En estos días surgieron en mí muchos recuerdos familiares y propios. Cosas que me contaron y otras que viví. Y tengo ganas de contarlas. De escribirlas, acaso para que no se desvanezcan con el paso del tiempo. Acaso para saber en dónde estaba en el 2010. Las ideas y pensamientos mutan y no me da vergüenza defender lo que pienso. Empecemos por el principio, claro, porque por algo pienso así ;-)

Mis abuelos eran peronistas. Habían emigrado del campo a la ciudad en la década del '40, huyendo de las terribles condiciones que le imponían los dueños de la tierra -los eternos dueños de la tierra- a las familias que alquilaban parcelas. Mis abuelos siempre fueron muy críticos del "campo", porque sufrieron en carne propia las condiciones durísimas a las que te enfrentabas si no eras el dueño de las tierras. Desde confiscación de cosechas enteras hasta la compra de productos en un único lugar. Es decir, les pagaban con papelitos de colores, no con dinero, y sólo podían utilizarlo en el almacén de ramos generales que a su vez era propiedad del dueño del campo (es decir, el tipo ganaba por todos lados). Les obligaban a votar por un determinado partido político, con amenazas graves, no se andaban con chiquitas. Mi abuelo siempre contaba que entrabas a votar y por la ventana del "cuarto oscuro" se asomaba la puntita del rifle. No le veías la cara, veías la puntita del rifle (!!!). Y esto que cuento es incluso posterior a la ley de voto universal, secreto y obligatorio sancionada por el gobierno de Roque Sáenz Peña en 1912. Piensen que mi abuelo empezó a votar alrededor de la década del '20.
Como Rosario era muy grande decidieron instalarse en un pueblo cercano, donde empezaba a funcionar una industria ceramista (la famosa Cerámica San Lorenzo). Y todo cayó por su propio peso: el peronismo captó el voto de los obreros que nunca supo captar el movimiento socialista argentino (esto no lo digo yo, lo dicen Portantiero, Natalio Botana, Tulio Halperín Donghi y muchos otros historiadores más, sólo que en mi familia es bastante evidente cómo funcionaron las cosas).
Bueno, la cosa es que fueron peronistas. MUY peronistas. En casa -no sé cómo sobrevivieron de la masacre de los '70- había libros sobre el Plan Quinquenal y obvio el libro de Evita, "La razón de mi vida". Claro que mis abuelos eran críticos a algunas cuestiones doctrinarias del peronismo -no eran idiotas-, no les gustaba ni un poco el libro de lectura de mi mamá  -en donde le enseñaban a escribir con frases como "Evita me ama"- o que hubiera que llevar la cinta de luto al trabajo cuando murió Eva.
Mis viejos fueron buenos representantes de la clase media mediocre, jamás se metieron en política, no les interesaba. A mi viejo le gustaba hablar de historia, pero no le gustaba la política partidaria. Apoyaron la dictadura y yo crecí en una casa en donde mi papá repetía hasta el cansancio que "con los militares estábamos mejor". Cuando me puse grande y no pudo controlar lo que leía empezaron las discusiones que nos dejaban un mes sin hablarnos. Nunca entendí por qué jamás cambió de opinión. Me avergüenza.
Incluso creo que la principal enemistad entre mi abuela materna y mi papá -su suegra, ejem- era justamente de índole política. Piensen que a mi abuelo había que controlarlo para que no gritara Viva Perón en la calle a mediados de los '60. Para los que no son argentinos, les cuento que estaba prohibido cualquier referencia a Perón, y específicamente estaba prohibido decir su nombre. Mi abuelo participó ampliamente de la formación del movimiento sindical argentino. Mi abuela siempre contaba de las semanas de huelga, del hambre que pasaron para pedir aquellas cosas a las cuales tenían derecho :'(. TODO valió la pena. Los trabajadores de hoy, tenemos mucho que agradecerle a esa generación.
Mi abuela pasó los '70 con miedo, en cambio mi viejo identificaba el proceso militar con su felicidad :(
Mi mamá era más flexible, se limitaba a decir cosas como "yo no sé nada de política" y se quejaba de que Evita nunca les hubiera dado a ellos una máquina de coser, como si el descanso dominical y las vacaciones pagas de las que disfrutaba mi abuelo ceramista no hubieran sido algo bueno (eso y muchas otras cosas más no existían en mi país antes de Perón).
En el '83 toda mi familia votó por Alfonsín. Incluso mis abuelos, que cambiaron su voto a último momento, cuando lo vieron a Herminio Iglesias quemando el fatídico cajón. No había más lugar para la violencia.
Yo tenía 4 años y empezaba el período democrático en Argentina. Mi familia estaba contenta, esperanzada. Pero se empezaba a escuchar de gente desaparecida, de una guerra desatada por un presidente alcohólico, de chicos que no encontraban pero habían nacido de sus madres desaparecidas. Se empezaba a escuchar, y daba miedo.