Llego a la escuela a las 7:30, con un bolso que pesa 10kg, la agenda, la netbook y 3 pilas de trabajos por corregir en el otro brazo. La mañana transcurre sin mayores sobresaltos, una clase simple con un 5to. año, mate en la sala de profesores mientras termino de armar el video para la feria de ciencias de la otra escuela. En mitad de la jornada, una de mis alumnas me hace un bollo con la prueba y me lo tira. Le pido el cuaderno de comunicaciones, me lo tira en la cara. Me voy de la escuela enojada y frustrada porque a veces es TAN difícil. Voy manejando medio a los pedos, aunque respetando los límites de velocidad porque, al fin y al cabo, soy capricorniana. En el asiento del acompañante va la netbook terminando de generar el video para la tarde, recibo whatsapp de mi compañera de área, lo leo en un semáforo, los videos de la mañana (también armados con los chicos), gustaron. Siento un segundo de satisfacción. Busco a Guille para llevarla a la escuela, subo la mochi, saludo a Emilio con el ritual del bocinazo. Sigo conectada a mi mundo laboral: una prueba hecha un bollo, citación a una madre, videos, feria de ciencias, 4 sesiones de fotos programadas para el fin de semana, el tutú que quedó por la mitad. De golpe, algo me vuelve a la realidad. Guille y su vocecita me reclaman. Es como emerger de una ensoñación, como salir del ensimismamiento (tantas veces mi hermana mayor me dijo "a veces te metés para adentro, sos una ostra"). 

La vocecita me reclama: "Mami, cuando vuelvas a casa ¿podés jugar al Pou? Es que esta mañana no jugué y se va a ensuciar".

Carcajada inmediata pensando en el contraste. Explicación requerida por Guille. No le jugué al Pou, lo tuvo que rescatar a la vuelta :P