En pleno bajón de fin de año. Melancólica. Procesando la tristeza por los días perdidos. Hoy me acordé de mi abuela y no pude contener las lágrimas. Supongo que me ganó el cansancio del año y el final se hace pesado.
Los tres años que pasamos juntas después de la muerte de mi mamá y de su hija, forjamos el lazo más fuerte que tuve alguna vez con una persona. Esa sensación de sincronía, de anticipación a la mirada y al pensamiento del otro. Ese poder de comunicación que te hace saber que en segundos te van a llamar para avisarte que una parte de vos, de tu infancia y de tu corazón se fueron para siempre.
Fueron años duros en los que pocas veces pienso porque sé que me entristecen. No puedo poner en palabras lo que mi nona fue para mí. Sí puedo hablar de ese tiempo de duelo que vivimos fusionadas, juntitas, abrazadas. Dejarla ir fue difícil y hay cosas de ella que todavía están en mí y que probablemente nunca se vayan del todo porque "...estás en cada cosa que soy". 
Recuerdo apoyar la cabeza en su panza y sentir cómo subía y bajaba con la respiración., y se me hace un nudo en el pecho que sólo se libera en lágrimas.