Río Azul, Villa Lago Puelo, Chubut


Hace un par de años atrás. O mejor, hace unos meses atrás (exactamente antes de que la maternidad transformara mi vida tan profundamente) pensaba que había encontrado mi lugar en el mundo, que todo lo que podía desear para mi vida estaba en Rosario y su movida cultural, el río Paraná a pocas cuadras de mi casa, la Avenida Belgrano, calle Weelright y la estatua (de dudoso gusto por cierto) del Negro Olmedo. Avenida Pellegrini en Otoño, el parque España en Invierno, la facultad en la que ambos estudiamos y tantos lugares más que fueron míos, nuestros. Sin duda es una ciudad que adoro, que tiene rastros de mi juventud por todas partes y que conserva las tardes provincianas y hasta la siesta en algunas casas.
Pero últimamente mi espíritu se siente agotado. Agotado de vivir corriendo aunque uno no quiera correr, de las cosas que escucho, del estilo de vida que llevamos en las ciudades grandes de Argentina. Una buena medida fue no mirar los noticieros. No porque no quiera enterarme, de hecho estoy mejor informada que los que miran 24 hs. TN. Pero los medios magnifican de tal modo las cosas que suceden, que me saturan emocionalmente. Estoy harta de las discusiones, de si hay que adelantar o no las elecciones, de si hay que votar tres veces o dos: todas cosas absolutamente irrelevantes para mi vida, cosas que no me importan. Es tan simple: si tengo que votar voy y voto: con conciencia ciudadana...¿por qué tantas vueltas?¿Dos semanas hablando de lo mismo?(y esto es un mero ejemplo). Estoy harta de explicar: lo que pienso, lo que hago y hasta lo que siento. Hay cosas que, simplemente, no tienen explicación.
De a poco empezamos a poder hablar de cosas que antes ni siquiera se nos hubieran ocurrido: la posibilidad de emprender nuevos rumbos, de cambiar de vida. Así empezamos a proyectar la idea de mudarnos al sur, nos gusta Villa Lago Puelo, un pueblito cerca de El Bolsón en la Patagonia. Jamás me hubiera imaginado que esta idea iba a tomar impulso, me sentí tan cómoda en Rosario por tanto tiempo. Aún así, es solo una idea para los próximos tiempos: tal vez pasen 5 años, tal vez 10. De lo que estamos seguros es de que no vamos a volver grandes acá.
La cuestión más importante a decidir: los afectos. Quiero que Guillermina crezca cerca de sus abuelos y de sus primos. Y por mi parte, siento que todavía quiero compartir tiempo con mis hermanas. No es una decisión menor dejar a la familia y a los amigos atrás, aún sabiendo que vendríamos dos o tres veces por año.
Por ahora, vamos viendo cómo soportar el día a día, cómo no enloquecer. Pero la posibilidad de hablar del tema nos hizo ver qué cansados que estamos de vivir en el centro del país. A veces me gustaría ser imperceptible y volver a encontrarme conmigo misma allá en donde el olor a madera y leña se siente tanto como el frío en las mañanas.