Ya estamos aquí, en el tren de alta velocidad que nos lleva a fin de año. Hace 2 meses que no laburo en docencia (estoy de licencia porque tuve una crisis personal muy grande que me devolvió, inesperadamente, al blog) y por eso se me pasó volando. Sigo con mi trabajo creativo y enfocándome en hacer solo las cosas que quiero o me gusta hacer. ¡Qué rápido que se pasa el tiempo sin rutinas! Y no es que no me guste dar clases, lo amo y extraño mucho a mis alumnxs, pero es una actividad que hay que sostener diariamente y eso te quita mucha energía. Estoy disfrutando de este tiempo fuera del tiempo laboral. No fue así en los primeros momentos de mi licencia sino recién ahora que estoy recuperándome y puedo disponer de más energía de la buena. 
Junto al fin de año, llegan los rituales de cierre: el fin de clases con espuma en la plaza de la Gurru, el calendario de adviento y los mil millones de eventos que sumamos por ser tan amigueros. A esto se suma Colectividades que es el hito familiar que marca el inicio de las celebraciones de fin de año. No siempre fui fan de este evento, de niña vine algunas veces con mi mamá y recuerdo una vez que vinimos las dos solas y me compró una pulserita divina en el stand de Perú. Igual venir desde San Lorenzo, caminar mil cuadras desde la plaza Sarmiento (mi percepción infantil era esa), recorrer otras mil cuadras de colectividades y volver hasta la plaza para subirnos otra hora al colectivo no era lo más divertido que me pudiera ocurrir. Ya de grande no entendía muy bien la onda, como esas cosas que a un no-rosarino se le escapan, como el amor que sienten por el politécnico, ponele. No entendía la obsesión de esta gente por meterse en un predio lleno de gente a reventar solo para gastar plata en comida. Pero pasaron 15 años y entendí todo (menos lo del poli jaja!). Amo profundamente la fiesta que significa el inicio de Colectividades, entiendo el ritual, el encuentro, la comida, la cultura y también esa melancolía por la tierra amada. Obvio lo que más amamos es la comida para qué ocultarlo. Este año pudimos ir dos noches, el viernes pasado con mis suegros y ayer los cuatro solos. En las dos noches probamos todo esto (en-lo-quez-co): chucrut con salchicha ahumada (Alemania), rabas , tortilla del mar, paella (Murcia), sidra asturiana de barril, fabada (Asturias), shawarma (Irán), anticuchos (Perú), soublaki, mousaka (Grecia) y crema catalana (Catalunia). Este año las colectividades españolas fueron nuestras grandes elegidas ¿acaso hay algo mejor que la comida mediterránea? Me quedé con ganas del goulash, el hummus hebreo y algunos postres italianos porque simplemente no nos entraba nada más. Y también hice algunas fotos, claro, aunque no tantas como me hubiera gustado ;-)



Y el sábado a la nochecita nos fuimos a Tortugas, a la casa de fin de semana de nuestros amigos. Siempre que vamos me pongo en modo descanso, pero esta vez salimos a caminar por el pueblo y también hice un montón de fotos, aunque no en la mejor hora del día. Tan mala era la hora para las fotos como para la piel, quedé bronceada con el hermoso estilo camionera en mis brazos



Por supuesto también hubo tiempo para la familia, los amigos, el picadito (y la picadita, ejem!), muuuuucho tiempo para comer hidratos, para el mate y para devorar el primer lechón del año (perdón lectores, somos carnívoros). Y también para disfrutar de la casa de nuestros amigos que cada vez está más linda.


Nos vemos el viernes con los recomendados de la semana