para sentir el ruido sordo que hacía al caer contra el piso de tierra y por último la hacía correr de costado como si fuera una rueda.Cuando me volvió el cansancio y la angustia le fui a decir a mi abuela que aquello no era una pelota, que era una torta y que si ella no me compraba la del almacén yo me moriría de tristeza. Ella se empezó a reír y a hacer saltar su gran barriga. Entonces yo puse mi cabeza en su abdomen y sin sacarla de allí me senté en una silla que mi abuela me arrimó. La barriga era como una gran pelota caliente que subía y bajaba con la respiración. Y después yo me fui quedando dormido.
*Hernandez, Felisberto (1902 - 1963). Escritor y músico. Nació y murió en Montevideo. Entre 1946 y 1948 vivó en París. Publicó, entre otros, los siguientes libros: Fulano de tal, Libro sin tapas, La cara de Ana, y La envenenada, Por los tiempos de Clemente Colling, El caballo perdido, Tierras de la memoria, Nadie encendía las lámparas.
La pelota
Felisberto Hernández
Cuando yo tenía ocho años pasé una larga temporada con mi abuela en una casita pobre. Una tarde le pedí muchas veces una pelota de varios colores que yo veía a cada momento en el almacén. Al principio mi abuela me dijo que no podía comprármela, y que no la cargoseara; después amenazó con pegarme; pero al rato y desde la puerta de la casita – pronto para correr – yo le volví a pedir que me comprara la pelota. Pasaron unos instantes y cuando ella se levantó de la máquina de donde cocía, yo salí corriendo. Sin embargo ella no me persiguió: empezó a revolver un baúl y a sacar trapos. Cuando me di cuenta que quería hacer una pelota de trapo, me vino mucho fastidio. Jamás esa pelota sería como la del almacén. Mientras ella la forraba y le daba puntadas, me decía que no podía comprar la otra y que no había más remedio que conformarse con ésta. Lo malo era que ella me decía que la de trapo sería más linda; era eso lo que me hacía rabiar. Cuando la estaba terminando, vi cómo ella la redondeaba, tuve un instante de sorpresa y sin querer hice una sonrisa; pero enseguida me volví a encaprichar.
Al tirarla contra el patio el trapo blanco del forro se ensució de tierra; yo la sacudía y la pelota perdía la forma: me daba angustia de verla tan fea; aquello no era una pelota; yo tenía la ilusión de la otra y empecé a rabiar de nuevo. Después de haberle dado las más furiosas patadas me encontré con que la pelota hacía movimientos por su cuenta: tomaba direcciones e iba a lugares que no eran los que yo imaginaba; tenía un poco de voluntad propia y parecía un animalito; le venían caprichos que me hacían pensar que ella tampoco tendría ganas de que yo jugara con ella. A veces se achataba y corría con una dificultad ridícula; de pronto parecía que iba a parar, pero después resolvía dar dos o tres vueltas más. En una de las veces que le pegué con todas mis fuerzas, no tomó dirección ninguna y quedó dando vueltas a una velocidad vertiginosa. Quise que eso se repitiera pero no lo conseguí. Cuando me cansé, se me ocurrió que aquel era un juego muy bobo; casi todo el trabajo lo tenía que hacer yo; pegarle a la pelota era lindo; pero después uno se cansaba de ir a buscarla a cada momento. Entonces la abandoné en la mitad del patio.
Después volví a pensar en la del almacén y a pedirle a mi abuela que me la comprara. Ella volvió a negármela pero me mandó a comprar dulce de membrillo (cuando era día de fiesta o estábamos tristes, comíamos dulce de membrillo). En el momento de cruzar el patio para ir al almacén, vi la pelota tan tranquila que me tentó y quise pegarle una patada bien en el medio y bien fuerte; para conseguirlo tuve que ensayarlo varias veces. Como yo iba al almacén, mi abuela me la quitó y me dijo que me la daría cuando volviera. En el almacén no quise mirar la otra, aunque sentía que ella me miraba a mi con sus colores fuertes. Después que nos comimos el dulce yo empecé de nuevo a desear la pelota que mi abuela me había quitado; pero cuando me la dio y jugué de nuevo me aburrí muy pronto. Entonces decidí ponerla en el portón y cuando pasara uno por la calle tirarle un pelotazo. Esperé sentado encima de ella. No pasó nadie. Al rato me paré para seguir jugando y al mirarla la encontré más ridícula que nunca: había quedado chata como una torta. Al principio me hizo gracia y me la ponía en la cabeza, la tiraba al suelo para sentir el ruido sordo que hacía al caer contra el piso de tierra y por último la hacía correr de costado como si fuera una rueda.Cuando me volvió el cansancio y la angustia le fui a decir a mi abuela que aquello no era una pelota, que era una torta y que si ella no me compraba la del almacén yo me moriría de tristeza. Ella se empezó a reír y a hacer saltar su gran barriga. Entonces yo puse mi cabeza en su abdomen y sin sacarla de allí me senté en una silla que mi abuela me arrimó. La barriga era como una gran pelota caliente que subía y bajaba con la respiración. Y después yo me fui quedando dormido.
*Hernandez, Felisberto (1902 - 1963). Escritor y músico. Nació y murió en Montevideo. Entre 1946 y 1948 vivó en París. Publicó, entre otros, los siguientes libros: Fulano de tal, Libro sin tapas, La cara de Ana, y La envenenada, Por los tiempos de Clemente Colling, El caballo perdido, Tierras de la memoria, Nadie encendía las lámparas.
Posición "ranita" en portabebés
16 diciembre 2008
Agosto 17, 2008 por mihmita
Los que conocemos los portabebés “tradicionales” usamos habitualmente este término para referirnos a la postura que adopta el bebé en este tipo de portabebés.
A muchas personas les sorprende ver a los bebés con las piernas “tan abiertas”…de hecho una de las preguntas frecuentes a los padres que llevamos a nuestros hijos en estos portabebés es : “¿no le haces daño en sus huesos o articulaciones al llevar sus piernas tan abiertas?” o “¿no va “espatarrado”?.
En los Talleres de Portabebés suelo mostrar como ejemplo de lo sano que es llevar al bebé en esta postura imágenes de los distintos “arneses” o aparatos que les colocan a bebés con displasia de cadera. Todos hemos visto algún bebé con este tipo de aparatos y sabemos que incluso duermen con ellos… sólo se les quita para bañarles .
Los que conocemos los portabebés “tradicionales” usamos habitualmente este término para referirnos a la postura que adopta el bebé en este tipo de portabebés.
A muchas personas les sorprende ver a los bebés con las piernas “tan abiertas”…de hecho una de las preguntas frecuentes a los padres que llevamos a nuestros hijos en estos portabebés es : “¿no le haces daño en sus huesos o articulaciones al llevar sus piernas tan abiertas?” o “¿no va “espatarrado”?.
En los Talleres de Portabebés suelo mostrar como ejemplo de lo sano que es llevar al bebé en esta postura imágenes de los distintos “arneses” o aparatos que les colocan a bebés con displasia de cadera. Todos hemos visto algún bebé con este tipo de aparatos y sabemos que incluso duermen con ellos… sólo se les quita para bañarles .
¿Por qué?
Porque cuando mantenemos al bebé en la postura “ranita” (sea con un arnés o colocado con un fular ) estamos asegurando que la cabeza del fémur quede completamente encajada en el acetábulo (hueco de la articulación) de la cadera. Incluso cuando ésta es algo plana, con esta posición aseguramos un correcto desarrollo de la articulación.
En algunos casos se llega a escayolar a los niños para asegurar esa posición.
Para aquéllos a los que les guste la anatomía, esta es la explicación médica de por qué esa postura es la mejor para los bebés.
Cuando las piernas están estiradas con los pies paralelos (posición anatómica), la cabeza del fémur no queda totalmente cubierta por el cotilo, su parte delantera permanece al descubierto
La posición en la que las superficies articulares tienen un máximo de contacto, es en la combinación de flexión, abducción y rotación externa.
Esta es la posición que se toma espontáneamente para lograr el reposo de la articulación.
Y esa es la posición que adopta el bebé en los portabebés correctos (fular, mei-tai, bandolera, pouch, mochila ergonómica…) con la ventaja de estar cerca de mamá o papá sin un arnés de estructura dura que le haga rozaduras…
Las mujeres de todas las culturas del mundo han cargado a sus bebés en esta postura de forma natural, sin saber de anatomía, de fisiología del bebé ni de abducción de la cadera…simplemente observando cómo su bebé iba cómodo y tranquilo cerca a su cuerpo y se desarrollaba sano…
Para saber más:
http://www.hip-baby.org/
http://www.healthsystem.virginia.edu/UVAHealth/peds_orthopaedics_sp/ddh.cfm
http://www.vhebron.es/ortopediatria/publicaciones/lcc.htm
http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/ency/article/000971.htm
http://www.abcdelbebe.com/etapas/el_bebe/6_a_12_meses/identifique_y_trate_a_tiempo_la_displasia_de_cadera
http://www.storchenwiege.com/babycarrierresearch.htm
Publicado originalmente en mimosytta.wordpress.com
Bésame mucho, por Carlos González
15 diciembre 2008
Epílogo
El día más feliz
"Mi corazón se conmueve ahora ante muchos recuerdos largo tiempo dormidos de mi madre, joven y hermosa (¡y yo tan viejo!)". Charles Dickens, Historia de dos ciudades
Cuando éramos niños, casi todos hemos escrito una redacción escolar titulada «El día más feliz de mi vida». En los colegios religiosos, el éxito estaba asegurado si relatabas tu primera comunión. Otros preferían recordar el regalo más grande y más costoso que les habían puesto los Reyes, el viaje a un país lejano, la visita al parque de atracciones...El pasar de los años cambia nuestra perspectiva, los objetos se desdibujan y las personas alcanzan entonces una estatura insospechada. La sonrisa de nuestra madre, el abrazo de nuestro padre, la mano de un amigo, una palabra de aliento, gratitud o perdón... Haga memoria, amigo lector. ¿Cuáles fueron los días más felices de su infancia?Manuel explica así uno de esos recuerdos imborrables:Debía de tener seis o siete años cuando, corriendo a oscuras por la casa, choqué con una puerta de cristal que siempre había estado abierta. Quedó echa añicos a mis pies. Me pegué un susto de muerte y me hice un pequeño corte en la frente. Pero no notaba ningún dolor; el miedo al castigo me paralizaba.Mí padre vino corriendo, me sacó de entre los vidrios rotos, me curó la herida, me miró de arriba abajo. Pero no me riñó. Al principio temblaba, esperando a cada momento escuchar unos gritos tremendos. Luego pensé que se había olvidado de reñirme e intenté pasar desapercibido. Pero al final el asombro y la curiosidad pudieron más y le pregunté aún lloroso: «¿No estás enfadado porque he roto la puerta?». «No», contestó, «la puerta no importa, lo único que me importa es que no te hayas hecho daño».Ahora comprendo que todos los padres damos más valor a nuestros hijos que a nada en el mundo. Pero raramente se lo decimos a nuestros hijos. Estoy muy agradecido a mi padre por habérmelo dicho.Ésta es la historia de Encarna:Uno de los días más felices que puedo recordar tuvo, en realidad, un mal comienzo. Tuve una pesadilla espantosa. Nada de monstruos ni hombres del saco; soñé con una ostra. Una ostra enorme que sacaba a una perla, también enorme, de su concha y no la dejaba volver a entrar. La pobre perla expulsada me dio una pena enorme. Me desperté chillando, auténticamente aterrorizada.Yo debía tener unos cinco años y dormía en una camita en la habitación de mis padres, que se despertaron, naturalmente asustados con mis gritos. Mi madre me invitó a dormir en su cama. Todos mis temores desaparecieron como por arte de magia, me sentía enormemente feliz y segura. Nunca volví a tener un mal sueño. Supe que siempre tendría un refugio, que siempre me protegería alguien.Yo, por mi parte, recuerdo una tarde, creo que era domingo, cuando tenía unos doce años. Vagaba aburrido por la casa. Mi madre me atrapó y me dijo: «Ven, siéntate aquí, en mis rodillas, como cuando eras pequeño.» Imagino que debí morirme de vergüenza, pero no logro recordar esa vergüenza. Recuerdo, en cambio, que empezó a cantar muy suavemente:Arrorró, mi niño chico, que viene el coco y se lleva...Apoyé mi cabeza en su seno y me invadió una paz infinita. Casi me quedo dormido. Era como volver a tener dos años.La mayoría de la gente no recuerda nada de su primera infancia. Yo sé lo que siente un bebé en brazos de su madre porque tuve el enorme privilegio de volver a ser un bebé durante media hora, a los doce años.Todas estas historias tienen algo en común. Los días más felices de nuestra infancia son aquellos en que nuestros padres (o nuestros abuelos, hermanos o amigos) nos hicieron felices. Incluso cuando nos parece que nos hizo feliz un tren eléctrico, si miramos mejor siempre hay personas detrás: los padres que nos lo entregaron con una sonrisa o con un elogio, el hermano con el que compartimos (no siempre de buen grado) el tren...Éramos hijos y ahora somos padres. Han pasado tantos años, pero tan poco tiempo, que a veces nos sorprendemos con los papeles cambiados. De pronto vemos nuestra propia infancia y a nuestros propios padres con una nueva luz. Miramos a nuestros hijos y nos preguntamos qué día, qué frase, qué aventura quedarán grabadas en su memoria para siempre; qué dolores quedarán clavados en su alma y qué alegrías guardará como un tesoro.Los días más felices de su hijo están por venir. Dependen de usted.
Dr. Carlos González
El día más feliz
"Mi corazón se conmueve ahora ante muchos recuerdos largo tiempo dormidos de mi madre, joven y hermosa (¡y yo tan viejo!)". Charles Dickens, Historia de dos ciudades
Cuando éramos niños, casi todos hemos escrito una redacción escolar titulada «El día más feliz de mi vida». En los colegios religiosos, el éxito estaba asegurado si relatabas tu primera comunión. Otros preferían recordar el regalo más grande y más costoso que les habían puesto los Reyes, el viaje a un país lejano, la visita al parque de atracciones...El pasar de los años cambia nuestra perspectiva, los objetos se desdibujan y las personas alcanzan entonces una estatura insospechada. La sonrisa de nuestra madre, el abrazo de nuestro padre, la mano de un amigo, una palabra de aliento, gratitud o perdón... Haga memoria, amigo lector. ¿Cuáles fueron los días más felices de su infancia?Manuel explica así uno de esos recuerdos imborrables:Debía de tener seis o siete años cuando, corriendo a oscuras por la casa, choqué con una puerta de cristal que siempre había estado abierta. Quedó echa añicos a mis pies. Me pegué un susto de muerte y me hice un pequeño corte en la frente. Pero no notaba ningún dolor; el miedo al castigo me paralizaba.Mí padre vino corriendo, me sacó de entre los vidrios rotos, me curó la herida, me miró de arriba abajo. Pero no me riñó. Al principio temblaba, esperando a cada momento escuchar unos gritos tremendos. Luego pensé que se había olvidado de reñirme e intenté pasar desapercibido. Pero al final el asombro y la curiosidad pudieron más y le pregunté aún lloroso: «¿No estás enfadado porque he roto la puerta?». «No», contestó, «la puerta no importa, lo único que me importa es que no te hayas hecho daño».Ahora comprendo que todos los padres damos más valor a nuestros hijos que a nada en el mundo. Pero raramente se lo decimos a nuestros hijos. Estoy muy agradecido a mi padre por habérmelo dicho.Ésta es la historia de Encarna:Uno de los días más felices que puedo recordar tuvo, en realidad, un mal comienzo. Tuve una pesadilla espantosa. Nada de monstruos ni hombres del saco; soñé con una ostra. Una ostra enorme que sacaba a una perla, también enorme, de su concha y no la dejaba volver a entrar. La pobre perla expulsada me dio una pena enorme. Me desperté chillando, auténticamente aterrorizada.Yo debía tener unos cinco años y dormía en una camita en la habitación de mis padres, que se despertaron, naturalmente asustados con mis gritos. Mi madre me invitó a dormir en su cama. Todos mis temores desaparecieron como por arte de magia, me sentía enormemente feliz y segura. Nunca volví a tener un mal sueño. Supe que siempre tendría un refugio, que siempre me protegería alguien.Yo, por mi parte, recuerdo una tarde, creo que era domingo, cuando tenía unos doce años. Vagaba aburrido por la casa. Mi madre me atrapó y me dijo: «Ven, siéntate aquí, en mis rodillas, como cuando eras pequeño.» Imagino que debí morirme de vergüenza, pero no logro recordar esa vergüenza. Recuerdo, en cambio, que empezó a cantar muy suavemente:Arrorró, mi niño chico, que viene el coco y se lleva...Apoyé mi cabeza en su seno y me invadió una paz infinita. Casi me quedo dormido. Era como volver a tener dos años.La mayoría de la gente no recuerda nada de su primera infancia. Yo sé lo que siente un bebé en brazos de su madre porque tuve el enorme privilegio de volver a ser un bebé durante media hora, a los doce años.Todas estas historias tienen algo en común. Los días más felices de nuestra infancia son aquellos en que nuestros padres (o nuestros abuelos, hermanos o amigos) nos hicieron felices. Incluso cuando nos parece que nos hizo feliz un tren eléctrico, si miramos mejor siempre hay personas detrás: los padres que nos lo entregaron con una sonrisa o con un elogio, el hermano con el que compartimos (no siempre de buen grado) el tren...Éramos hijos y ahora somos padres. Han pasado tantos años, pero tan poco tiempo, que a veces nos sorprendemos con los papeles cambiados. De pronto vemos nuestra propia infancia y a nuestros propios padres con una nueva luz. Miramos a nuestros hijos y nos preguntamos qué día, qué frase, qué aventura quedarán grabadas en su memoria para siempre; qué dolores quedarán clavados en su alma y qué alegrías guardará como un tesoro.Los días más felices de su hijo están por venir. Dependen de usted.
Dr. Carlos González
Objetos
14 diciembre 2008
Las cosas materiales nos vinculan con el mundo, generan identidad, nos dan un lugar en nuestra familia. No son importantes y a la vez lo son porque marcan la forma en la que llegamos la mundo en la manera en la cual lo atravesamos. Me gustaría contarles cuáles son los objetos que le dan identidad a nuestra paternidad, aquellos a través de los cuales Guillermina fue soñada e imaginada, los que nos hicieron compañía en esta aventura que es la crianza de nuestra hija.
Primero, aquellos que estaban en nuestras vidas desde mucho tiempo antes de que ella fuera imaginada, planeada, soñada.
El babero
Este babero lo hizo mi mamá, es decir la abuela materna de Guille: Lilián. Mi mamá se dedicaba a coser y bordar ajuares para bebés: catres, cunas, moisés, sabanitas, toallas, chichoneras, acolchados, etc. Lo hacía por encargo y vendía bastante, en sus ratos libres hacía cositas para poner en la vidriera. Mi mamá murió en el año 2000, con mis hermanas vendimos la casa familiar en marzo de 2003 y en septiembre cada una emprendió su rumbo, no sin antes repartirnos las cositas que había hecho mami y que pensábamos darle alguna vez a nuestros hijos como testimonio de la presencia de sus abuelos paternos. En 2006 nació mi sobrino y tuve el impulso de ragalarle mis cosas a mi hermana mayor, pero me quedé con el babero. En julio del 2007, al enterarme de mi embarazo, corrí a buscar el babero: lo lavé y lo planché con amor...fue la primera prenda que mi hija tuvo en su ajuar. Debo confesar que no lo usó nada porque no es muy cómodo...pero sigue ahí guardado entre los recuerdos de mi hija: es la presencia amorosa de mi mamá.
Primero, aquellos que estaban en nuestras vidas desde mucho tiempo antes de que ella fuera imaginada, planeada, soñada.
El babero
Este babero lo hizo mi mamá, es decir la abuela materna de Guille: Lilián. Mi mamá se dedicaba a coser y bordar ajuares para bebés: catres, cunas, moisés, sabanitas, toallas, chichoneras, acolchados, etc. Lo hacía por encargo y vendía bastante, en sus ratos libres hacía cositas para poner en la vidriera. Mi mamá murió en el año 2000, con mis hermanas vendimos la casa familiar en marzo de 2003 y en septiembre cada una emprendió su rumbo, no sin antes repartirnos las cositas que había hecho mami y que pensábamos darle alguna vez a nuestros hijos como testimonio de la presencia de sus abuelos paternos. En 2006 nació mi sobrino y tuve el impulso de ragalarle mis cosas a mi hermana mayor, pero me quedé con el babero. En julio del 2007, al enterarme de mi embarazo, corrí a buscar el babero: lo lavé y lo planché con amor...fue la primera prenda que mi hija tuvo en su ajuar. Debo confesar que no lo usó nada porque no es muy cómodo...pero sigue ahí guardado entre los recuerdos de mi hija: es la presencia amorosa de mi mamá.
El enterito rosa
La historia del enterito es graciosa y premonitoria. En Octubre del 2005 compré este enterito para regalárselo a mi amiga Valeria que había tenido a su hijita Irina. La desidia absoluta en la que vivo hizo que nunca fuese a conocer a la hija (la conocí más tarde) y el enterito fuese quedando algo chico para regalárselo a una nena de 6 meses. La cosa es que mi hermana mayor estaba embarazada, pero aún no sabíamos el sexo entonces yo pensé: ya está, si es nena se lo regalo a Andrea. Bueno, tuve que comprar un enterito celeste y guardar el rosado. Así fue cambiando de lugar hasta que quedé embarazada y lo busqué y lo lavé junto con el babero. Yo quería tener una nena, pero si era nene se lo iba a poner igual...aunque sea para entre casa. Pero, el 21 de diciembre del 2007 nos enterábamos de que tendríamos una niña...y el enterito cobró un significado especial.
El primer regalo
Este fue el primer regalo que recibió Guillermina. Me enteré de que estaba embarazada el lunes 16 de julio, el 20 era el día del amigo y nos entontramos con Marcia: ella me regaló este agarra chupete que Guille no usó, pero que quedará guardado junto a sus cositas preciadas porque fue su primer regalito!
Es una nena!
Cuando mi suegra se enteró de que venía una nena, corrió a comprar esta muñequita para que Papá Noel se encargara de dejarla en el arbolito el 24 de diciembre de ese año.
La ropita con la que salió del sanatorio
Esta es la ropita que le puse aquél 5 de marzo cuando nos dieron el alta. Le quedaba tan grande que tuve que arremangarle de todos lados, pero era lo único más abrigadito que tenía, porque si bien nos faltaban varios días de calor, ese día había viento y estaba bastante fresco. El enterito es regalo de Pato y Diego, y la batita fue regalo de Julia y Ernesto. Le quedaba tan lindo, se me pone la piel de gallina de solo recordarlo.
Los chupetes que no fueron
Sí señores, aquí tenemos los 5 chupetes con los que intentamos persuadir a nuestra hija de que usar chupete "era lo más". Pero no hubo caso, ella puso sus reglas y no usó chupete! Por momentos, en los primeros meses deseaba que lo agarrara para confromarla con algo. El tiempo fue pasando y tengo que decir que nunca jamás lo necesité desesperadamente y, sí...tengo un problema menos.
La toallita bordada por Mirta
Mirta es mi suegra y la abuela paterna de Guille, borda en punto cruz desde hace muchísimos años...borda hermoso! Esta es la toallita bordada con las iniciales de Guillermina. No es hermosísima? Bueno, Guille la usó muchísimo porque tuvo reflujo fisiológico hasta los 5 meses...y la toallita sigue impecable.
Las primeras zapatillas
Estas zapatillas las compré con un sueldo que me debía un colegio privado desde hacía ¡dos años!, un buen día de abril me llaman para que vaya a cobrarlo y a la vuelta no me resistí y le compré estas zapatillitas de jean. Fueron sus primeras zapas, las que guardo de recuerdo...
La displasia de caderas
Hace unos 38 años mi tía compraba un arnés de pavlik para mi prima. Hace dos años mi hermana mayor compraba un arnés de pavlik para mi sobrino Pedro. Así empiezo este post porque la displasia de caderas es un problema que se produce a partir del nacimiento y se produce por algunas cuestiones relacionadas con el embarazo y también por una disposición familiar. No voy a llorar mis penas acá...solamente contar mi experiencia y recopilar algunas de las cosas que leí cuando le detectaron la displasia a Guillermina.
En primer lugar, hay varias causas que pueden favorecer o determinar la displasia de caderas:
- una determinada posición en el útero hacia el final del embarazo (por ejemplo en "podálica", es decir "de nalgas")
- reducida cantidad de líquido amniótico (oligoamnios).
- predisposición familiar.
- embarazo gemelar.
- sexo femenino (se presume que la mujer tiene una mayor laxitud en sus ligamentos, lo cual predispondría a la displasia).
Si bien estos son algunos de los factores, no son excluyentes...cualquier bebé puede padecer una displasia de caderas. La displasia ocurre cuando la cabeza del fémur no encaja correctamente en el hueco de la cadera llamado también "cotilo" o "acetábulo", ya sea porque ese hueco es poco profundo o por otras razones anatómicas. Tratado a tiempo es de fácil solución y no deja secuelas. Si no se trata puede suceder que se dificulte el inicio de la marcha o que, a la larga, genere una artrosis de cadera.
A Guillermina le diagnosticaron la displasia a los seis meses y medio, por lo tanto estaba ya un poco sobre el límite de tiempo. Nos anticiparon que si no mejoraba con el arnés tenía que ir a cirugía. Por suerte, después de 45 días de usar el arnés, empezó a solucionarse el problema y quedó descartada la operación. Ahora cursa los segundos 45 días y el viernes diecinueve de diciembre tenemos que ir a ver cómo funcionó todo.
Las formas de diagnóstico dependen de cada médico, a mi hija le relizaron dos ecografías de cadera y ambas salieron perfectas. Las placas radiográficas salieron mal y así fue diagnosticado su problema.
Ojalá esta experiencia sirva para que alguien que está pasando por mi situación se anime, hay que salir adelante. Para nosotros fue un momento muy duro porque cuando le colocaron el arnés nuestra beba ya se sentaba...me costó muchas lágrimas, culpas, pensar que me pasaba todo a mí o que siempre me pasan cosas malas. Con el tiempo lo fuimos asumiendo y comprendemos que, a pesar de la incomodidad y del retraso del desarrollo motriz, esto es lo mejor para ella. Haber salido adelante sin una operación es mérito de los tres.
En primer lugar, hay varias causas que pueden favorecer o determinar la displasia de caderas:
- una determinada posición en el útero hacia el final del embarazo (por ejemplo en "podálica", es decir "de nalgas")
- reducida cantidad de líquido amniótico (oligoamnios).
- predisposición familiar.
- embarazo gemelar.
- sexo femenino (se presume que la mujer tiene una mayor laxitud en sus ligamentos, lo cual predispondría a la displasia).
Si bien estos son algunos de los factores, no son excluyentes...cualquier bebé puede padecer una displasia de caderas. La displasia ocurre cuando la cabeza del fémur no encaja correctamente en el hueco de la cadera llamado también "cotilo" o "acetábulo", ya sea porque ese hueco es poco profundo o por otras razones anatómicas. Tratado a tiempo es de fácil solución y no deja secuelas. Si no se trata puede suceder que se dificulte el inicio de la marcha o que, a la larga, genere una artrosis de cadera.
A Guillermina le diagnosticaron la displasia a los seis meses y medio, por lo tanto estaba ya un poco sobre el límite de tiempo. Nos anticiparon que si no mejoraba con el arnés tenía que ir a cirugía. Por suerte, después de 45 días de usar el arnés, empezó a solucionarse el problema y quedó descartada la operación. Ahora cursa los segundos 45 días y el viernes diecinueve de diciembre tenemos que ir a ver cómo funcionó todo.
Las formas de diagnóstico dependen de cada médico, a mi hija le relizaron dos ecografías de cadera y ambas salieron perfectas. Las placas radiográficas salieron mal y así fue diagnosticado su problema.
Ojalá esta experiencia sirva para que alguien que está pasando por mi situación se anime, hay que salir adelante. Para nosotros fue un momento muy duro porque cuando le colocaron el arnés nuestra beba ya se sentaba...me costó muchas lágrimas, culpas, pensar que me pasaba todo a mí o que siempre me pasan cosas malas. Con el tiempo lo fuimos asumiendo y comprendemos que, a pesar de la incomodidad y del retraso del desarrollo motriz, esto es lo mejor para ella. Haber salido adelante sin una operación es mérito de los tres.
Primeros días con el arnés
Acá ya la tenía bastante clara!
A partir del Quinto mes...
Bueno, una vez que podíamos dormir y hacer cosas porque Guillermina se quedaba un buen rato sentada al lado mío jugando con sus chiches, todo fue más fácil. Siguió comiendo y creciendo como siempre.
Cerca de los seis meses le hacemos la segunda placa de caderas para ver si estaba todo bien...y no estaba todo bien. La llevamos del traumatólogo y le diagnostican una subluxación de caderas, que es la forma más leve de la displasia de caderas. En otro post contaré detalles, pero estos meses también pasaron cosas lindas! A fines de septiembre le salieron los dos dientes de abajo! La pasó bastante bien...las molestias duraron solamente un día aunque es cierto que estuvo una semana entera desde que asomó el diente hasta que salió por completo. Por suerte no tuvo fiebre ni diarrea.
Acá, algunas fotos de esta etapa!!
Con papá
Cerca de los seis meses le hacemos la segunda placa de caderas para ver si estaba todo bien...y no estaba todo bien. La llevamos del traumatólogo y le diagnostican una subluxación de caderas, que es la forma más leve de la displasia de caderas. En otro post contaré detalles, pero estos meses también pasaron cosas lindas! A fines de septiembre le salieron los dos dientes de abajo! La pasó bastante bien...las molestias duraron solamente un día aunque es cierto que estuvo una semana entera desde que asomó el diente hasta que salió por completo. Por suerte no tuvo fiebre ni diarrea.
Acá, algunas fotos de esta etapa!!
Con papá
El Primer diente!!!!
Con mamá
De caperucita
Tercer mes de vida
08 diciembre 2008
A partir de los dos meses Guille por fin empezó a dormir!!! Y pudimos descansar un poquito mejor. Los cólicos los sufrió bastante. La verdad es que uno siempre piensa: ¿hasta cuándo los cólicos? ¿hasta cuando el reflujo? ¿hasta cuando la baba inundándolo todo? La cuestión es que cuando al final terminan con una...empiezan con otra!!! Jajaja...Pero TODO PASA y hay que disfrutarlos así porque si no nos perdemos la crianza de nuestros hijos sufriendo por los cólicos, por la baba que le paspa la papada, por el reflujo que hace que los tengamos que cambiar 20 veces por día de ropa!!!
A los tres meses y medio de Guillermina, se acabó mi licencia por maternidad. Debo decir que no la pasé tan mal: obvio que se extraña, pero yo también extrañaba a mis compañeros y a mi hija la cuidaban su papá y su abuela...no tenía de qué tener miedo! Por suerte trabajo pocas horas y tengo muchas tardes disfrutadas junto a Guillermina!!
Definitivamente los tres primeros meses de vida son los más difíciles...después todo se normaliza, ya sostienen su cabecita y eso hace que se entretengan más fácilmente!! Guillermina empezó a sonreir a partir de los dos meses...qué cosa más linda es ver cuando se despiertan y estamos ahí ¡cómo sonríen!...es tan lindo.
Estas son las fotitos más importantes del tercer mes....
En contré un sofá y me dormí una siesta
Mis primeras sonrisas
Con Pedro
La rutina del baño
Acerca de mí
¡Hola! Bienvenidos a mi blog.
Soy Luisina Serenelli y vivo con mi familia -Guillermina y David- en Rosario, Argentina. Nací en San Lorenzo, una ciudad pequeña a 25km de Rosario. Soy la menor de tres hermanas y nos criamos en la casa familiar de Sargento Cabral 1083, a dos cuadras del río Paraná. Tuve una infancia típica de los que nacemos en pueblos pequeños: mucho aire libre, un patio enorme en donde jugar y amigos en la vereda después de dormir la siesta. Mi adolescencia fue bastante parecida.
Mi mamá era costurera y mi papá albañil. Creo que por eso su mayor orgullo fue el día que entré a la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR a estudiar Letras. Lamentablemente, ninguno de los dos llegó a verme recibida.
Hacia fines de la década de 1990, mi vida dio una suerte de volantazo inesperado. Mi papá falleció de cáncer de pulmón en mayo de 1999 y mi mamá murió en agosto de 2000 de cáncer de colon. Fue una época oscura de mi vida, en donde mi limité a terminar mi carrera universitaria y a atravesar mis duelos de la forma más pacífica posible. En el 2003 vendimos la casa familiar y compramos una casa para cada una. Así, mis 24 años me encontraron viviendo sola en Rosario, con un título debajo del brazo y todos mis sueños por realizarse. Y de a poco muchas cosas empezaron a concretarse. Depués de haber trabajado como niñera, vendedora en la pinturería de mis tíos y agente de tránsito, tuve mi primer trabajo como profesora en una escuela de adultos.
En diciembre de 2004 me enamoré de David y nos casamos en marzo de 2007. Un año y un día después nacía nuestra hija Guillermina. Y unos meses después nacía este blog, inspirado en su crianza y en la transformación que generó la maternidad en mi propia identidad.
En estos días trabajo como profesora de Lengua en escuelas medias de la provincia de Santa Fe. Si bien no puedo decir que sea lo que más me gusta hacer, sí estoy contenta por poder -a través de mi trabajo- completar mis ganas de hacer cosas por mejorar el mundo en el que vivo. Trabajo a medio tiempo para poder encargarme de la crianza de mi hija de casi dos años.
Me encanta cocinar, sacar fotos, viajar, leer, tejer y compartir las tardes junto a Guille.
Si quieren contactarse conmigo pueden hacerlo a través de los comentarios del blog o a mi correo electrónico: luisinaserenelli@yahoo.com.ar
Bienvendi@s a mi blog y a mi mundo ♥
El nacimiento
06 diciembre 2008
El 3 de marzo de 2008 llegaba al mundo mi hija. La noche anterior a su nacimiento había dejado todo en orden y la verdad es que ni siquiera sentía ansiedad: tenía ganas de verla, de empezar a disfrutar nuestras vidas junto a ella. Comí un poco de pollo al horno a eso de las 8 de la noche y, a partir de las 5am no pude tomar más líquido...para las dos de la tarde alucinaba con oasis, jejeje.
A las 14 horas entré al quirófano, en dónde el anestesista Juan Marini me colocó la vía para el suero (qué dolor!!!) y la peridural: juro que no me dolió nada. Todo fue muy rápido: ahora corto, ahora vas a sentir un tirón (que nunca sentí), ahí está doctor (dijo la otra obstetra) y guaaaaaaaaaa...los gritos de mi hija se escucharon con fuerza a las 15:05.
Después la envolvieron en un toallón azul y me mostraron la carita llena de unto sebáceo y, como nunca la lavaron, tuvo esa capa blanca hasta una semana despues...cuando se le cayó el cordón y la bañamos nosotros.
Obvio que lloré: todos los nervios acumulados se soltaron en ese momento. Después la ansiedad por salir hizo que ya ni recuerdo los detalles posteriores...sé que me cosieron y me pasaron de la mesa de cirugía a la camilla, sé que vi a mi hermana mayor ni bien dejamos el asensor (con mi sobrino a upa), sé que vino mi tía y me dió un beso en la frente (tenía los ojos húmedos mi tiíta). Al segundo llegó David que volvía de Neo: Guille había quedado allí por distres respiratorio y prometían dármela en dos horas. Qué euforia, qué ansiedad...no podía parar de hablar: no me importaban ni las amenazas de la enfermera, ni los shhh de Mirta. Yo sólo quería comunicar que estaba bien, que mi hija había nacido y que todo había salido de diez. Si me decían: "Vamos a brindar" yo me tomaba 1 botella de champagne...jajaja. Estaba realmente eufórica.
Y cuando por fin nos conocimos...bueno, tengo que contarles que no fue muy íntimo porque había muchísimas personas en la sala. Incluso, la última en conocer a mi hija fui yo, porque David la traía de Neo y se la iba mostrando a todos en el pasillo. Pero fue como que se borró el mundo: por fin estaba aquí. Pasó la tarde, la noche y otro día entero más en el Sanatorio. Yo no dormía porque necesitaba verla todo el tiempo, ella sí dormía....mucho! Tanto que había que despertarla para tomar la teta y costaba muchísimo!!
Recién el miércoles al mediodía me dieron el alta. Salimos del Sanatorio y yo llorando, llegamos a casa y yo llorando...jajaja. Qué lindos momentos, no podía creerlo. Así comenzó nuestra vida junto a Guillermina...una vida nueva, en donde todo es más lindo!!
A las 14 horas entré al quirófano, en dónde el anestesista Juan Marini me colocó la vía para el suero (qué dolor!!!) y la peridural: juro que no me dolió nada. Todo fue muy rápido: ahora corto, ahora vas a sentir un tirón (que nunca sentí), ahí está doctor (dijo la otra obstetra) y guaaaaaaaaaa...los gritos de mi hija se escucharon con fuerza a las 15:05.
Después la envolvieron en un toallón azul y me mostraron la carita llena de unto sebáceo y, como nunca la lavaron, tuvo esa capa blanca hasta una semana despues...cuando se le cayó el cordón y la bañamos nosotros.
Obvio que lloré: todos los nervios acumulados se soltaron en ese momento. Después la ansiedad por salir hizo que ya ni recuerdo los detalles posteriores...sé que me cosieron y me pasaron de la mesa de cirugía a la camilla, sé que vi a mi hermana mayor ni bien dejamos el asensor (con mi sobrino a upa), sé que vino mi tía y me dió un beso en la frente (tenía los ojos húmedos mi tiíta). Al segundo llegó David que volvía de Neo: Guille había quedado allí por distres respiratorio y prometían dármela en dos horas. Qué euforia, qué ansiedad...no podía parar de hablar: no me importaban ni las amenazas de la enfermera, ni los shhh de Mirta. Yo sólo quería comunicar que estaba bien, que mi hija había nacido y que todo había salido de diez. Si me decían: "Vamos a brindar" yo me tomaba 1 botella de champagne...jajaja. Estaba realmente eufórica.
Y cuando por fin nos conocimos...bueno, tengo que contarles que no fue muy íntimo porque había muchísimas personas en la sala. Incluso, la última en conocer a mi hija fui yo, porque David la traía de Neo y se la iba mostrando a todos en el pasillo. Pero fue como que se borró el mundo: por fin estaba aquí. Pasó la tarde, la noche y otro día entero más en el Sanatorio. Yo no dormía porque necesitaba verla todo el tiempo, ella sí dormía....mucho! Tanto que había que despertarla para tomar la teta y costaba muchísimo!!
Recién el miércoles al mediodía me dieron el alta. Salimos del Sanatorio y yo llorando, llegamos a casa y yo llorando...jajaja. Qué lindos momentos, no podía creerlo. Así comenzó nuestra vida junto a Guillermina...una vida nueva, en donde todo es más lindo!!
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Luisina Serenelli
Docente // Fotógrafa // Blogger //Feminista // Doula// Escritora // Lectora incansable // Mamá de Guille y Emi // Enamorada de David // En permanente deconstrucción y construcción