Qué difíciles son las noches últimamente. Y no hablo de las noches-noches. Sino del tiempo que las antecede. Mi horario crítico es, sin dudas, entre las 20 y las 22:30. Sucede que David llega de trabajar a las 22:40 y después de haber estado toda la tarde con Guille mi predisposición no es la mejor. En ese breve espacio tengo que: hacerle y darle la cena a Guille, bañarla, cocinar para nosotros, darle una mamadera y hacerla dormir. También me obligo a que "me guste cocinar", a que la comida de cada noche sea una "experiencia única". La idea es que cuando llegue David la nena esté dormida, la cena servida y las cosas para ir a trabajar ordenadas, para poder compartir el momento, charlar de nosotros y contarnos cómo estuvo nuestro día. Y soy tan perfeccionista que, en lugar de disfrutarlo, lo sufro. Y si David llega y Guillermina aún no se durmió o se despierta, siento una presión terrible. Ni hablar de si todavía no hice nada de comer. Siento que tengo la culpa de no poder cenar con mi marido. En general, y como es de esperar, terminamos todos llorando y la nena vuelve a dormirse mucho más tarde de lo previsto. Así, lo que fue pensado como un momento de paz y relax se convierte en un lugar de extrema tensión en donde, además del llanto de Guille se escuchan frases hirientes y amenazas de divorcio. Se instala un clima raro, que se diluye a medida que avanza la madrugada y renovamos la promesa de amor con los ojos cerrados. Pero no puedo dejar de pensar en la cantidad de energía que se me escapa cada noche, y sin sentido.
No le encuentro la solución, es a esta hora cuando me siento agotada, desbordada y francamente, me pongo intolerable. Y si, me siento una bruja.
¿Alguien sabe qué puedo hacer para que este tramo sea más llevadero? No propongan rotisería porque no va con mi personalidad. Me gusta cocinar, no es ese el problema, pero a veces quisiera disfrutarlo sin sentir tanta presión.