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Después de dos semanas leyendo en forma maratónica, entrando en trance muchas veces, llorándome la vida, el miércoles pasado terminé de leer Mujeres que corren con los lobos. No puedo decir mucho, es un libro que se resiste a un análisis determinado. Sí tengo que decir que cambió mi vida, o al menos la percepción de mi vida como la conocí hasta ahora.
Pensaba, mientras lo leía, que había algo en mí que tarde o temprano me iba a arrojar a leerlo. Algo que me iba a hacer parte de la estirpe. Sin ese algo nunca hubiera llegado a él. Sin ese algo todas esas preguntas y respuestas sobre mi lactancia frustrada, mi cesárea, mi infancia, mis padres, no hubieran existido. Eso, que no hubiese podido hacerme ninguna de esas preguntas si no hubiera estado destinada a formar parte de la manada, del gran clan de la cicatriz.
Pero ese algo lo tenemos todas. El tema está en si queremos pasarnos la vida justificándonos o si tenemos ganas de mirarnos de frente y por detrás y de costado! Y llorarnos las angustias y perdonarnos al tiempo que empezamos a perdonar a los otros por lo que no nos dieron. ¿Queremos crecer o es más fácil que papá/marido/doctor/familia nos digan qué tenemos que hacer? Qué otra cosa más que la comodidad justifica ese sometimiento. Y no se trata de feminismo o no. Se trata más bien de seguir a nuestro verdadero yo interno, al alma. La lectura de este libro fue un viaje intenso del que salí muy movilizada. No podía creer que lo había terminado y que tenía tantas cosas por afrontar. Porque en un sentido, esa lectura es un comienzo. Leí hasta los agradecimientos intentando conservar la ilusión de que no lo había terminado. Ayer, empecé a releer las partes que fui marcando con lápiz y al final leía todo el fragmento. Es un libro poderoso. Y, como bien dijo el hombre araña (ja-ja): "grandes poderes implican grandes responsabilidades". En ese sentido creo que es crucial preguntarme qué hago ahora con esto, hacia dónde lo arrojo, cómo lo uso para transformar-me.
Creo que se viene una época muy larga de ir ajustando pequeñas cosas, ir dejando atrás otras, marcar aquellos lugares de mi vida en donde algo murió y otra cosa nació, buscarle el sentido último a todo lo que sucedió, tender sobre mi cabeza el gran manto de momentos duros y volver al camino habiendo perdonado aunque sea un porcentaje de cada uno de mis errores y de los errores de los otros. Y claro que este viaje también va a atravesar el blog. Porque es imposible que permanezca al margen y porque es algo que quiero escribir y este espacio me motiva a hacerlo.
Nunca podré insistir demasiado en que lo lean. Nunca. Lo que puedan, lo que lleguen a leer, lo que aguanten. Hay momentos en la vida en donde tal vez no nos llame la atención o nos genere rechazo (como le pasó a Carolina), habrá momentos en donde sólo podamos con fragmentos o con breves párrafos, no importa: volvamos, intentemos, sigamos adelante. Es una lectura dolorosa, pero necesaria.
Mi insistencia para mi vida será de ahora en más la misma que la de su autora. Me repito como un mantra:

"Sal al bosque, sal enseguida. Si no sales al bosque, jamás ocurrirá nada y tu vida no empezará jamás"

En: Clarissa Pinkola Estés, Mujeres que corren con los lobos, Zeta, Barcelona, 2009.
(esta edición la conseguí en Cúspide el año pasado a $35, se sigue consiguiendo en Yenny o El Ateneo, no sé a cuánto)

*el título de la entrada se refiere a una breves palabras que escribió Ale Galván en mi FB cuando le agradecí por recomendarme el libro. Y yo no puedo estar más de acuerdo...ahora, me toca correr.