Porque el dolor tiene que acabar un día, porque el dolor de mi generación sigue ahí, latiendo y seguirá hasta que cada uno de los 400 vuelva al regazo de su abuela, de su hermana/o, de su familia. Si tenés dudas, preguntá. Vivir en la verdad vale la pena. Por la identidad y la justicia.


Hoy por hoy, muy movilizada por sucesos colaterales.


La historia de Juan Cabandié

"Las personas que me criaron eran muy amigos de otros apropiadores"

Recién tuve dudas a los 20 años. Tiempo antes había leído el Nunca Más y no pude evitar relacionar lo que leí con las personas que me criaron, que eran amigos de otros apropiadores. Además, la mujer que me crió había perdido una hija antes de que yo naciera. Supuse, entonces, que podía ser hijo de desaparecidos".

Juan le pidió consejo a un compañero que militaba en la agrupación HIJOS: "Lo primero que tenés que hacer es preguntarle a tu supuesta madre si sos su hijo", le dijo. Después de esto, Juan habló con su hermana, le planteó que en realidad no eran tan parecidos. "Estas personas que nos criaron siempre trataron de convencernos de que éramos iguales", cuenta Juan, quien con su amigo de HIJOS y su hermana se acercó a Abuelas en noviembre de 2003.

Juan regresaría a la casa de las Abuelas un par de meses más tarde, pero esta vez con su verdadera identidad. Allí lo esperaban sus abuelos, primos, tíos y algunos nietos restituidos. "Recuerdo que estaba Horacio (Pietragalla Corti) y sentí un alivio tan lindo, porque era un pibe que vivió lo mismo que yo".

"Quise conocer todo rápido, que me cuenten de los lugares donde habían estado mis viejos, el club donde se conocieron, donde militaban, hice la recorrida por el barrio, conocí a los amigos de mi papá. Luego me pude relajar un poco y hoy por hoy me falta conocer muchos amigos de mis papás, que van apareciendo y dicen 'mirá, yo estuve con Damián o con Alicia', y bueno, todavía me falta mucho".

Relato publicado en Abuelas de Plaza de Mayo