Gisela Antonuccio es una de mis amigas foreras, de la época de Familia Natural. Hoy publicó en facebook la experiencia de lactancia con su segunda hija, Sofía. Me pareció muy inspiradora y me conmovió profundamente :) Gracias por compartirlo Gise!

Para mí, que no reniego de la tecnología, tener Internet en mi celular fue una forma de reencontrarme con una de mis pasiones: la lectura. Y hay tanto para leer y tan bueno, que la hora y media de viaje que tengo de ida y de vuelta al trabajo, encontraron finalmente algún sentido.
Los blogs de crianza respetuosa con los que me voy encontrando, me devuelven al camino del que, cada vez más a menudo, me pierdo. Me dan ideas para aplicar los conceptos que siento, pero que se diluyen en el caos de la rutina diaria y las obligaciones ineludibles.
Y si bien, me considero muy lejos de tener un blog (al margen de que parece innecesario agregar uno más a la lista tan exquisita que hoy existe), si me pasa que la lectura me inspira a escribir.
Hoy mientras leía un artículo muy interesante y ameno sobre Lactancia Prolongada (en Cuatro en la cama), pensaba en la cantidad de casos de mamás y bebés que abandonan la lactancia antes del año porque ‘la leche se les va’, y caí en la cuenta de que yo misma soy progatonista de un ejemplo maravilloso.
Cuando Sofi nació fue directo a la teta y ahí quedó, de día y de noche, durante 10 días muy pero muy complicados. Días en que los pezones sangraban incluso con pezonera, en que, desesperada con la sola idea de que se prenda, en algunas tomas me sacaba leche y se la daba en vasito con pico (de los que usan cuando son más grandecitos). Me acuerdo que el día en que me bajó la leche, lloraba de dolor y de esa especie de fiebre que sube.
Llegó el 9no. día y yo estaba dispuesta a llamar a La Liga de la Leche y pedir ayuda, porque sabía que esto tenia solución, mi amiga-virtual Claudia me había dicho que todo el dolor se debía a una mala posición de los labios, pero ella vive en Mendoza y obvio no podía venir a ver!. La cosa es que no llegué a hacer nada, porque ese fue el día en que Sofi dormía y no comía, y aunque (como ya saben los que conocen la historia) yo nunca me imaginé que Sofi tendría algo tan grave como lo que tuvo, a la noche cuando salimos para llevarla al servicio de neonatología del sanatorio donde nació, atiné (no me pregunten por qué) a llevarme el sacaleche!. Lo agarré a las apuradas, como quien se lleva algo fundamental antes de salir corriendo de una casa que se incendia.
Esa misma noche, Sofi quedó internada (muy grave) y no se volvió a encontrar con la teta hasta pasados 15 días.
Los primeros días (de esos 15) yo me esforzaba por ‘cumplir’ con el sacado de leche, un poco atendiendo a mi necesidad de descongestión y otro poco porque sabía que la podía guardar para que se la den, más adelante, cuando comenzara la alimentación por sonda. Pero llegó un momento en que, en primer lugar, había más leche de la que ella (probablemente) iba a consumir durante su internación; en segundo, mi voluntad estaba flaqueando (ante la ansiedad, el estrés y la tristeza); y por último, ya no era tan intensa la bajada de leche (por la falta de succión) por lo que no estaba tan incómoda como para tomarme el trabajo de ir al lactario del sanatorio (y practicar todas las normas de higiene que allí se requerían para evitar la contaminación).
Estuve varios días sacándome solo 1 o ninguna vez al día, y hasta llegué a aceptar la posibilidad de que nuestra lactancia no se recupere, al menos no del todo.
Aún así, y gracias a que yo contaba con muy buena información sobre lactancia, el día en que los médicos autorizaron la alimentación por boca, puse a mi bebita en la teta (ya curada por completo después de tantos días!) y ella se prendió con total naturalidad, como si nada hubiese pasado. Enseguida después de esa “segunda primera vez” nos pasaron a terapia intermedia donde yo quedaba internada con ella en la misma habitación, y ahí sí teníamos vía libre para estar teteando todo el día ¿qué otra cosa había para hacer?. El primer día (en la terapia intermedia) Sofi bajó de peso y los médicos se preocuparon, no tardaron nada en determinar que la mejor alternativa era que tome algunas mamaderas de una leche para bebés prematuros, intercaladas con las tomas de teta. Sostenían que la succión le hacía quemar las calorías que obtenía de la leche y que el problema no era la leche sino la succión, me ofrecí a sacarme leche y dársela en mamadera, pero no tuve mucho ‘éxito’.
Adentro mío, yo sabía que solo necesitábamos algo más de tiempo, que no existía NINGÚN alimento más perfecto que mi leche para que ella se recupere de su cirugía cardiovascular (que fue el tratamiento necesario para corregir la cardiopatía congénita con la que nació), así que evadí casi todas las veces las indicaciones médicas, argumentando que la bebé había rechazado la mamadera (cosa que al final era cierta, porque había estado tomado teta todo el día!). Una sola vez Sofi tomó una mamadera entera de la fórmula, y fue porque vino una enfermera a dársela y no me animé a decirle que no (no me lo reprocho, mi estado emocional no daba para demasiada contienda, apenas para alguna estrategia).
Lo importante es que la leche seguía ahí en la teta, a pesar de 15 días de mínimas tareas de ‘mantenimiento’, a pesar de los nervios, el estrés, la tensión, la tristeza, el puerperio, la cesárea, la separación de mi hijo mayor (con quién compartí casi nada de tiempo en tres semanas), el lidiar con las normas del sanatorio, y todas esos factores materiales y emocionales que, con justa razón, hacen que la leche ‘se vaya’.
La leche seguía ahí, y solo se necesitaba un bebé que succione para sacarla!
Sofi tomó teta exclusivamente hasta los 6 meses y después empezó a incorporar la alimentación complementaria.
Cuando ella tenía 8 meses, volví al trabajo (casi 12 horas separadas) y yo me sacaba leche para su toma de la tarde (que era la única que hacía en mi ausencia). Me acuerdo que nos costó muchísimo hacer que acepte la mamadera, y al final la aceptó, pero a los 3 meses me cansé de la logística del sacado de leche (me costaba mucho organizar mi trabajo) y reemplazamos esa única toma por comida (una fruta, o un yogur…) y así repentinamente como llegó, también se fue la mamadera, porque seguía sin parecerme necesario darle otra leche.
La teta fue para ella Alimento y Consuelo (como decía este artículo que me inspiró) y ahora, a sus 14 meses, es también Juego.
Amigas, médicos y otras personas de mi entorno me dicen ‘ehh, todavía toma teta?’, la respuesta es SI!, porque todavía es un bebé, porque la teta nos conecta de una manera única y hermosa. Toma teta cuando yo estoy con ella y a la vez, es capaz de adaptarse a que la cuide otra persona “sin teta”, come cualquier comida y tiene interés por probar todo, y con esto (digo yo) se rompe también el mito de que el bebé que toma mucha teta no come.
Así que así es como quiero seguir, acompáñandola de esta forma mientras crece, y ya llegará solo el día en que las dos o alguna decida que es momento de cambiar ‘el formato’ del vínculo, y dejemos atrás esta etapa que tanta satisfacción nos está dando.