Hoy Emilio cumple 9 meses. Sí, 9 meses ¡ya! 
Desde hace algunas semanas, miro asombrada cómo empieza el lento camino de despegarse de mi, de tomar conciencia de su individualidad. Y no deja de sorprenderme. 
Emilio es muy distinto a Guille. Y eso me tomó desprevenida, porque yo me imaginaba que iba a ser la versión bebé de su hermana. Y no, es totalmente distinto, tanto físicamente (se parece al abuela paterno, y mucho!) como desde el punto de vista de su personalidad. Estuvo durante 3 meses enteros exclusivamente en brazos. Eso fue posible porque coincidió con el tiempo en el cual David estuvo desempleado, así que o estaba en mis brazos o estaba con el padre. Cuando David empezó a trabajar, lo dejé un día en el cochecito y me miró feliz, cuando se cansó de estar ahí lloriqueó y lo levanté. Y así ha sido desde ese momento: mochila ergonómica, fular, bandolera o cochecito. Y en todos los casos él tiene su sonrisita siempre dispuesta. A los 5 meses lo empecé a dejar en el piso y se entretenía muchísimo con sus juguetitos, empezó a experimentar el gateo a los 6 meses y ya hace mucho tiempo que lo domina a la perfección en velocidad y dirección ;-) Y hace unas dos semanas, contra todas mis expectativas, empezó a pararse. Y no para. Arrastra sillas, le da de costado a lo largo del sofá y cada dos por tres se da terrible cocazo contra el piso (pobre mi bebé). 
Es cierto que yo me encargué de dirigir su personalidad intrauterina -jejeje- diciendo a quien lo quisiera escuchar, que este iba a domir. Y así fue, Emilio dormía 6 horas seguidas a la semana de vida (siempre de noche), y 9 horas seguidas a los dos meses. Sí, tomaba algo de teta en esas horas, pero como dormimos juntos desde que nació, nunca nos despertamos. Ahora ya no toma tanto de noche, recién a eso de las 7am se prende y así tira unas dos horas más. Si en la casa hay silencio, es capaz de pegarle duro y parejo hasta las 10. Ahora que está en este proceso de expandir sus desplazamientos, se duerme más tarde. Es como que no quiere resignar ni un minuto de aprendizaje. A veces se duerme y a los dos o tres minutos se empieza a mover, se arrodilla (aún agarrado de la teta, auch!), abre los ojos, sonríe y ¡quiere salir gateando! Pero en general a eso de las 11 ya está dormido. Guille para ese entonces ya anda por el segundo sueño y él insiste en treparse a la hermana, tironearle los pelos y babosearle la cara.
Toma teta tranquilamente. No es un desaforado de la teta, de esos que cada media hora toman, pero sí viene bastante a pedirme: sobre todo cuando tiene sueño o se cae y su forma de consuelo son unos minutitos de teta. Hace un tiempo empezó a morderme, pero entendió rápido que la teta no se muerde (por suerte, porque es un dolor de los feos!).


Tiene 3 dientes inferiores y aún conserva sus ojitos celestes. No sé si le cambiarán o no. A Guille le cambiaron después de los 10 meses, así que aún no pierdo las esperanzas de que mis hijos tengan el mismo color de ojos y ninguno se frustre (mi hermana del medio aún conserva su trauma por no tener ojos celestes, es cierto que tal vez mi mamá alimentó ese trauma, pero a mi me da miedo que alguno de mis hijos vaya a sufrir por semejante pavada!).
Y qué les voy a decir, yo soñaba con tener dos nenas. Pero el hijo varón fue un deslumbramiento. Bah, no. Más bien diría yo que Emilio fue una sorpresa inesperada (y estoy segura de que lo hubiera sido de todas formas si fuera nena). Por la paz que tiene y que transmite, por su infinita confianza en su pequeño mundo (el tipo no le tiene miedo a nada ni a nadie!), por la lactancia que seguimos disfrutando después de pelearla mucho (lo logramos Emilio!!!!), por dormir de noche sin rom-per-las-bo-las (eso fue un regalo del universo!).
Ahora está contentísimo jugando a mis pies. Agarró el tacho de comida la gata, lo revolea y lo va a buscar. Se mata de risa. Transmite una alegría increíble. 
Yo creo que los segundos hijos son un flash. Porque realmente uno tiene dudas de si va a querer al segundo como quiere al primero. Y esas dudas se desvanecen cuando el bebé nace, ni siquiera te lo preguntás, que se yo, se da naturalmente.


Y sigo maravillada de todo lo aprendido en estos años, en toda la riqueza que te aporta ser mamá. 
Guille rompió el mundo en dos, hizo que toda mi vida se reformulara, me dejó adelante de mi sombra y solo yo tenía que elegir si quería verla o no. Elegí verla y sin bien fueron años difíciles, de muchas cosas replanteadas, también fue un crecimiento inmenso. Emilio trajo, simplemente (y nada menos!) la alegría. Y nos la merecemos :)

Felices 9 meses mi amor. Estamos muy contentos de que estés entre nosotros ♥