Por Laura Gutman
Junto con el fenómeno de fusión emocional, la aparición de la sombra y la locura necesaria para internarnos en una nueva esfera de conciencia, las mujeres nos encontramos fuera del mundo concreto pero en la obligación de seguir funcionando con sus reglas. Somos las primeras sorprendidas al reconocer que el lugar de trabajo, las amistades, los intereses personales que hasta hace poco consumían nuestra energía, se convierten en meros recuerdos ahogados por el llanto del bebé que nos reclama. esta realidad nos asusta y creemos que nunca más volveremos a ser la mujer maravilla, activa, encantadora, inteligente y elegante que hemos construido con tanta dedicación.
Con la aparición del primer bebé, además de la desestructuración física y emocional se hace evidente la pérdida de los lugares de identificación: nos ausentamos del estudio, del trabajo, dejamos de frecuentar los lugares de diversión, estamos sumergidas en una rutina agobiante, a disposición de las demandas del bebé; cada vez menos personas nos visitan y, sobre todo, tenemos la sensación de "perder el tren", de haber quedado fuera del mundo. La vida cotidiana acontece entre cuatro paredes, ya que salir con un bebé muy chiquito es a menudo desalentador.
Nos convertimos en "puérperas" durante un tiempo que se prolonga, según mi opinión, mucho más que los famosos 40 días. El puerperio no finaliza cuando el obstetra da "el alta" de la cicatrización de la cesárea o la episiotomía; no se trata de la recuperación definitiva del cuerpo físico después del embarazo y el parto, sino que tiene que ver con la emoción compartida y la percepción del mundo "con ojos de bebé". Doloridas, cortadas, humilladas en muchísimos casos por la situación del parto (aunque pocas mujeres tengamos conciencia de esto), chorreando por arriba y por abajo y con un bebé que llora sin poder calmarlo, nos encontramos con una angustia terrible que empeora después de las seis de la tarde, coincidiendo drásticamente con el horario más difícil para la criatura...A algunas mujeres se les suma la soledad, la falta de familiares o amigos que comprendan o la contengan, un marido que trabaja todo el día y el vacío que provoca este no reconocerse a sí misma.
Cuando proyectamos una mudanza a otro país, prevemos un período de adaptación, el aprendizaje de otro idioma, la aceptación de otros códigos de convivencia, la ausencia de amigos y un mundo nuevo para descubrir. La llegada del primer hijo produce en las mujeres una pérdida de identidad similar, aunque no sea exactamente como mudarse a otro país: ¡es mudarse a otro planeta!
Las mujeres puérperas tenemos la capacidad de estar "sintonizadas" en la misma "frecuencia" que el bebé, lo que nos facilita criarlos, interpretar las necesidades más sutiles y adaptarnos mutuamente a la nueva vida. Por eso es frecuente la sensación de estar flotando en otro mundo, sensible o emotivas, con las percepciones distorsionadas y los sentimientos confusos.
La situación es inversa pero no menos complicadas para las mamás que quieren o deben retomar el trabajo teniendo aún un bebé chiquito...Normalmente se exige a la mujer puérpera que "rinda" en el trabajo y que cumpla con la misma presencia prolongada que antes del nacimiento del bebé. Las mujeres "tienen que hacer de cuenta" que nada ha cambiado. Están obligadas a entrar de inmediato con el mundo exterior activo y poner la mente en funcionamiento.. Para lograrlo necesitan desconocer el estado de fusión emocional con el bebé que dejaron en casa, ya que el entorno laboral en general no avala ni facilita los estado regresivos. En estos casos, las madres no se permiten unir el mundo interno con el afuera.
Esta integración no está muy facilitada por nuestra sociedad, donde aparece una contrariedad: "Si trabajo tengo que dejar a mi bebé. Si estoy con mi bebé no pertenezco más al mundo". Hay muy pocos lugares públicos donde los bebés son tolerados, lo que acrecienta la separación de los ámbitos de la vida social de la mujer-sin-bebé del otro ámbito privadísimo de la mujer-con-bebé. Salir con el chiquito a cuestas requiere esfuerzo e imaginación, pero somos las mujeres las que debemos instalar nuestro ser madres-personas en los lugares de pertenencia prioritarios de cada una.
Tanto la situación de encierro como la situación de desconexión son estados no elegidos conscientemente por las madres, quienes en su mayoría viven la maternidad como sinónimo de soledad y ausencia de mundo externo, sin haber imaginado antes lo que significaba en realidad la presencia del bebé.
Tampoco contamos con gran ayuda externa, ya que nuestra sociedad desconoce profundamente la esencia del bebé humano. Lo observa con desconcierto, intentando comprenderlo desde el punto de vista del adulto y pretendiendo que se adapte al mundo funcional de los mayores. Esta gran distancia entre ambas frecuencias aumenta la sensación de soledad e incomprensión de las madres recientes.
En Laura Gutman: La maternidad y el encuentro con la propia sombra, Del Nuevo extremo, Buenos Aires, 2007.
le sacaste una foto al "nacido vivo"?
ResponderEliminaryo lo escanie al de Giuli a los otros no, porque no sabía que no lo vería más!
que importante es interiorizar cosas como esta! gracias
ResponderEliminarLuisi, como verás yo me sigo instruyendo con tus posts. Lo bueno es que yo se lo que es mudarse a otro país, así que le mudarse a otro planeta, llegado el momento, por ahí se me hace menos pesado :)
ResponderEliminarBesito
Vane...mi suegro le sacó foto...y la reveló!!!jajaja...qué fanático. Yo la fotocopié, sabía que no te la quedabas porque mi hermana siempre putea porque no le sacó copia a la de mi sobrino.
ResponderEliminarMaría...tanto tiempo, hace mucho que no tengo un minuto para pasar por tu blog...ya iré por allí :)
Flor...el puerperio es LA experiencia...algún día contaré los avatares del mío, aún no estoy preparada...fue duro, pero como dice Verte en el blog de Zeta..."tiene un final feliz".
Besos a todas!!!
Luisina: te agradezco compartas esto sobre el puerperio. Buscando datos sobre una idea que me surgió en mi cabeza, por mi sensación nostálgica de puerperio, llegué a tu blog.
ResponderEliminarTe felicito por tu espacio de amor y casualidad.
¡Tenés razón!
ResponderEliminarel mundo actual no piensa en las madres con niños (ni en los padres con niños).
Cuando nació mi primera hija, yo vivía y trabajaba en Buenos Aires. A sus dos meses, nos mudamos a El Bolsón. Per antes de radicarnos definitivamente aquí, trabajé un mes más en Buenos Aires, antes de renunciar. La llevé a mi hija todos los días ala oficina. Me resistí a darle mamadera sólo porque mi trabajo no tenía una guardería para bebés lactantes. Fue un mes terrible (sobre todo para mis compañeros de trabajo ¡y para mis jefes!) Tal vez me animé a hacerlo porque tenía la seguridad de que "me estaba yendo". Pero ayudó a que mi cuñada (que trbajaba conmigo y tenía una beba 20 días más grande que mi Julieta) también se animara a llevar a su bebé a la oficina. Nos hacíamos la gamba y nos las cuidábamos mutuamente. Aunque hay que admitir que mi sobrina dormía más y lloraba menos que Juli (extrañaba el aire libre y sólo se calmaba si la llevaba a dar una vuelta a la manzana).
Mi cruzada era mostrarle al mundo "que estaba viviendo equivocado" (aprafraseando a Fontanarrosa): Las madres con nuestros niños nos merecemos un cuidado comunitario (muchos años después terminé leyendo el blog de Gutman, pero internamente lo tenía claro). No pude demostrar mucho, ni tampoco gané ninguna pequeña batalla. Pero me di el gusto de no separarme de mi hija y no dejar de darle la teta hasta que ambas nos "aburrimos".
cariños cibernéticos...
Lorena