En épocas de gripes y anunciadas pandemias, fomentamos el miedo en vez de la salud. Información parcial, noticias catastróficas y fuera de contexto promueven el temor, mientras se pide a la población que no entre en pánico, en una contradicción insostenible. Es verdad que cualquiera de nosotros puede “contagiarse” y enfermar. Es más: tenemos derecho a enfermar, a tomarnos un respiro y apartarnos de nuestras rutinas cotidianas. Para lograrlo, necesitaremos utilizar los virus para realizar la enfermedad. Incluso podemos afirmar que no hay nada más saludable que enfermar, entendiendo que es la manera de recuperar el equilibrio perdido. Sin embargo, para enfermar, tendremos que recurrir a instancias mucho más potentes que los virus: necesitaremos sentimientos o dolores no reconocidos, hartazgos o conflictos internos sin solución aparente y el deseo de apartarnos y distanciarnos, erigiendo enemigos por doquier. También precisaremos comida de mala calidad o alejada de nuestra naturaleza personal. Quiero decir, comemos lo que luego nos enferma y pensamos lo que luego nos enferma. Esto significa que el equilibrio físico y psíquico está en nuestras manos y depende de nosotros mucho más que de los temibles virus externos. Aunque no lo parezca, ésta es una excelente noticia. Porque podemos hacer algo muy concreto. ¿No queremos enfermar? Pues bien, abandonemos completamente la leche y sus derivados. Completamente significa completamente: yogures, postres, flanes, cremas, helados, manteca, chocolate. En los niños pequeños, esta debería ser la regla. ¿Es muy difícil? ¿Acaso es más fácil tolerar las virulentas gripes que nos tienen aterrados que sostener una dieta momentáneamente rigurosa? Ahora bien, supongamos que prestamos una estricta atención al alimento, aún tendremos que abordar el territorio de los dolores afectivos. Eso es más complejo, pero no imposible. Como mínimo, preguntémonos qué nos aportaría una enfermedad respiratoria en este momento de nuestras vidas. ¿No tenemos ninguna pista? Pidamos ayuda, para ver aquello que enceguecidos por nuestras propias opiniones, no alcanzamos a vislumbrar. En lugar de alimentar el miedo o de aislarnos, sepamos que sólo podemos enfermar de aquello que nos completa. Y que todo síntoma nos aporta información sobre el estado de nuestra conciencia. No hay verdadero peligro si miramos hacia adentro.
Laura Gutman / Newsletter de Julio
Que dificil, Luisina, este tema de los lácteos. Como nutricionista me han formado o "deformado" en la universidad para estimular el consumo de lácteos de la poblacion so pena de padecer osteopenia y osteoporosis y en los niños, raquitismo. Hete aqui que mi tesis final se baso en el " Porcentaje de absorcion de calcio en diferentes alimentos" (no lo elegi, me toco ese tema) e investigando mucho descubri que esto de tomar leche es algo relativamente nuevo, la humanidad casi nunca tomo leche de otro animal. Ni que hablar de los cazadores-recolectores, tenian un consumo altisimo de calcio proveniente de los vegetales y unos huesos que se conservan hasta hoy dia. Siempre me quedo dando vuelta como tenian huesos tan saludables si no tomaban ¡leche de vaca! jeje. Gracias a Dios segui investigando y ahora guiandome tanbien por el instinto no le doy ninguna clase de leche de vaca ni sus derivados a mi hijo. La salsa blanca, polenta y demas cereales los preparo con leche materna. Gracias a Dios no se enfermo nunca, apenas unos moquitos insignificantes. EN verdad no hay estudios hechos que comprueben que la leche de vaca o sus derivados son causales de mocos o bronquilitis pero la realidad es que a las grandes empresas no les interesa financiar esos estudios.
ResponderEliminarEs buena la opcion que decias del budin del verdura con la salsa blanca con agua, aunque no es tan nutritiva como con leche materna. Cabe aclarar que la formula, es un sucedaneo de leche materna cuya base es la leche de vaca, por lo tanto sus proteinas, aunque modificadas, son proteinas bovinas.
Saludos!!