Hoy hace diez años que murió mi vieja. Diez años es mucho tiempo, ¿no? Casi una vida. U otra vida para ser más precisa. Todo cambió tan vertiginosamente desde ese agosto a este que a veces tengo miedo de que se me olvide. Ando metida para adentro y con un resfrío tardío generado por mi alergia crónica y por esta fecha que se me vino encima.
Mi mamá murió de cáncer de colon. La habían operado de un tumor en los intestinos dos años antes. Después de la operación, le habían diagnosticado un tratamiento oncológico preventivo por un año porque no habían encontrado metástasis. La prepaga que teníamos en ese momento se negó a cubrir el tratamiento y conseguimos hacerlo en el Hospital Provincial de Rosario. Cuando vas a un hospital público y tenés obra social o prepaga, la institución le factura el tratamiento a la obra social. Y como la prepaga no quería pagar de ninguna manera, para ellos fue un revés que a nosotros se nos ocurriera acudir al hospital. ¿Cómo se manejan? Lamentablemente en forma mafiosa, como muchas cosas en mi país :( El oncólogo de mi mamá era íntimo amigo del gerente de la prepaga y consiguió que "milagrosamente" mi mamá fuera dada de alta. No tengo pruebas fehacientes, son supuestos, pero que acortaran un tratamiento preventivo de 1 año a 6 meses justo cuando a la prepaga le empezaran a llegar las facturas del hospital, es más que sugerente. ¿Si me acuerdo del nombre del médico? La verdad, no. Durante mucho tiempo juré que iba a contar esta historia en todas partes, después comprendí que era una causa perdida que solo me quitaba energía a mí y decidí olvidarlo. Tanto que lo tengo bloqueado porque no me acuerdo del nombre del médico. 
Como era de esperarse, la enfermedad volvió. Y con ella el miedo, el sufrimiento y la oscuridad. Es una enfermedad dramática porque atraviesa a la familia. Fueron años durísimos para nosotras. En el medio murió mi papá, de otro tipo de cáncer y eso aceleró aún más el deterioro de mi mamá. La prepaga nuevamente se negó a pagar el tratamiento, pero esta vez ya sabíamos de la existencia del Plan Médico Obligatorio. Este plan exige a obras sociales y prepagas de Argentina el cumplimiento de ciertos tratamientos y enfermedades específicas. Todo lo que está en el PMO debe ser cubierto TENGAS EL PLAN QUE TENGAS. Los tratamientos oncológicos están incluídos. Lamentablemente, los tiempos de la justicia no se condicen con las necesidades de un enfermo de cáncer y las prepagas juegan con estos tiempos y por eso se niegan a cubrirlo a pesar de estar obligados y te obligan a recurrir a la justicia. Si demoran los papeleos, seguramente logren que el enfermo muera antes de que salga el fallo a su favor. Con mi mamá tuvieron éxito, claro. En una de las audiencias en la defensoría del pueblo uno de los representantes de la prepaga nos dijo en la cara -con mi vieja presente-: "¿Para qué quiere hacerse esa operación si usted es un paciente terminal?" 
Tener que mostrar los dientes en el medio de tanta desesperación te deja marcado. Hacía tanto que no contaba esto que se me hunde el pecho. Peleamos tanto, pero tanto -solas, no teníamos plata para abogados- que tres meses después de la muerte la prepaga nos "devolvió" treinta mil dólares. Eso, claro, no solucionaba nada. Apenas saldaba algunas deudas de las que nos quedaron.
Esta no es la única perspectiva que tengo acerca de la muerte de mi mamá, claro. No creo que los culpables hayan sido los de la prepaga, tal vez se moría igual, porque creo que ella misma se dejó arrastrar hasta la enfermedad. Pero al menos se hubiera ido un poco más en paz, sin tanta preocupación por las deudas que quedaban y por nuestro bienestar económico. Para mi vieja quedábamos las tres solas con mi abuela a cargo y supongo que todos esos días que pasó con el cuerpo vivo a medias era su manera de esperar definiciones para irse en paz. 

Ese mediodía de hace diez años, abrazada a mi abuela en el piso del baño, le rogué que no se muriera ella también, que al menos esperara tres años. Murió tres años después y recién ahí se empezó a cerrar el ciclo de la muerte para que viniera la vida. Y por suerte, vino.