Cuando quedé embarazada y empezamos a pensar en qué cochecito comprar lo primero que dije fue: tiene a ser liviano, esa es la prioridad. Es que fui niñera por un tiempo y el cochecito de la nena que cuidaba (la hija de mi primo) era pesadísimo, grande: me parecía tan poco práctico. Además, como no tenemos auto, tenía que pensar en algo chiquito y liviano para trasladarnos en taxi o colectivo. Apostilla aparte: los taxistas no te paran si te ven con un cochecito muy grande. Bueno, algunos sí...pero es más difícil que paren ¿pueden creerlo? Desconsideración total.

Volviendo al tema, el chochecito se lo regaló a Guille su bisabuela Olga. Fuimos a elegirlo en Octubre del 2007. Lo compramos chiquito, compacto y ultraliviano. Aún hoy -que soy una convencida de llevar a Guille en un portabebés y no en coche- considero que fue una excelente compra. En ese momento lo compramos pensando que lo íbamos a usar 3 años o más.

Después de acercarme a la crianza con apego, empecé a mirar al cochecito con un poco de bronca. En parte porque considero que si hubiera tenido un poco más a Guille en brazos durante sus primeros meses, hubiéramos zafado de la displasia de caderas. A ver, la tenía en brazos, pero cuando dormía la ponía en el cochecito, cuando estaba tranquila también, jamás escuchaba mi propio deseo de tenerla pegadita a mí. Siempre apurada por limpiar o cocinar. Por otro lado me acuerdo del día en que llegamos a casa, estábamos ansiosos por estrenar el cochecito y lo primero que hicimos cuando llegamos fue poner a Guille -que estaba dormidita- en el carrito. Ahora lo pienso y me siento tan idiota. Por suerte la maternidad da tantas oportunidades de "arrancar de nuevo", de reparar. Después vino la historia ya conocida: la displasia, el arnés y el mundo maravilloso de los portabebés tradicionales. Seguimos usando el coche de tanto en tanto, principalmente para las siestas de Guille, pero la teníamos muchísimo tiempo en brazos.

Cuando en junio de este año nuestra hija empezó a caminar nunca más quiso subirse al cochecito. Pero cuando digo nunca es NUNCA: la subíamos para pasear con el perro y ella se las arreglaba para tirarse en menos de 4 segundos. Por lo tanto, desde hace muchos meses el cochecito no sale a la calle, sólo lo usábamos para que Guille durmiera sus siestas.

Hasta hoy que decidimos guardar el cochecito. David lo plegó y lo subió al entrepiso. Y ahí estará a la espera de nuestr@ próxim@ bebé. Aunque no sé cuánto lo usaremos. Seguramente mucho menos que con Guillermina ya que el próxim@ tendrá los brazos de todos desde su primer día.

Me dio un poco de nostalgia, así que fui a buscar un video que grabamos el día que compramos el coche. Lo hicimos para que la bisabuela viera lo que habíamos comprado en su nombre. Me dio tanta risa, se respira un aire de felicidad tan grande en el video. Le dije a David por MSN: "Nos veíamos tan jóvenes". Pero no era jóvenes la palabra, simplemente nos vemos distintos. Éramos otros, aún no nos habíamos convertido en los papás de Guillermina y no sabíamos que nuestro mundo estaba a meses de ser puesto patas para arriba. Me dio risa tanta ingenuidad, pero a la vez pude ver el aire de embobamiento en el que estábamos inmersos. Pensé que me iba a dar bronca y hasta tenía miedo de decir alguna frase de las que decía antes (sí, sí...de esas del estilo "si lo tenés mucho a upa se va a acostumbrar!!" jaja). Pero no ¡estaba feliz con el cochecito! No por el objeto material en sí sino por la realidad de mi embarazo de 24 semanas. Acá les dejo a esa muchacha y ese muchacho que "juegan" a pasear al bebé en el cochecito. Y otras fotitos del aguante que tuvo el pobre y desprestigiado cochecito ;-)




Guille durmiendo a la vera del río Panaholma en Cura Brochero, Córdoba

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El día anterior la que escribe había estado enferma así que ni soñar con atarse a Guille en el mei tai. Aquí David demuestra sus dotes aventureras ;-)

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