Y así estamos todo el día. De la risa al llanto en segundos: porque el perro se va, porque la gata no se deja tocar, porque no le doy el termo para que juegue, porque sí, porque no. De mi parte a veces tranquilidad, a veces nerviosismo por no poder poner en palabras lo que le pasa (porque a veces no tengo mucha idea de qué es lo que le pasa), y otras tantas también le copio el llanto porque su frustración logra conmoverme. Y así estamos, creciendo, sin parar.
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Luisina Serenelli
Docente // Fotógrafa // Blogger //Feminista // Doula// Escritora // Lectora incansable // Mamá de Guille y Emi // Enamorada de David // En permanente deconstrucción y construcción
Pues sí Luisina...has descrito esta etapa perfectamente... El otro día en una charla de Rosa Jové explicó muy claramente que los bebés y niños no tienen desarrollado el cerebro "maduro", viven con el cerebor emocional...y así son ellos...todo emoción... No les es posible aún razonar y aplacar los impulsoso como nosotros...(bueno yo conozco a muchos adultos que tampoco saben hacerlo... pero ese es otro tema).
ResponderEliminarY sí... al final lo que ha mi me ha enseñado esta etapa es que no me controlo tan bien como creía y que tengo un umbral muy bajo de tolerancia a mi propia frustración...
Un abrazo compañera
Hola Nohemí...sí, es toda una etapa. Yo tampoco tengo un nivel alta con respecto a la frustración...pero de a poco aprendo a dominarme a mí misma: un gran entrenamiento!!
ResponderEliminarBesos!!