Ayer fuimos a la Kermesse que organizó La isla de los inventos. Fue una experiencia bella. En esta familia somos muy fans de los eventos organizados por el Tríptico de la infancia, pero aún estoy conmovida por lo que viví ayer. En realidad no por lo que viví, sino por el contraste entre la Rosario que conocí -concentrada en la mencionada Kermesse- y la ciudad en la que vivo hoy, una Rosario completamente diferente. 
Hace 10 años, cuando se celebró el Congreso de la Lengua, Rosario despertaba del letargo menemista  y era proclamada "la Bilbao" argentina: un polo comercial e industrial se transformaba de a poco en una ciudad cultural y turística. Durante diez años, la vorágine del consumo y la construcción no pararon de crecer. Maravillados ante este crecimiento inesperado, los dejamos hacer. Los ciudadanos de a pie creímos que ese crecimiento estaba relacionado únicamente con las ganancias de millonarias de la agroexportación. En realidad, parte de ese crecimiento estaba íntimamente relacionado con el lavado de dinero del narcotráfico.
Así, la bella ciudad en la que elegí vivir hace exactamente 11 años, se transformó en un lugar impredecible y violento: el tránsito es un desastre, los delincuentes son ajusticiados por los vecinos, el juez de una causa de narcotráfico se va de viaje a Las Vegas con el principal acusado, la violencia crece en las calles y en las escuelas (lo veo a diario).
Los que leen este blog desde hace tiempo, saben que nací en San Lorenzo, una ciudad a 30km. de Rosario. Durante toda mi infancia Rosario fue algo así como la "Meca" a la que debía llegar. Todo lo bueno, lo lindo, lo novedoso, se conseguía en Rosario. Si bien la mayoría de las familias de San Lorenzo visitan esta ciudad varias veces por semana, mi familia solo venía hasta acá por una urgencia médica grave. Recién durante la adolescencia me dejaban venir a pasear con mis amigas. Recuerdo exactamente cada vez que vine a Rosario entre los 10 y los 20 años: la visita al zoológico y al Parque Independencia, pasear por las galerías y comprarnos ropa en Ticket, venir a bailar a Contrabando, la tarde que 20 chicas del curso nos subimos al colectivo para venir al cine a ver "Tango feroz" (la nostalgia de los patéticos '90). Después, la facultad y el viaje ida y vuelta diario durante 7 años. Y al momento de elegir dónde quería vivir, la felicidad de comprar mi departamento acá. 
La cosa es que, después de 11 años, Rosario me defraudó y me pregunto a diario si no será tiempo de levantar el campamento (ojo, no me refiero a Rosario en sí, sino a una cadena de hechos que han convertido a esta ciudad en un lugar difícil para vivir, seguramente tenga más que ver con la complejidad de las sociedades latinoamericanas que con la ciudad en sí). Y lo digo desde el dolor y desde la certeza de que, cada uno desde nuestro pequeño lugar, podemos reconstruir. Soy una persona de raíces profundas y me genera una conmoción enorme el simple hecho de contemplar la posibilidad de irme. 
Y por eso me conmovió tanto lo que vi ayer: gente de todas las edades, jugando juegos clásicos, en paz. Haciendo filas de una hora promedio, en paz (sin quejarse y putear como lo hacemos habitualmente). Los niños jugando con los adultos, no en un compartimento estanco hecho a su medida. Premios que se otorgaban a los que ganaban y, si no ganabas, no pasaba nada...no vi a un sólo chico llorar por no ganar. La gente que vitoreaba tu nombre para que le acertaras al pico de la botella, la multitud aplaudiendo a Guille porque fue la única que le embocó al SAPO! (fuera de joda, dejemos para otro momento el tema "puntería de Guille", ja!). Todo, en un contexto visualmente bello, estéticamente cuidado, con ese concepto que tiene la Chiqui González* y que yo defiendo a muerte: rodear a los niños de belleza. Como si fuera poco, la entrada era gratuita, sólo tenías que pagar $10 para participar de los juegos. Digamos que me emocioné tanto porque tuve casi la esperanza de que Rosario vuelva a ser la ciudad amable que una vez fue. Por lo pronto, elegimos quedarnos <3.
Cruzo los dedos por vos, amada Rosario. 

Fiesta 328-21 328-11 328-22 328-17 328-25 328-27 328-19 328-30 328-31
Banderines y luces. El hombre orquesta. El palo enjabonado en versión moderna (una palo forrado en los flotadores esos de foam. Estrategia para no perder a Emilio. Megánofos. La bestia. Más luces. Uno de los premios. Papeleta para los juegos.

 *Sin lugar a dudas, la Chiqui González es LO MEJOR que le ha pasado a mi ciudad (y a la provincia toda).