Hoy comimos un asado en la terraza. Bastante improvisado la verdad, pero igual de satisfactorio. Nos dio el sol de lleno en la cara, el vientito fresco de este otoño que nos encuentro encerrados.
Los vecinos están usando sus techos como terrazas improvisadas. La mayoría no tiene ni barandas. Hay una familia que tiene una hija de unos 8 años corriendo en un espacio de 4x4 sin barandas. Imagino que abajo no dan más. El resto sufrimos viendo a su hija correr.
Otro señor apareció un día en la terraza en calzoncillos. Claro, ahí arriba nunca hay nadie y de golpe la cuadra entera sube un par de pisos. Después nos reconocemos en la cola del supermercado, David entra declarando que se hizo amigo del tipo que sube en calzones.
Nuestra "terraza" es un desastre, pero nos viene bien, la aprovechamos y agradecemos. 
De golpe, la vida se desplazó hacia arriba. El lugar privado en donde muchos se fumaban un pucho de tanto en tanto se volvió público.
Tiempo extraño de habitar terrazas.